lunes, 21 de septiembre de 2020

Lunes 21 de septiembre


San Mateo

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
Mateo 9,9-13

En aquel tiempo, vio Jesús al pasar a un hombre llamado Mateo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: "Sígueme." Él se levantó y lo siguió. Y, estando en la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaron con Jesús y sus discípulos. Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos: "¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?" Jesús lo oyó y dijo: "No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa "misericordia quiero y no sacrificios": que no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores."

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Mateo era un cobrador de impuestos y un pecador público, un publicano, es decir, un judío puesto al servicio de Roma para extorsionar a su pueblo y ganar dinero usando de la estafa y la usura que la Ley prohibía. Jesús lo mira lleno de ternura y con su amor lo dignifica. Jesús pone en él su confianza y lo hace un discípulo suyo.

Mateo «se levantó», quizás porque Jesús lo sacó de aquella vida arrastrada. Mateo se alegra de saber que alguien puede amarle a pesar de todo. Así es Jesús y así hemos de ser también nosotros. Aquel feliz encuentro acaba en fiesta, en cena.

Los que se consideran buenos no entran a cenar con pecadores públicos, sino que se quedan fuera criticando. Dios comparte y prepara su mesa para los pecadores. Jesús viene a curar a los enfermos, no a los sanos, por eso busca a todos los excluidos. ¿Y tú, eres de los que entras a cenar con pecadores o te quedas fuera criticando?


Cuando soy frágil te encuentro,
cuando soy debilidad, lágrima, o silencio que se lleva el viento.

Cuando soy frágil te busco, te grito, te espero…
te busco y tu ternura me cubre,
te grito y tu compasión me abraza,
te espero y te haces regalo,
todo Tú, todo entero.

Cuando soy frágil te busco, te grito, te espero…
Bendita fragilidad entonces,
porque en mí no hay mayor deseo.…

Glòria Díaz Lleonart


A los cristianos nos falta con frecuencia abrazar el mundo con sus luces y sus sombras, con su dolor y su pecado, con la misma ternura que lo abrazaba Jesús. ¿Y en tu vida, sobran sentencias y falta misericordia? Pide perdón por tus condenas y críticas. Da gracias porque Jesús nos ama siempre, a pesar de nuestro pecado.

Señor, tú miraste con amor a Mateo y le llamaste. Era un recaudador, un pecador, un indeseable... pero su corazón buscaba una vida más auténtica y te siguió con decisión, cuando pronunciaste su nombre.

Señor, también a mí me miras con amor y me llamas. Reconozco que no lo merezco, que soy poca cosa, Sé que sólo tú puedes darme la felicidad que deseo. Por eso, quiero seguirte siempre y del todo.

Señor, ayúdame a mirar con amor al que se siente sólo, al que no cuenta, al que cree que no sirve para nada.  Ayúdame a despertar el deseo de felicidad de cada persona y a mostrarles que Tú eres la fuente de la Vida. Amén.

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

domingo, 20 de septiembre de 2020

Domingo 20 de septiembre

Domingo de la 25ª semana de tiempo ordinario A

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San  Mateo 20, 1-16

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: "El Reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo y les dijo: "Id también vosotros a mi viña y os pagaré lo debido". Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros parados, y les dijo: "¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?" Le respondieron: "Nadie nos ha contratado". El les dijo: "Id también vosotros a mi viña". Cuando oscureció, el dueño dijo al capataz: "Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros".
Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: "Estos últimos han trabajado sólo una hora y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno". El replicó a uno de ellos: "Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno? Así, los últimos serán los primeros, y los primeros, los últimos".

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Dios sale a buscarnos a cualquier hora del día, en cualquier etapa de nuestra vida, para invitarnos a trabajar en su viña, en su Iglesia, en el mundo. Cuenta con todos.
            “Gracias, Señor, por hacerte el encontradizo”
            “Gracias por contar con mis pobres posibilidades”
            “Que siempre escuchemos tu llamada, Señor”

Los negocios de Dios no son como los nuestros. Él paga de forma distinta. A todos da lo mismo, mucho más de lo que merecemos. Con todos cumple lo pactado. Algunos se quejan. No se dan cuenta de que poder trabajar en la viña del Señor es, antes que nada, un regalo que deberían agradecer. Estar fuera de la viña, no trabajar en ella es una desgracia.
            “Perdona y cura, Señor, mi egoísmo”
            “Gracias, Señor, por llamarme”
            “Enséñame a descubrir cada día tu generosidad”
            “Dame acierto para salir a las calles y a las plazas
             para que todos puedan trabajar en tu viña y ser felices”


Señor, en muchas ocasiones nos pareces injusto.
Estamos convencidos de que nos tratas mal.

Pagas lo mismo al que ha trabajado todo el día
que al que se ha esforzado sólo una hora.

Pagas lo mismo al que te ha servido toda su vida
que al que se ha incorporado en el último momento.

Señor, enséñanos a comprender tu lógica, tu justicia, tu corazón.
Tú no mides el trabajo realizado, sino la decisión de ir a hacerlo.

Mides el premio mucho más por el amor que sientes hacia los trabajadores
que por el fruto que hayamos conseguido.

Valoras más la entrega del corazón
que el sudor de las manos.

Ayúdanos a entender que, por mucho que hagamos, Tú no nos debes nada.
Tu amor y tu premio son siempre gratuitos, inmerecidos, desbordantes.

Trabajar en tu viña, en la viña del mundo
es nuestra obligación y nuestra salvación,
es un regalo que da alegría a nuestra vida.

Ser buenos y dedicarnos a los demás
nunca puede ser motivo de orgullo;
es una gracia, una oportunidad que hemos de agradecer.

Que nunca trabajemos en tu viña para ganar tu amor.
Que nos entreguemos a ti para agradecer tu entrega por nosotros.

Gracias por el denario de tu mirada, de tu perdón, de tu amor.
Gracias porque nos miras, nos perdonas y nos amas antes de ponernos a trabajar,
antes de poder merecer una migaja.

Señor, gracias por darnos fuerza para colaborar contigo
en la construcción de un mundo más justo y de una Iglesia más evangélica. Amén.

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Saliste, Señor,
en la madrugada de la historia
a buscar obreros para tu viña.
Y dejaste la plaza vacía
–sin paro–,
ofreciendo a todos trabajo y vida
–salario, dignidad y justicia–.

Saliste a media mañana,
saliste a mediodía,
y a primera hora de la tarde
volviste a recorrerla entera.
Saliste, por fin, cuando el sol declinaba,
y a los que nadie había contratado
te los llevaste a tu viña,
porque se te revolvieron las entrañas
viendo tanto trabajo en tu hacienda,
viendo a tantos parados que querían trabajo
-salario, dignidad, justicia-
y estaban condenados todo el día a no hacer nada.

A quienes otros no quisieron
tú les ofreciste ir a tu viña,
rompiendo los esquemas
a jefes, patrones, capataces, obreros y esquiroles...,
a los que siempre tienen suerte
y a los que madrugan para venderse
o comprarte... ¡quién sabe!

Al anochecer cumpliste tu palabra.
A todos diste salario digno y justo,
según el corazón y las necesidades te dictaban.
Quienes menos se lo esperaban
fueron los primeros en ver sus manos llenas;
y, aunque algunos murmuraron,
no cambiaste tu política evangélica.

Señor, sé, como siempre,
justo y generoso,
compasivo y rico en misericordia,
enemigo de prejuicios y clases,
y espléndido en tus dones.

Gracias por darme trabajo y vida,
dignidad y justicia
a tu manera...,
no a la mía.

Florentino Ulibarri

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

sábado, 19 de septiembre de 2020

Sábado 19 de septiembre

Sábado de la 24ª semana del t.o.

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 8, 4-15

En aquel tiempo se le juntaba a Jesús mucha gente y, al pasar por los pueblos, otros se iban añadiendo. Entonces les dijo esta parábola: "Salió el sembrador a sembrar su semilla. Al sembrarla, algo cayó al borde del camino, lo pisaron, y los pájaros se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, y, al crecer, se secó por falta de humedad. Otro poco cayó entre zarzas, y las zarzas, creciendo al mismo tiempo, lo ahogaron. El resto cayó en tierra buena, y, al crecer, dio fruto el ciento por uno". Dicho esto, exclamó: "El que tenga oídos para oír, que oiga". Entonces le preguntaron los discípulos: "¿Qué significa esa parábola?" El les respondió: "A vosotros se os ha concedido conocer los secretos del Reino de Dios; a los demás, sólo en parábolas, para que viendo no vean y oyendo no entiendan.
El sentido de la parábola es éste: La semilla es la palabra de Dios. Los del borde del camino son los que escuchan, pero luego viene el diablo y se lleva la palabra de sus corazones, para que no crean y se salven. Los del terreno pedregoso son los que, al escucharla, reciben la palabra con alegría, pero no tienen raíz; son los que por algún tiempo creen, pero en el momento de la prueba fallan. Lo que cayó entre zarzas son los que escuchan, pero con los afanes y riquezas y placeres de la vida se van ahogando y no maduran. Lo de la tierra buena son los que con un corazón noble y generoso escuchan la palabra, la guardan y dan fruto perseverando".

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

También el Sembrador sale hoy a sembrar, pero ¿soy yo tierra buena en la que la semilla de la Palabra da sus frutos? ¿En qué aspectos he sido un pedregal y me sigo resistiendo a comprometerme, a llevar una economía más solidaria o a perdonar a esa persona que me hizo daño? ¿En qué aspectos sigo sin quitar las zarzas que impiden que el Evangelio crezca en mi vida? Recuerda que la tierra que acepta la semilla de la Palabra da siempre frutos.

Jesús me invita a sembrar con él. El tiempo de sembrar es el tiempo de la Iglesia, de la misión de todos los cristianos. ¿Soy consciente de que en la educación de mis hijos, en mi trabajo, en mi compromiso parroquial, en el trato con los vecinos debo sembrar la Palabra?

Quien siembra
siembra con esperanza,
aunque el terreno
no sea el mejor
y tenga piedras,
zarzas,
calveros,
lugares yermos,
pisados caminos
y aves en el cielo al acecho.

Quien siembra
siembra con esperanza,
aunque no sea dueño
del tiempo,
de las lluvias,
de las heladas,
de los vientos,
de las sequías,
ni de los calores
que secan el terreno.

Quien siembra
siembra con esperanza,
aunque no distinga
la semilla,
ni entienda
los procesos
de germinación,
ni los milagros encerrados
en la simiente
que lanza a la tierra.

Quien siembra
siembra con esperanza,
aunque solo esparza
en la tierra y en los corazones
semillas pequeñas,
semillas sin prestancia,
semillas de mostaza,
pues sabe que el Señor
del campo y de la semilla
confía en él y en su tarea.

Quien siembra
siembra con esperanza,
aunque no sea suya la semilla,
ni el terreno,
ni sea dueño del tiempo,
ni sepa de climas;
aunque la experiencia le diga
que hay cosechas que fracasan
a pesar del cuidado
y de cántaros de gracia,

Quien siembra
vive la esperanza,
sueña en parábolas,
lanza buenas nuevas,
goza la temporada
y anhela la cosecha;
pero, a veces, las preocupaciones
le hacen pasar las noches en claro,
y nada se soluciona
hasta que se duerme en tu regazo.

¡Saldré a sembrar
para continuar tu tarea
y cuentes historias
que florezcan en gracia!

Florentino Ulibarri.


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

viernes, 18 de septiembre de 2020

Viernes 18 de septiembre

Viernes de la 24ª semana del t.o.

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 8, 1-3

En aquel tiempo, Jesús iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, predicando el Evangelio del reino de Dios; lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que él había curado de malos espíritus y enfermedades: María la Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, intendente de Herodes; Susana y otras muchas que le ayudaban con sus bienes.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Las mujeres también están muy cerca de Jesús. Quizá a nosotros no nos llame la atención. Pero era algo extraordinario en aquella época. Jesús no discrimina a la mujer, no discrimina a nadie. Los cristianos tendríamos que luchar contra toda discriminación, sea por la razón que sea.
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

Señor, hoy queremos hacer memoria agradecida de muchas mujeres que se dejaron transformar por tu Espíritu de Vida:

Recordamos a Sara, quien con Abraham contestó a tu llamada de dejar su tierra natal y poner su fe en una alianza con el Señor. Gracias por su fe.

Recordamos a Esther y Débora, que gracias a su valor e inteligencia salvaron la nación. Gracias por su compromiso personal en favor de muchos.

Recordamos con especial cariño a la Virgen María, siempre atenta para escuchar tu voz y la de los hermanos, siempre dispuesta hacer vida tu voluntad, con confianza y generosidad. Gracias por su amor de madre.

Recordamos a María Magdalena y las otras mujeres que siguieron a Jesús, también cuando fue crucificado. Ellas fueron las primeras personas que se encontraron con Jesús Resucitado. Gracias por su fidelidad en el amor a Jesucristo.

Recordamos a Febe y a Priscila y a las otras mujeres que fueron líderes de la iglesia primitiva. Gracias porque supieron difundir el Evangelio en momentos difíciles para la Iglesia.

Recordamos a Santa Águeda y a todas las mártires que supieron mantener su fe y sus ideales más nobles. Gracias por su testimonio.

Recordamos a Santa Teresa de Ávila y Santa Catalina de Siena, que vivieron su fe con autenticidad y lucharon contra la corrupción de la propia comunidad cristiana. Damos gracias a Dios por su valentía y su amor a la Iglesia.

Recordamos a nuestras madres y abuelas, a todas las mujeres importantes para nosotros, cuya entrega ha hecho que hoy podamos disfrutar de una vida mejor. Gracias por su generosidad.

Recordamos las mujeres que hoy en día son las primeras en descubrir compromisos al servicio de la justicia, de la paz, de las mujeres maltratadas... Señor, que su trabajo siga dando buenos frutos.

Acuérdate de las mujeres que son víctimas de la violencia en sus hogares y fuera de ellos. Señor, dales fuerza para vencer el temor y buscar soluciones.

Te pedimos por aquellas mujeres que se enfrentan a una vida de pobreza.
Dales el don de la esperanza, para trabajar juntas, con los hombres de buena voluntad, por un mundo más justo y solidario.

Te pedimos también por nuestras hijas y nietas. Para que crezcan, con tu ayuda, fuertes y sensibles, creyentes y comprometidas, libres y felices. Amén.


Ayudaban a Jesús con sus bienes. Compartir los bienes es un signo de mucho amor, de mucha solidaridad. Nos cuesta desprendernos de ellos.
¿A qué dedicamos nuestros bienes, nuestro dinero?
¿Qué te dice Dios? ¿Que le dices?

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

jueves, 17 de septiembre de 2020

Jueves 17 de septiembre

Jueves de la 24ª semana del t.o.

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 7, 36-50

En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. Y una mujer de la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de perfume y, colocándose detrás, junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los ungía con el perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo: "Si éste fuera profeta, sabría quién es esta mujer que lo está tocando y lo que es: una pecadora". Jesús tomó la palabra y le dijo: "Simón, tengo algo que decirte". El respondió: "Dímelo, maestro". Jesús le dijo: "Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más?". Simón contestó: "Supongo que aquel a quien le perdonó más". Jesús le dijo: "Has juzgado rectamente".
Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón: "¿Ves a esta mujer? Cuando yo entré en tu casa, no me pusiste agua para los pies; ella, en cambio, me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con su pelo. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo: sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor, pero al que poco se le perdona, poco ama". Y a ella le dijo: "Tus pecados están perdonados". Los demás convidados empezaron a decir entre sí: "¿Quién es esté, que hasta perdona pecados?" Pero Jesús dijo a la mujer: "Tu fe te ha salvado, vete en paz".

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

¿Podremos calcular algún día todo lo que nos ha dado el Señor? ¿Llegaremos a darnos cuenta de todo lo que cada día nos perdona Dios? Es imposible, pero al menos hemos de reconocerlo y agradecerlo.

Aquella mujer expresa su amor a Jesús ungiendo sus pies con perfume y secándoselos con sus cabellos. ¿Cómo expresamos nosotros nuestro amor y nuestra gratitud al Señor? ¿Que le dices?

“Tus pecados están perdonados” ¡Cuanto bien nos hace escuchar estas palabras! ¡cuanto bien nos hace celebrar el perdón de Dios en el sacramento de la reconciliación!
¿Cómo vives este sacramento? ¿Cómo lo puedes vivir mejor? ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

Aunque caigas continuamente en tus mismas faltas,
aunque cometas esas culpas que te avergüenzan,
aunque no cumplas con tu deber,
aunque desprecies a tu prójimo,
aunque tantas veces te consideres indigno,

Yo te digo: ¡ámame como eres!
En todos los momentos de tu vida,
en cualquier situación en que te encuentres,
cuando tu alma esté llena de fervor,
cuando tu corazón sea árido y seco,
Yo te digo: ¡ámame como eres!

Si esperas ser un santo o un ángel
para entregarte al amor, no me querrás nunca;
quiero que tu amor salga de lo profundo de tu miseria,
por eso, así te encuentres en la fidelidad o en la infidelidad,
Yo te digo: ¡ámame como eres!

Yo estoy a la puerta de tu corazón y llamo, ¡ábreme!...
Déjame amarte, así, tal como eres.
No hace falta que cambies para abrirme la puerta.
Así, tal como eres, yo te amo,
te doy mi pan y mi vino, mi fuerza y mi alegría,
te doy la luz para afrontar y superar las dificultades de la vida,
te doy el Espíritu de verdad y la Sabiduría del Amor;
Te doy a mi Madre, para que te cuide como me cuidó a mí.
Yo te digo ahora y siempre: ¡ámame como eres,
y déjame que te ame así, como eres. Amén.


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

miércoles, 16 de septiembre de 2020

Miércoles 16 de septiembre

Miércoles de la 24ª semana de tiempo ordinario

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San  Lucas 7, 31-35

En aquel tiempo, dijo el Señor: ¿A quién se parecen los hombres de esta generación ? ¿A quién los compararemos? Se parecen a unos niños, sentados en la plaza, que gritan a otros: «Tocamos la flauta y no bailáis, cantamos lamentaciones y no lloráis» Vino Juan el Bautista, que ni comía ni bebía, y dijisteis que tenía un demonio; viene el Hijo del Hombre, que come y bebe, y decís: «Mirad qué comilón y qué borracho, amigo de recaudadores y pecadores». Sin embargo, los discípulos de la Sabiduría le han dado la razón.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

A. Juan y Jesús anuncian la Palabra de Dios, con dos estilos distintos. Juan desde el desierto, Jesús desde las calles, plazas y casas. Juan no participaba en fiestas, Jesús si. Las palabras de Juan eras más ásperas que las de Jesús. Juan es el mayor de los profetas, Jesús es el mismísimo Hijo de Dios. Sin embargo, ni a uno ni a otro escucharon. Decían que Juan tenía un demonio y que Jesús era un comilón y un borracho. A veces somos especialistas es buscar excusas para no escuchar a las personas.
     "Señor, abre mi corazón a la verdad de cada persona"
     "A veces descalifico a las personas sin conocerlas. Perdona"

B. Dios sigue hablando a través de personas, a través de personas amables y bruscas, aburridas y divertidas. desagradables y simpáticas, más buenas y peores, de izquierdas y de derechas, creyentes y no creyentes...
No es fácil descubrir lo que Dios nos dice por medio de las palabras de las personas (a veces contradictorias), pero tenemos que abrir los oídos de par en par a todos y pedir a Dios que nos ayude a escuchar su Palabra en las palabras.
     "Concédeme Señor tu luz para saber escucharte"
     "Dame paciencia y perseverancia cuando no entienda lo que me quieras decir".

Señor, te doy gracias por todas las personas que hoy se encontrarán conmigo, cada una con su forma de pensar, sentir y actuar; todas están creadas a imagen y semejanza tuya, de todas puedo aprender algo bueno, todas me pueden enriquecer. En el fondo, todas son un regalo tuyo.

Sin embargo, a veces estoy cerrado, agrando los defectos de las personas para no aprender de nadie, para no cambiar. Unas me parecen demasiado estrictas, otras muy permivas, algunas poco modernas, otras demasiado avanzadas. Señor, ayúdame a descubrir el don de todas las personas, a seguir el mensaje que tú me ofreces a través de cada una.

Conviérteme, para ser regalo tuyo para los demás. Amén.

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

martes, 15 de septiembre de 2020

Martes 15 de septiembre

Nuestra Señora de los Dolores

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 19,25-27

En aquel tiempo, junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre: "Mujer, ahí tienes a tu hijo." Luego, dijo al discípulo: "Ahí tienes a tu madre." Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

María estaba al pie de la cruz, junto a su hijo. María se mantuvo a distancia cuando Jesús “triunfaba”, cuando querían hacerle rey, cuando lo aclamaban... Pero ahora, en la cruz, María está cerca, muy cerca.
“Gracias, María, por tu ejemplo de fidelidad y entereza”
“Gracias por estar siempre a mi lado, sobre todo cuando sufro”
“Danos fuerza, Señor, para acompañarte siempre”

“Mujer, ahí tienes a tu hijo... Hijo, ahí tienes a tu madre”. Jesús está preocupado por sus discípulos y cuando ya les ha dado todo, les da a su madre, para que los cuide, para que aliente su fe. María acogió la nueva misión y en su corazón resonaron aquellas palabras primeras: “hágase en mí según tu palabra”
“Gracias, María, por ser madre, nuestra madre, mi madre”
“Gracias, Jesús, por compartir con nosotros hasta a tu madre”
“María, enséñanos a estar cerca de los que sufren”

Para contemplar a María al pie de la cruz puede ayudarnos esta composición poética, llamada Stabat Mater:


La Madre piadosa estaba junto a la cruz, y lloraba
mientras el Hijo pendía;
cuya alma triste y llorosa, traspasada y dolorosa,
fiero cuchillo tenía.

¡Oh cúan triste y afligida estaba la Madre herida,
de tantos tormentos llena, cuando triste contemplaba
y dolorosa miraba del Hijo amado la pena!

¿Y cúal hombre no llorara si a la Madre contemplara
de Cristo en tanto dolor?
¿Y quién no se entristeciera, Madre piadosa, si os viera
sujeta a tanto rigor?

Por los pecados del mundo, vio a Jesús en tan profundo
tormento la dulce Madre.
Vio morir al Hijo amado que rindió desamparado
el espíritu a su Padre.

¡Oh dulce fuente de amor hazme sentir tu dolor
para que llore contigo.
Y que, por Cristo amado, mi corazón abrasado
más viva en él que conmigo.

Y, porque a amarlo me anime, en mi corazón imprime
las llagas que tuvo en sí.
Y de tu Hijo, Señora, divide conmigo ahora
las que padeció por mí.

Hazme contigo llorar y de veras lastimar
de sus penas mientras vivo;
porque acompañar deseo en la cruz, donde lo veo,
tu corazón compasivo.

¡Virgen de vírgenes santas!, llore ya con ansias tantas
que el llanto dulce me sea;
porque su pasión y muerte
tenga en mi alma de suerte que siempre sus penas vea.

Haz que su cruz me enamore y que en ella viva y more
de mi fe y amor indicio;
porque me inflame y encienda y contigo me defienda
en el día del juicio.

Haz que me ampare la muerte de Cristo,
cuando en tan fuerte trance, vida y alma estén;
porque, cuando quede en calma el cuerpo, vaya mi alma
a su eterna gloria. Amén.

---------------------------

Señor Jesús,
aquí nos tienes reunidos al pie de la Cruz,
con tu Madre y el discípulo amado.

Te pedimos perdón por nuestros pecados
que son la causa de tus sufrimientos de ayer y hoy.

Te damos gracias por haber pensado en nosotros
en aquella hora de salvación
y habernos dado a María por Madre.

Virgen Santa, acógenos bajo tu protección
y haznos cercanos a tus hijos que sufren.

San Juan, alcánzanos la gracia
de acoger como tú a María en nuestra vida
y para seguir a Jesús con ella y como ella. Amén.

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.