viernes, 21 de febrero de 2020

Viernes 21 de febrero

Viernes de la 6ª semana del t.o.

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 8, 34-39

En aquel tiempo, Jesús llamó a la gente y a sus discípulos y les dijo: El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga.
Mirad, el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará.
Pues ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si arruina su vida? ¿O qué podrá dar uno para recobrarla? Quien se avergüence de mí y de mis palabras en esta época descreída y malvada, también el Hijo del Hombre se avergonzará de él cuando venga con la gloria de su Padre entre sus santos ángeles.
Y añadió: os aseguro que algunos de los aquí presentes no morirán sin haber visto llegar el reino de Dios en toda su potencia.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Jesús se da cuenta de que muchos le siguen por interés, por las curaciones, porque es alimenta el hambre de sus estómagos, sin embargo, pocos quieren seguir el nuevo estilo de vida que él propone. Y nosotros ¿por qué seguimos a Jesús? ¿por qué rezamos? ¿Qué le dices a Jesús?

Dar la vida, coger la cruz. Éste es el nuevo estilo de vida que nos plantea Jesús. Hace 2000 años este camino parecería difícil de recorrer. A nosotros, instalados en la sociedad del confort, se nos antoja casi imposible.
    "Señor, ¿cómo debo dar la vida y coger la cruz?"
    "Dame la fuerza de tu Espíritu y de los hermanos para seguir tu camino"

¿Dar la vida? ¿coger la cruz? ¿para qué? ¿por capricho? ¿para machacarnos? No. Cristo dio la vida para que todos tuviéramos más vida, para recuperarla multiplicada. Cristo cogió la cruz para que todos pudiésemos gozar de la resurrección.
    "Gracias Jesús por dar la vida, para que tengamos vida"
    "Gracias por las personas que siguen tu ejemplo"
    "Ayúdanos a creer y a experimentar que sólo vivimos cuando damos la vida"

Jesucristo ha dicho: "Quién quiera guardarse su vida, la perderá;
y quién la gaste por Mí, la recobrará en la vida eterna".
Pero a nosotros nos da miedo gastar la vida, entregarla sin reservas.

Un terrible instinto de conservación nos lleva hacia el egoísmo,
y nos atenaza cuando queremos jugarnos la vida. Tenemos seguros por todas partes para evitar los riesgos.
Y sobre todo está la cobardía...

Señor Jesucristo, nos da miedo gastar la vida.
Pero la vida Tú nos la has dado para gastarla;
no se la puede economizar en estéril egoísmo.

Gastar la vida es trabajar por los demás, aunque no paguen;
hacer un favor al que no lo va a devolver;
gastar la vida es lanzarse aun al fracaso, si hace falta,
sin falsas prudencias; es quemar las naves en bien del prójimo.

Somos antorchas que sólo tenemos sentido cuando nos quemamos;
sólo entonces seremos luz.
Líbranos de la prudencia cobarde,
la que nos hace evitar el sacrificio y buscar la seguridad.

Gastar la vida no se hace con gestos ampulosos y falsa teatralidad.
La vida se da sencillamente, sin publicidad,
como el agua de la vertiente, como la madre da el pecho a su bebé,
como el sudor humilde del sembrador.

Entrénanos, Señor, a lanzarnos a lo imposible,
porque detrás de lo imposible está tu gracia y tu presencia;
no podemos caer en el vacío.

El futuro es un enigma,
nuestro camino se interna en la niebla;
pero queremos seguir dándonos,
porque Tú estás esperando en la noche,
con mil ojos humanos rebosando lágrimas.

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

jueves, 20 de febrero de 2020

Jueves 20 de febrero

Jueves de la 6ª semana del t.o.

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 8, 27-33

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Felipe; por el camino preguntó a sus discípulos: ¿Quién dice la gente que soy yo? Ellos le contestaron: Unos, Juan Bautista; otros, Elías, y otros, uno de los profetas.
El les preguntó: Y vosotros, ¿quién decís que soy? Pedro le contestó: Tú eres el Mesías.
El les prohibió terminantemente decírselo a nadie.
Y empezó a instruirlos: El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los senadores, sumos sacerdotes y letrados, ser ejecutado y resucitar a los tres días.
Se lo explicaba con toda claridad.
Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo.
Jesús se volvió, y de cara a los discípulos increpó a Pedro: ¡Quítate de mi vista, Satanás ! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Llega el tiempo de exámenes. Jesús, nuestro Maestro, nos pregunta: ¿quién decís que soy yo?
¿Sabes la respuesta? No tengas prisa en responder. No pienses solamente en lo que sabes, piensa en tu relación personal con él, piensa en cómo él influye en la vida de cada día. Cuando lo hayas pensado, dile la respuesta al Maestro.

¿Quieres sacar buena nota? Entonces respóndele a otra pregunta: ¿quién te gustaría que fuera Jesús en tu vida?

El examen oral ha terminado. Seguro que has obtenido un "sobresaliente". No obstante, ¡ten cuidado! ¡ojo! Pedro sacó matrícula de honor en el oral, pero en el práctico... fue un desastre. Da gracias a Dios por conocerlo y pide la fuerza de su Espíritu para vivir de acuerdo con ese conocimiento.

Esta reflexión de Madre Teresa de Calcuta nos puede ayudar a expresar lo que sentimos por Jesús:

Para mí, Jesús es 
El Verbo hecho carne. 
El Pan de la vida. 
La víctima sacrificada en la cruz por nuestros pecados. 
El Sacrificio ofrecido en la Santa Misa por los pecados del mundo y por los míos propios. 
La Palabra, para ser dicha. 
La Verdad, para ser proclamada. 
El Camino, para ser recorrido. 
La luz, para ser encendida. 
La Vida, para ser vivida. 
El Amor, para ser amado. 
La Alegría, para ser compartida. 
El sacrificio, para ser dado a otros. 
El Pan de Vida, para que sea mi sustento. 
El Hambriento, para ser alimentado. 
El Sediento, para ser saciado. 
El Desnudo, para ser vestido. 
El Desamparado, para ser recogido. 
El Enfermo, para ser curado. 
El Solitario, para ser amado. 
El Indeseado, para ser querido. 
El Leproso, para lavar sus heridas. 
El Mendigo, para darle una sonrisa. 
El Alcoholizado, para escucharlo. 
El Deficiente Mental, para protegerlo. 
El Pequeñín, para abrazarlo. 
El Ciego, para guiarlo. 
El Mudo, para hablar por él. 
El Tullido, para caminar con él. 
El Drogadicto, para ser comprendido en amistad. 
La Prostituta, para alejarla del peligro y ser su amiga. 
El Preso, para ser visitado. 
El Anciano, para ser atendido. 
Para mí, Jesús es mi Dios. 
Jesús es mi Esposo. 
Jesús es mi Vida. 
Jesús es mi único amor. 
Jesús es mi Todo.

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

miércoles, 19 de febrero de 2020

Miércoles 19 de febrero

Miércoles de la 6ª semana del t.o.

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 8, 22-26

En aquel tiempo, Jesús y los discípulos llegaron a Betsaida.
Le trajeron un ciego pidiéndole que lo tocase.
El lo sacó de la aldea, llevándolo de la mano, le untó saliva en los ojos, le impuso las manos y le preguntó: ¿Ves algo? Empezó a distinguir y dijo: Veo hombres, me parecen árboles, pero andan.
Le puso otra vez las manos en los ojos; el hombre miró: estaba curado, y veía todo con claridad.
Jesús lo mandó a casa diciéndole: No se lo digas a nadie en el pueblo.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Nos preguntamos ¿Cómo andamos de vista? ¿Nuestra mirada es como la de Jesús?

Cuando miro a las personas ¿veo árboles que andan o hermanos a los que debemos amar?
Cuando me imagino a Dios ¿veo a un Poder que nos agobia, un Policía que nos vigila, o un Padre que nos acoge?
Cuando vivo situaciones difíciles ¿veo solamente una cruz de la que escapar o posibilidades para crecer?
Cuando me miro ¿me doy cuenta sólo de mis fallos, me fijo exclusivamente en mis virtudes, o descubro equilibradamente mis posibilidades y carencias?
Cuando miro ¿me dejo impresionar por los detalles pequeños de la vida? ¿miro por simple curiosidad, por interés o por amor?
    "Señor, toca mis ojos y cura mi mirada"
    "Que sepa mirar como tú, Señor"
    "Perdona mi mirada estrecha y egoísta"

Y ahora se trata de asumir un reto: acercar al Señor a los ciegos que conozcamos, para que puedan volver a ver. ¿Qué le dices a Jesús?

A veces  nos encontramos
como el ciego en el camino.
Tenemos los ojos cerrados a la luz.
Buscamos, deseamos y necesitamos
algo más para atravesar las calles
de la vida.

Pero nos ciegan cosas;
es la vida con sus luces de colores;
es el dinero, es la moda y la propaganda...
Estamos comenzando a vivir
y todos quieren nuestras vidas.

Dios de la luz y de la libertad:
a Tí que eres el Dios único,
venimos a pedirte rebeldía.
Llega a nosotros la propaganda
del mundo de lo fácil,
de lo cómodo  y del placer...
y nos dejamos apresar como moscas en la miel.

Queremos abrir los ojos y ver
la verdad de las cosas
y de nosotros mismos.

Danos rebeldía para no vendernos
ante nada ni ante nadie;
para amar la verdad por encima de todo;
para desenmascarar la farsa del mundo;
para matar a todos los ídolos.

Ven a nuestras vidas
a romper nuestras ataduras;
a sacarnos de la mentira,
a abrirnos los ojos;
a levantarnos del suelo;
a liberarnos de los dioses.

Porque sólo Tú eres la verdad,
y sin Ti renacen los ídolos.
Porque solo tue eres luz y libertad,
y sin ti podemos caminar.
Porque sólo Tú pones las cosas en su sitio
y nos enseñas a usarlas sin adorarlas
Sólo tu nos haces libres.

Haznos creyentes en Ti,
simplemente creyentes,
para que seamos rebeldes,
libres y solidarios,
en todas las encrucijadas de la vida.

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

martes, 18 de febrero de 2020

Martes 18 de febrero

Martes de la 6ª semana del t.o.

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 8, 14-21

En aquel tiempo, a los discípulos se les olvidó llevar pan, y no tenían más que un pan en la barca.
Jesús les recomendó: Tened cuidado con la levadura de los fariseos y con la de Herodes.
Ellos comentaban: Lo dice porque no tenemos pan.
Dándose cuenta, les dijo Jesús: ¿Por qué comentáis que no tenéis pan? ¿No acabáis de entender? ¿Tan torpes sois? ¿Para qué os sirven los ojos si no veis, y los oídos si no oís? A ver, ¿cuántos cestos de sobras recogisteis cuando repartí cinco panes entre cinco mil? ¿Os acordáis? Ellos contestaron: Doce ¿Y cuántas canastas de sobras recogisteis cuando repartí siete entre cuatro mil? Le respondieron: Siete.
El les dijo: ¿Y no acabáis de entender?

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Jesús advierte a sus discípulos de las malas maneras que gastan los fariseos y Herodes. Pero entienden las palabras de Jesús como un reproche contra ellos. A los discípulos les cuesta entender a Jesús. ¡Es tan distinto a todo lo que han conocido!
A nosotros nos pasa lo mismo. Tenemos dificultades para comprender. Por eso, necesitamos paciencia, mucha paciencia, para asumir que la santidad es una larga carrera, en la que los retrocesos y los parones forman parte de su desarrollo. Lo importante es querer avanzar y poner los medios para hacerlo.
    "Señor, dame paciencia para no tirar la toalla"
    "Ilumíname con tu luz, Señor"
    "Dame la fuerza de tu Espíritu"

Pero no gastemos toda la paciencia con nosotros mismos. Necesitamos también emplearla con los demás. En ocasiones no nos comprenden, o nos comprenden poco o muy lentamente.
    "Señor, perdona mi falta de comprensión"
    "Ayúdame a esperar en mis hermanos"
    "Gracias por las personas que han sido pacientes conmigo"

Señor, me impresiona la paciencia
que tienes conmigo y con todos tus hijos.

Cuando te acercas y yo me alejo,
Tú esperas y alientas mi regreso.

Cuando me enfado contigo y con los hermanos,
Tú esperas y sigues ofreciéndome tu mejor sonrisa.

Cuando me hablas y no comprendo o no te contesto,
Tú esperas y sigues ofreciéndome tu palabra.

Cuando no sé qué camino debo elegir,
Tú esperas y sigues dándome luz y valor.

Cuando me cuesta servir y entregarme,
Tú esperas y das tu vida por mí, sin reservarte nada.

Cuando soy egoísta y no doy buenos frutos,
Tú esperas, me riegas y me abonas.

Cuando me amas y yo no correspondo,
Tú esperas y multiplicas tus gestos de cariño.

En tu paciencia se esconden mis posibilidades de mejorar, de crecer,
de ser yo mismo, de cumplir lo que Tú has soñado para mí, de ser plenamente feliz.

Señor, que sepa aprovechar las oportunidades
que tu paciencia me brinda.

Y que tu paciencia me ayude a ser paciente con los hermanos. Amén.

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

lunes, 17 de febrero de 2020

Lunes 17 de febrero

Lunes de la 6ª semana del t.o.

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 8, 11-13

En aquel tiempo, se presentaron los fariseos y se pusieron a discutir con Jesús; para ponerlo a prueba, le pidieron un signo del cielo.
Jesús dio un profundo suspiro y dijo: ¿Por qué esta generación reclama un signo? Os aseguro que no se le dará un signo a esta generación.
Los dejó, se embarcó de nuevo y se fue a la otra orilla.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Jesús curaba ciegos, cojos, mudos... Jesús da de comer a miles de personas con unos pocos panes... Jesús espabila la esperanza de los tristes, levanta a los que se caen... Sin embargo para los fariseos no es suficiente. Por eso, piden a Jesús un signo del cielo. 

A veces también nosotros somos así. Hemos visto la luz de Dios en algunos momentos, hemos sentido su amor en nuestro corazón... Pero no nos basta. Y estamos pidiendo continuamente a Dios que se nos manifieste, que nos de pruebas de su existencia, de su cercanía, de la vocación a la que nos llama...

Bajo las olas agitadas del odio,
¡cuánta bondad, Señor,
y cuánto amor hay en nuestro mundo!
 
El bien queda oculto
a las miradas superficiales
y sólo se descubre
con los ojos del corazón.
 
Hay que sanar el corazón
para poder contemplar las maravillas del Espíritu.
 
Sorprender al pobre que da a otro pobre
la moneda que él necesitaba para vivir;
encontrar a la mujer que ya ha perdonado
a quien acaba de asesinar a su hijo;
conocer al apóstol
que deja a su padre y a su madre,
que abandona su casa, su lengua, su cultura, su país
y marcha para siempre
a anunciar la Buena Nueva a los pobres.
 
Señor, ilumina los ojos de nuestro espíritu,
descúbrenos las maravillas que realizas
continuamente en nosotros
y enséñanos a cantar el magnificat
de acción de gracias
para alabanza de tu gloria.
Amén.
 
Ángel Sanz Arribas, cmf.

Y, hoy como ayer, Jesús suspira profundamente... y marcha a otra parte.

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

domingo, 16 de febrero de 2020

Domingo 16 de febrero

Domingo de la 6ª semana del t.o. A

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 5, 17-37

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
[No creáis que he venido a abolir la ley o los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud.
Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley.
El que se salte uno sólo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres, será el menos importante en el Reino de los Cielos.]
Pero quien los cumpla y enseñe, será grande en el Reino de los Cielos.
Os los aseguro: si no sois mejores que los letrados y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos.
Habéis oído que se dijo a los antiguos: no matarás, y el que mate será procesado.
Pero yo os digo: todo el que esté peleado con su hermano será procesado. [Y si uno llama a su hermano «imbécil», tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama «renegado», merece la condena del fuego.
Por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda.
Con el que te pone pleito procura arreglarte en seguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez, y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último cuarto.]
Habéis oído el mandamiento «no cometerás adulterio.» Pues yo os digo: el que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior.
[Si tu ojo derecho te hace caer, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en el Abismo.
Si tu mano derecha te hace caer, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero al Abismo.
Está mandado: «El que se divorcie de su mujer, que le dé acta de repudio.»
Pues yo os digo: el que se divorcie de su mujer—excepto en caso de prostitución—la induce al adulterio, y el que se case con la divorciada comete adulterio.]
Sabéis que se mandó a los antiguos: «No jurarás en falso» y «Cumplirás tus votos al Señor.»
Pues yo os digo que no juréis en absoluto: [ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo pelo]. A vosotros os basta decir sí o no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Jesús actúa con libertad y en ocasiones se salta la ley: no respeta el descanso del sábado, habla a solas con la samaritana... Pero nunca incumple los preceptos por capricho o por conveniencia propia. No ha venido a anular la ley, sino a darle plenitud, a perfeccionarla, para que responda mejor a la voluntad de Dios, para que sea más útil a las personas.

La ley de Dios, la Palabra de Jesús no esclaviza, da libertad, es camino de felicidad, de salvación.

Pasan los días y los años
se enreda la historia, y se llena
de nombres, de rostros, de gestos.
Se suceden los llantos y las risas.
Se arrugan los rostros y las manos.
Se llena de nieve el cabello.
Hay heridas que al fin cicatrizan.
 
Pasan palabras que se olvidan,
canciones que mueren,
versos que nadie recita más.
Pasa la vida, sólo una.
Pero tu palabra permanece.
 
Permanece el amor, como fuerza
poderosa. Permanece cada caricia
que humaniza el mundo;
cada acto de perdón,
y cada fiesta sin excluidos.
 
Permanece la bienaventuranza
como una forma de ser,
y el prójimo, y el abrazo
al hijo ausente que regresa.
Tu palabra no pasa. Nunca
 
José Mª Rodríguez Olaizola, sj

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Arranca la mano de piedra,
que aprieta con saña
y apunta con odio,
cocina maldades
y pone cadenas…
Verás cómo crece
la mano de carne
que acuna y aquieta,
que quita cerrojos,
que escribe poemas
 
Arranca la pierna de piedra
que al pisar aplasta,
que avanza sin norte,
y, cerril, patea.
Verás cómo crece
la pierna de carne,
que baila ligera,
que te lleva, lejos,
donde Dios te llama,
donde el hombre espera.
 
José Mª Rodríguez Olaizola, sj

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

sábado, 15 de febrero de 2020

Sábado 15 de febrero

Sábado de la 5ª semana del t.o.

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 8, 1-10

Uno de aquellos días, como había mucha gente y no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: Me da lástima de esta gente; llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer, y si los despido a sus casas en ayunas, se van a desmayar por el camino.
Además, algunos han venido desde lejos.
Le replicaron sus discípulos: ¿Y de dónde se puede sacar pan, aquí, en despoblado, para que se queden satisfechos? El les preguntó: ¿Cuántos panes tenéis? Ellos contestaron: Siete.
Mandó que la gente se sentara en el suelo: tomó los siete panes, pronunció la Acción de Gracias, los partió y los fue dando a sus discípulos para que los sirvieran.
Ellos los sirvieron a la gente.
Tenían también unos cuantos peces: Jesús los bendijo, y mandó que los sirvieran también.
La gente comió hasta quedar satisfecha, y de los trozos que sobraron llenaron siete canastas; eran unos cuatro mil.
Jesús los despidió, luego se embarcó con sus discípulos y se fue a la región de Dalmanuta.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Jesús siente lástima. Sentir lástima es empatizar, es compartir los sentimientos del otro... Sintió lástima de aquella gente. Y siente lástima de ti, que también tienes hambre de justicia, de paz interior... Dale gracias a Dios y siéntete acompañado y comprendido por Dios en todos tus afanes.

¿Y de donde vamos a sacar comida para tantos? Es la respuesta lógica de los discípulos. A veces nosotros razonamos como ellos: ¿qué puedo hacer yo, si soy tan poca cosa, para mejorar el ambiente de mi familia, del grupo de amigos, del barrio o del pueblo? Si no nos podemos todos de acuerdo no podemos hacer nada.

A Jesús no le valen estas respuestas. Él no espera a tener 1000 panes para ayudar a aquella gente. No se queda cruzado de brazos hasta que todos se ponen manos a la obra. Jesús se pone en marcha, moviliza a sus discípulos... y reza. Esa es la actitud del creyente ante los problemas de las personas de la Iglesia y del mundo: sentir lástima, ponerse en marcha, movilizar a los más cercanos y rezar. ¿Qué te dice Dios? ¿qué le dices?

Señor Jesús,
 gracias por tu corazón compasivo,
 un corazón que nunca pasa de largo
 que siente nuestras hambres más profundas
 y nos ofrece gratis el mejor alimento.


 Jesús Resucitado,
 gracias por compartir con nosotros
 el pan bendito de tu vida nueva,
 el vino bueno de la alegría eterna,
 el agua fresca de la esperanza cierta.


 Señor nuestro,
 danos un corazón como el tuyo,
 un corazón cercano y generoso
 para compartir el pan, el vino y el agua
 con todos los hambrientos del camino.


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.