Viernes Santo
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
Pasión según San Juan. Texto íntegro.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
- Lee la Pasión como si presente te hallases en esa tierra y en ese
tiempo, no como un mero espectador; lee con tranquilidad y sosiego, sin
ir a buscar nada en especial, imaginando las escenas, los rostros,
dejando que resuenen en el corazón las palabras y los silencios,
deteniendo la lectura cuando algo te impresione, dándole vueltas en el
corazón.
- Después de esta primera lectura, puedes hacer otras, fijándote en los
pasajes en los que encontraste luz o resistencia, en aquellos que
movieron tu gratitud o te llevaron a pedir perdón.
- Y no olvides nunca que Jesús vivió, sufrió y murió por ti, para dar
sentido a tu vida, para que puedas ser feliz, hoy y toda la eternidad.
Cristo está crucificado. La muerte se acercaba. Y Jesús comprendió que
no podía perder esta hora final en la que tantas cosas importantes le
faltaban por hacer y decir. Tendría que ahorrar palabras porque ya no le
quedaba mucho aliento, pero las que dijera tendrían que ser
verdaderamente «palabras sustanciales», su testamento para la humanidad
futura, palabras como carbones encendidos que no pudieran apagarse jamás
y en las que permaneciera no sólo su pensamiento, sino su alma entera,
el sentido de cuanto era y de cuanto había venido a hacer en este mundo,
el último y mejor tesoro de su vida. Y de su muerte. (José Luis Martín
Descalzo).
I. «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen»
Cuando
hacemos daño a una persona, en el fondo, no sabemos lo que hacemos. Nos
estamos haciendo daño a nosotros mismos. Estamos haciendo daño a Dios.
Jesús, enséñanos a medir las consecuencias de lo que hacemos, ayúdanos a pedir perdón y a perdonar.
II. «En verdad te digo: hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso»
¡Qué fácil es robarte el Paraíso! No lo merecemos, pero tu corazón, sin puertas, siempre abierto, nos lo ofrece cada día.
Sólo tenemos que desearlo, pedirlo y disfrutarlo.
III. «¡Mujer, he ahí a tu Hijo! ¡He ahí a tu madre!»
Señor
Jesús, en la cruz, agonizante, nos ofreciste el último presente, el más
hermoso. Nos regalaste a María, tu madre, que, a partir de ese día es
también nuestra Madre.
María, Madre de Jesús y madre nuestra,
queremos acogerte como el mejor tesoro, como la perla más preciosa.
Ayúdanos a acompañar a Cristo, que sigue sufriendo en los más pobres.
IV. «Dios mío, Dios, mío, ¿por qué me has abandonado?»
Dios
mío, Dios mío, ¿Por qué nos abandonas en la duda, en el miedo, en la
impotencia? ¿Por qué te callas, Dios, por qué te callas delante de la
mentira, la mentira y la injusticia?
En la hora de las tinieblas, fortalece nuestra fe, para que nunca dudemos de que Tú siempre estás con nosotros, aunque calles.
V. «¡Tengo sed!»
Jesús, tienes la sed del Amor que no te
damos. Tienes la sed de todas las personas que desean un mundo más
humano, más alegre, más fraterno.
¡Danos sed de Amor, de vida plena! ¡Danos sed! La sed nos conducirá al agua viva que sólo Dios nos puede dar.
VI. «Todo está consumado»
Jesús, todo está cumplido por tu
parte. Tú ya lo has hecho todo, todo bien. El Padre te confío la misión
de amarnos y reconciliarnos y lo has dado todo.
Señor, danos luz y
fuerza para continuar y completar tu misión, para entregarnos del todo, a
fin de que el perdón y el amor de Dios llegue a toda la humanidad.
VII. «¡Padre, en tus manos entrego mi Espíritu!»
Tú
viniste del Padre y ahora al Padre vuelves. Y el Padre te acoge
satisfecho, por tu entrega sin medida. Descansa en Paz, por fin, Jesús,
en la Paz del Padre, eterna.
Padre, en tus manos depositamos nuestras
vidas y entregamos los gozos y las esperanzas, las tristezas y las
angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y
de cuantos sufren. En tus manos, encontramos la Paz y la fuerza que
resucita.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
viernes, 7 de abril de 2023
Viernes, 7 de abril de 2023. Viernes Santo.
jueves, 6 de abril de 2023
Jueves, 6 de abril de 2023. Jueves Santo.
Jueves Santo
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 13,1-15
Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la
hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que
estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Estaban cenando, ya el
diablo le había metido en la cabeza a Judas Iscariote, el de Simón, que
lo entregara, y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus
manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se
quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la
jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con
la toalla que se había ceñido. Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo:
"Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?" Jesús le replicó: "Lo que yo hago tú
no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde." Pedro le dijo:
"No me lavarás los pies jamás." Jesús le contestó: "Si no te lavo, no
tienes nada que ver conmigo." Simón Pedro le dijo: "Señor, no sólo los
pies, sino también las manos y la cabeza." Jesús le dijo: "Uno que se ha
bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está
limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos." Porque sabía
quién lo iba a entregar, por eso dijo: "No todos estáis limpios."
Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y
les dijo: "¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me
llamáis "el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si
yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros
debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que
yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis."
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Sabiendo que iba a morir, que había llegado la hora de pasar de este
mundo al Padre, Jesús quiere grabar en el corazón de sus discípulos la
enseñanza más importante: el amor, el amor acogido y ofrecido, el amor
expresado en el servicio.
Jesús sorprende una vez más a sus discípulos. Tuvieron que quedarse
desconcertados. Sus ojos siguen los movimientos del Maestro sin perder
detalle, sin atreverse a preguntar nada. Jesús se quita el manto (signo
de poder), toma una jofaina con agua y una toalla y se pone a lavar los
pies de sus discípulos (un servicio que ni siquiera los esclavos judíos
estaban obligados a realizar).
“Señor, también me lavas los pies hoy a mí. Gracias”
“Gracias por todas las personas que saben servir”
Pedro se atreve a romper el silencio: “¿Lavarme tú los pies a mí? No me
lavarás los pies jamás”. A Pedro no le cabe en la cabeza que Jesús, el
Maestro, el Santo, el Señor, se ponga de rodillas ante él, el discípulo,
el pecador, el esclavo. No le cabe en la cabeza.
Tampoco a nosotros nos cabe en nuestra pequeña cabeza que Dios no
utilice su poder para dominar. No podemos comprender que Dios manifieste
su grandeza a través del perdón y la misericordia. Cuando buscamos a
Dios nos cuesta bajar la mirada desde los cielos inmensos hasta los
hermanos que lavan nuestros pies. En ellos está Dios sirviendo.
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
Deja que resuenen en ti las palabras de Jesús:
"Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo."
"¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis "el
Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el
Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis
lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he
hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis."
Jesús...
Naciste por mí, porque me amas.
Me miras con ternura, porque me amas.
Me llamas para ser más feliz, porque me amas.
Me das compañeros de camino, porque me amas.
Me perdonas y me ayudas a perdonarme, porque me amas.
Me revelas tus secretos porque me amas.
Levantas mi esperanza derrumbada, porque me amas.
Tu grandeza se muestra en mi debilidad, porque me amas.
Me alimentas con tu cuerpo hecho pan, porque me amas.
Te arrodillas ante mí y me lavas los pies y el alma, porque me amas.
Llamas y envías sacerdotes, para ayudarme a sentir tu amor, tu perdón, tu fuerza y tu alegría, porque me amas.
Compartes conmigo tu angustia y tu tristeza en Getsemaní, porque me amas.
Gracias, Jesús, por tanto amor inmerecido.
Gracias porque tu amor transforma mi corazón.
Gracias porque puedo ser transparencia de tu amor.
Vamos a compartir
los abrazos y besos que surgen en este instante,
los gozos tenidos en el camino,
los latidos de nuestro corazón herido
y esta cena tan singular y entrañable.
Vamos a compartir
lo poco que estos años hemos comprendido,
la exigua luz que nos alcanza y no retenemos,
los intentos fallidos por salir del laberinto
y los miedos acumulados de todos los tiempos.
Vamos a compartir
los borradores de nuestros proyectos no hechos,
el clamor de tantos gritos y silencios,
los balbuceos y suspiros más íntimos
y los sudores del cuerpo y del espíritu.
Vamos a compartir
la palabra que nos nace de las entrañas,
la que nos viene de arriba, como escarcha,
la que nos brota de manantiales inciertos
y la que nos alcanza y puja por salir fuera.
Vamos a compartir
el tiempo de los poemas y las canciones,
del silencio, la danza y la palabra sagrada,
de las tertulias tenidas en la tardiada
y de las noches pasadas bajo la luna.
Vamos a compartir
La pobreza de nuestra historia,
la sabiduría acumulada de los años,
las arrugas y huellas de nuestro rostro
y las yemas que nos quedan de la infancia.
Vamos a compartir
las enseñanzas de nuestros encuentros fraternos,
el calor de nuestros hogares fecundos,
las redes de nuestro trabajo en equipo
y las madejas de todos nuestros sueños.
Vamos a compartir
tus enseñanzas de aquella noche cargada,
el pan y vino que nos dejaste gratis,
tu ejemplo cuando nos lavaste
y los surcos del Espíritu por seguirte.
Vamos a compartir
lo que parecen locas intuiciones,
nuestras pocas e inseguras verdades,
las sendas y caídas yendo al Padre
y las cabañas que nos protegen.
Vamos a compartir
la penumbra de la ciencia y la fe,
de la caridad y de la esperanza,
de la pobreza y de la gracia
del gozo y la risa humana.
¡ Nunca la última palabra,
nunca atisbos de superior sabiduría,
nunca sentar cátedra,
nunca verdades absolutas!
Y así, Señor, somos y nos vamos haciendo,
hijos y hermanos, discípulos y amigos,
en este tiempo de pasión y gloria,
compartiéndonos.
Florentino Ulibarri
------------------
Temo el momento de dar;
más, el momento de darme.
¿Pierdo la seguridad
si dejo de ser cobarde?
El secreto de la paz,
sin embargo, el alma sabe:
compartir, saber amar
aun a costa de la sangre.
Luis Carlos Flores Mateos, sj
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
miércoles, 5 de abril de 2023
Miércoles, 5 de abril de 2023
Miércoles Santo
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 26, 14-25
En aquel tiempo, uno de los doce, llamado Judas Iscariote, fue a los
sumos sacerdotes y les propuso: ¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo
entrego? Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces
andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.
El primer día de los ázimos se acercaron los discípulos a Jesús y le
preguntaron: ¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua? El
contesto: Id a casa de Fulano y decidle: "El Maestro dice: mi momento
está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos".
Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la
Pascua. Al atardecer se puso a la mesa con los doce. Mientras comían,
dijo: Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar. Ellos
consternados se pusieron a preguntarle uno tras otro: ¿Soy yo acaso,
Señor? El respondió: El que ha mojado en la misma fuente que yo, ése me
va a entregar. El Hijo el Hombre se va como está escrito de él; pero ¡ay
del que va a entregar al Hijo del Hombre!, más le valdría no haber
nacido. Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: ¿Soy yo
acaso, Maestro? El respondió: Así es.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Hoy es el evangelista Mateo el que nos cuesta la traición de Judas. Fijémonos en algunos detalles:
- Jesús fue vendido por 30 monedas.
Para Dios, las personas no tenemos precio, tenemos dignidad; sólo las
cosas tienen precio. Nos duele que nos traten mal, como si fuéramos una
máquina, un pañuelo de usar y tirar, o un felpudo...
Sin embargo, a veces tratamos a las personas como si fueran cosas y a las cosas con la dignidad de las personas.
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
- Judas comparte su tiempo y su corazón: con los que quieren matar a
Jesús y con el propio Jesús. Vende a Jesús y come con él. Con una mano
acepta las 30 monedas y con la otra moja en fuente del Señor. Y en el
colmo de la contradicción lo llama “Maestro” y pregunta “Soy yo acaso”.
Es difícil encontrarse en tamaña contradicción, en una esquizofrenia
así. Pero nadie es ajeno a esta realidad. Nos atrae Jesús y tantas otras
cosas contrarias a su proyecto. Dedicamos tiempo a servir a los demás,
pero buscamos compensaciones, reconocimientos...
Lo importante es no acostumbrarse a estas contradicciones, tratar de
superarlas, con la ayuda de Dios, con nuestro esfuerzo y con una
importante dosis de paciencia, para no hacernos daño.
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
Señor de la libertad y del amor, nos duele saber que cada año más de un
millón de personas son víctimas de la trata y de la esclavitud: mujeres,
hombres y niños que son engañados y transportados a lugares
desconocidos.
Nos duele que, muy cerca de nosotros, otras personas sean vendidas por
la injusticia de un modelo económico que deja en la cuneta a los más
débiles de la sociedad.
Señor, nos duele que la dignidad humana sea pisoteada, a través del engaño, la amenaza y el uso de la fuerza.
Ilumina
a quienes compran y venden a otras personas; a las que con sus
decisiones provocan graves sufrimientos. Ayúdales a darse cuenta de la
gravedad de sus injustas acciones. Haz que vean y respeten el valor y la
dignidad de todo ser humano.
Señor de la Vida, ayuda, sobre
todo, a todas las víctimas; cura sus heridas con el aciete del consuelo y
la esperanza. Dales fuerza para que puedan rehacer sus vidas.
Señor,
Dios de la misericordia, danos valentía para denunciar y protestar
contra la práctica humillante de la trata de los seres humanos y contra
todo atropello de la dignidad humana. Llénanos de la sabiduría y del
valor necesarios para ser solidarios con las víctimas. Danos la gracia
de trabajar contigo en la construcción de un mundo más fraterno.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
martes, 4 de abril de 2023
Martes, 4 de abril de 2023
Martes Santo
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 13, 21-33. 36-38
En aquel tiempo, Jesús, profundamente conmovido, dijo: Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.
Los discípulos se miraron unos a otros perplejos, por no saber de quién
lo decía. Uno de ellos, al que Jesús tanto amaba, estaba a la mesa a su
derecho. Simón Pedro le hizo señas para que averiguase por quién lo
decía. Entonces el, apoyándose en el pecho de Jesús, le pregunto Señor:
¿quién es?
Le contestó Jesús: Aquél a quien yo le dé este trozo de pan untado. Y
untando el pan se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote. Detrás del
pan, entró en él Satanás. Entonces Jesús le dijo: Lo que tienes que
hacer hazlo en seguida.
Ninguno de los comensales entendió a qué se refería. Como Judas guardaba
la bolsa, algunos suponían que Jesús le encargaba comprar lo necesario
para la fiesta o dar algo a los pobres.
Judas, después de tomar el pan, salió inmediatamente. Era de noche.
Cuando salió dijo Jesús: Ahora es glorificado el Hijo del Hombre y Dios
es glorificado en él (Si Dios es glorificado en el, también Dios lo
glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará).
Simón Pedro le dijo: Señor, ¿a dónde vas? Jesús le respondió: Adonde yo
voy no me puedes acompañar ahora, me acompañarás más tarde. Pedro
replicó: Señor, ¿por qué no puedo acompañarte ahora? Daré mi vida por
ti. Jesús le contesto: ¿Con que darás tu vida por mí? Te aseguro que no
cantará el gallo antes que me hayas negado tres ve
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
El evangelista antes de contarnos lo sucedido quiere que tomemos
conciencia del estado de ánimo de Jesús: estaba profundamente conmovido.
Jesús sigue profundamente conmovido ante el dolor y la tristeza de los
niños que no han conocido nunca la paz, la educación, una alimentación
adecuada... ante el sufrimiento de todas las personas.
“Señor, ayúdanos a compartir tus sentimientos
y a hacer realidad tus mismas opciones”
La noche se cernía sobre Judas, y sobre Pedro, y sobre cada uno de los apóstoles.
Nuestro pobre corazón a veces desprecia al que más nos ama, en otras
ocasiones tiene miedo de dar la cara por el amigo. Hacemos lo que no
debemos, lo que no queremos.
“Perdona Señor nuestras traiciones y cobardías”
“Gracias por tu amor, a prueba de traición”
“Enséñanos a seguir amando al que nos falla”
Dar un trozo de pan untado no sólo es un signo de servicio, expresa amistad profunda, amor verdadero.
“Enséñanos a seguir amando al que nos falla”
La debilidad de Judas y de Pedro nos ayuda a situarnos antes nuestra debilidad:
Señor, no me gusta ser débil. No me gusta tener una salud
quebradiza. No me gusta equivocarme. No quiero depender de nada, de
nadie. Tampoco me gusta depender de ti, Señor. Lo reconozco. Pienso que
todo habría sido mejor sin los defectos y faltas que me avergüenzan.
Tú,
sin embargo, Señor, amas mi debilidad, me pides que te ofrezca mi
debilidad. Me llamas a mí, con mi amor propio, mi orgullo, mi ímpetu
dominador, mi corazón dividido, mi ansiedad, mi necesidad de relación,
mi sensibilidad que me produce tantos rompimientos de cabeza, mi
cansancio, mi perfeccionismo, mi coraje... Me quieres como soy.
Ayúdame
a comprender que en mi herida está mi don; en mi pecado, tu
misericordia; en mi pobreza, tu riqueza; en mi tentación, tu Espíritu;
en mi sufrimiento, la fuente de la sabiduría; en mi dolor, la capacidad
de comprender a los demás.
Señor, aunque me cueste, quiero apoyar
mi vida no en mi fuerza, sino en la tuya; y te ofrezco mi debilidad
como mediación amorosa para que puedas hacerte presente en la vida de
los que me rodean, de los que más me necesitan.
Oración inspirada en un texto de Ángel Moreno de Buenafuente
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
lunes, 3 de abril de 2023
Lunes, 3 de abril de 2023
Lunes Santo
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 12, 1-11
Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a
quien había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una
cena: Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban con él en la
mesa.
María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a
Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera. Y la casa se llenó de
la fragancia del perfume.
Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dice:
¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para
dárselos a los pobres? (Esto lo dijo no porque le importasen los pobres,
sino porque era un ladrón; y como tenía la bolsa llevaba lo que iban
echando)
Entonces Jesús dijo: Déjala: lo tenía guardado para el día de mi
sepultura; porque a los pobres los tenéis con vosotros, pero a mi no
siempre me tenéis.
Una muchedumbre de judíos se entero de que estaba allí y fueron no sólo
por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado de
entre los muertos. Los sumos sacerdotes decidieron matar también a
Lázaro, porque muchos judíos, por su causa, se les iban y creían en
Jesús.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
María, Marta y Lázaro son amigos de Jesús. Jesús apoya a sus amigos y se apoya en ellos…
Te doy gracias,
Padre Bueno,
Dios de la Vida,
por los amigos
que me regalas
en el camino de la vida.
Mis amigos me alientan, Señor.
Saben encontrar lo mejor de mí mismo.
Me aceptan como soy
y se alegran con lo bueno que tengo.
Me ayudan a caminar con nuevas fuerzas
y me estimulan a buscar nuevas metas.
Ellos me acompañan,
me aconsejan,
siempre están atentos
dispuestos a ayudarme
y a escuchar mis palabras.
Me recuerdan tu Presencia,
Padre Bueno,
Dios de la Vida.
Tu presencia compañera,
peregrina a mi lado,
siempre a la espera.
En el crisol de la fidelidad.
Con mis amigos, Señor,
comparto mis sueños,
mis esperanzas,
mis locas utopías
de un mundo nuevo.
Con ellos intentamos
aportar nuestro granito de arena
para que los sueños
se vuelvan realidad,
y las utopías se acerquen
en la historia y en la vida cotidiana.
Me recuerdan tu Presencia,
Padre Bueno,
Dios de la Vida.
Tu presencia
que señala el horizonte,
que enseña a mirar más allá,
que ayuda a pensar en los otros,
que muestra el camino del compromiso.
Buscando la utopía del Reino.
En el crisol de la Esperanza compartida.
Mis amigos me quieren, Señor,
me acercan su sonrisa
para alegrar mis días.
Comparten mis silencios,
escuchan mis palabras.
Están conmigo en los buenos
y en los malos días.
Me regalan su ternura,
comparten su cariño,
me ofrecen sus brazos abiertos
para el abrazo del encuentro.
Me recuerdan tu Presencia,
Padre Bueno,
Dios de la Vida.
Tu presencia
siempre generosa,
gratuita,
fresca,
llena de ternura maternal.
En el crisol del amor hecho gesto y palabra.
Mis amigos me corrigen, Señor,
me ayudan a mejorar,
me muestran mis lados oscuros,
me enseñan a cambiar.
Porque me quieren
me comentan mis errores,
me levantan de mis caídas,
me ayudan a superar
conflictos y dificultades.
Con ellos cuento siempre
y por eso te doy gracias.
Me recuerdan tu Presencia,
Padre Bueno,
Dios de la Vida.
Tu presencia
llena de luz para mi vida,
que me revela mi propia identidad,
que me muestra nuevas posibilidades
y caminos por recorrer.
Luz que me ayuda a discernir,
a conocer mis flaquezas,
y a buscar mejorar.
En el crisol de la confianza y la corrección fraterna.
Te doy gracias, Señor,
por mis amigos.
En el crisol de la vida compartida,
Padre Bueno, Dios de la Vida,
sus manos abiertas,
cercanas,
compañeras,
me transmiten tu Presencia
hecha encuentro y comunión.
Por mis amigos y amigas
¡gracias a la vida,
gracias a Dios!
Marcelo A. Murúa
--------------------
A un tiro de piedra del centro,
de la ciudad encantada que me reclama,
donde se decide el presente
y futuro de la historia
y del bienestar de tantas personas,
está Betania.
Lugar de paso y reposo.
de amigos y encuentros,
de diálogos hondos y sinceros,
de veladas hasta altas horas de la madrugada...
Nada tiene que envidiar
a la gran ciudad que sueña y puja
por ser un mercado global.
Betania,
tan necesaria como, a veces, anhelada,
testigo de tantas idas y vueltas,
luces, sueños y desahogos,
quejas, trabajos y gestos amorosos,
sigue estando hoy ahí,
a la vuelta de la esquina,
cuando saliendo de mí mismo,
y dejando mis obsesiones y trabajos a un lado,
me siento a tus pies,
a estar contigo
como un hermano,
amigo
y discípulo.
Betania:
ahora contigo, Señor,
y mañana todo seguirá vivo y resituado.
Florentino Ulibarri
María no sabe cómo agradar al Señor. Se ha pasado tantas horas
escuchándolo... y quizá sea ésta la última vez que pueda disfrutar de su
presencia y de su palabra, Y unge los pies de Jesús con perfume, con un
perfume muy caro; y los enjuga con sus cabellos. No le cabe a María el
amor en su corazón. Jesús se deja querer. Abre su gran corazón,
hambriento de amor y saciado de desprecios, para acoger el cariño de
María.
“Señor, enséñanos a expresar el amor que tenemos a las personas”
“Gracias por acoger mi amor, aunque sea pequeño y mezquino”
¡Qué lejos estaba ya Judas de Señor y de sus amigos! Sus palabras son
como una nube negra en un cielo azul. Cuando no nos ponemos en lugar
del otro, cuando no comprendemos sus sentimientos... es mejor que
callemos.
¿Qué te dice el Señor? ¿Qué le dices?
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
domingo, 2 de abril de 2023
Domingo, 2 de abril de 2023. Domingo de Ramos.
Domingo de Ramos A
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según San Mateo (26,14–27,66):
C. En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso:
S. «¿Qué estáis dispuestos a darme, si os lo entrego?»
C. Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.
C. El primer día de los Ázimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron:
S. -«¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?»
C. Él contestó:
+ «Id a la ciudad, a casa de Fulano, y decidle: "El Maestro dice: Mi momento está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos."»
C. Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua.
C. Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. Mientras comían dijo:
+ «Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.»
C. Ellos, consternados, se pusieron a preguntarle uno tras otro:
S. «¿Soy yo acaso, Señor?»
C. Él respondió:
+ «El que ha mojado en la misma fuente que yo, ése me va a entregar. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él; pero, ¡ay del que va a entregar al Hijo del hombre!; más le valdría no haber nacido.»
C. Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar:
S. «¿Soy yo acaso, Maestro?»
C. Él respondió:
+ «Tú lo has dicho.»
C. Durante la cena, Jesús cogió pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo:
+ «Tomad, comed: esto es mi cuerpo.»
C.. Y, cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias y se la dio diciendo:
+ «Bebed todos; porque ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos para el perdón de los pecados. Y os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta el día que beba con vosotros el vino nuevo en el reino de mi Padre.»
C. Cantaron el salmo y salieron para el monte de los Olivos.
C. Entonces Jesús les dijo:
+ «Esta noche vais a caer todos por mi causa, porque está escrito: "Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas del rebaño." Pero cuando resucite, iré antes que vosotros a Galilea.»
C. Pedro replicó:
S. «Aunque todos caigan por tu causa, yo jamás caeré.»
C. Jesús le dijo:
+ «Te aseguro que esta noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces.»
C . Pedro le replicó:
S. «Aunque tenga que morir contigo, no te negaré. »
C. Y lo mismo decían los demás discípulos.
C. Entonces Jesús fue con ellos a un huerto, llamado Getsemaní, y les dijo:
+ «Sentaos aquí, mientras voy allá a orar.»
C. Y, llevándose a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, empezó a entristecerse y a angustiarse. Entonces dijo:
+ «Me muero de tristeza: quedaos aquí y velad conmigo.»
C. Y, adelantándose un poco, cayó rostro en tierra y oraba diciendo:
+ «Padre mío, si es posible, que pase y se aleje de mí ese cáliz. Pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieres.»
C. Y se acercó a los discípulos y los encontró dormidos. Dijo a Pedro:
+ «¿No habéis podido velar una hora conmigo? Velad y orad para no caer en la tentación, pues el espíritu es decidido, pero la carne es débil.»
C. De nuevo se apartó por segunda vez y oraba diciendo:
+ «Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad.»
C. Y, viniendo otra vez, los encontró dormidos, porque tenían los ojos cargados. Dejándolos de nuevo, por tercera vez oraba, repitiendo las mismas palabras. Luego se acercó a sus discípulos y les dijo:
+ «Ya podéis dormir y descansar. Mirad, está cerca la hora, y el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos, vamos! Ya está cerca el que me entrega.»
C. Todavía estaba hablando, cuando apareció Judas, uno de los Doce, acompañado de un tropel de gente, con espadas y palos, mandado por los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo. El traidor les había dado esta contraseña:
S. «Al que yo bese, ése es; detenedlo.»
C. Después se acercó a Jesús y le dijo:
S. «¡Salve, Maestro!»
C. Y lo besó. Pero Jesús le contestó:
+ «Amigo, ¿a qué vienes?»
C. Entonces se acercaron a Jesús y le echaron mano para detenerlo. Uno de los que estaban con él agarró la espada, la desenvainó y de un tajo le cortó la oreja al criado del sumo sacerdote. Jesús le dijo:
+ «Envaina la espada; quien usa espada, a espada morirá. ¿Piensas tú que no puedo acudir a mi Padre? Él me mandaría en seguida más de doce legiones de ángeles. Pero entonces no se cumpliría la Escritura, que dice que esto tiene que pasar.»
C. Entonces dijo Jesús a la gente:
+ «¿Habéis salido a prenderme con espadas y palos, como a un bandido? A diario me sentaba en el templo a enseñar y, sin embargo, no me detuvisteis.»
C. Todo esto ocurrió para que se cumpliera lo que escribieron los profetas. En aquel momento todos los discípulos lo abandonaron y huyeron. Los que detuvieron a Jesús lo llevaron a casa de Caifás, el sumo sacerdote, donde se habían reunido los escribas y los ancianos. Pedro lo seguía de lejos, hasta el palacio del sumo sacerdote, y, entrando dentro, se sentó con los criados para ver en qué paraba aquello. Los sumos sacerdotes y el sanedrín en pleno buscaban un falso testimonio contra Jesús para condenarlo a muerte y no lo encontraban, a pesar de los muchos falsos testigos que comparecían. Finalmente, comparecieron dos, que dijeron:
S. «Éste ha dicho: "Puedo destruir el templo de Dios y reconstruirlo en tres días."»
C. El sumo sacerdote se puso en pie y le dijo:
S. «¿No tienes nada que responder? ¿Qué son estos cargos que levantan contra ti?»
C. Pero Jesús callaba. Y el sumo sacerdote le dijo:
S. «Te conjuro por Dios vivo a que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios.»
C. Jesús le respondió:
+ «Tú lo has dicho. Más aún, yo os digo: Desde ahora veréis que el Hijo del hombre está sentado a la derecha del Todopoderoso y que viene sobre las nubes del cielo.»
C. Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo:
S. «Ha blasfemado. ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Acabáis de oír la blasfemia. ¿Qué decidís?»
C. Y ellos contestaron:
S. «Es reo de muerte.»
C. Entonces le escupieron a la cara y lo abofetearon; otros lo golpearon, diciendo:
S. «Haz de profeta, Mesías; ¿quién te ha pegado?»
C. Pedro estaba sentado fuera en el patio, y se le acercó una criada y le dijo:
S. «También tú andabas con Jesús el Galileo.»
C. Él lo negó delante de todos, diciendo:
S. «No sé qué quieres decir.»
C. Y, al salir al portal, lo vio otra y dijo a los que estaban allí:
S. «Éste andaba con Jesús el Nazareno.»
C. Otra vez negó él con juramento:
S. «No conozco a ese hombre.»
C. Poco después se acercaron los que estaban allí y dijeron a Pedro:
S. «Seguro; tú también eres de ellos, te delata tu acento.»
C. Entonces él se puso a echar maldiciones y a jurar, diciendo:
S. «No conozco a ese hombre.»
C. Y en seguida cantó un gallo. Pedro se acordó de aquellas palabras de Jesús: «Antes de que cante el gallo, me negarás tres veces.» Y, saliendo afuera, lloró amargamente. Al hacerse de día, todos los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo se reunieron para preparar la condena a muerte de Jesús. Y, atándolo, lo llevaron y lo entregaron a Pilato, el gobernador. Entonces Judas, el traidor, al ver que habían condenado a Jesús, sintió remordimiento y devolvió las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y ancianos, diciendo:
S. «He pecado, he entregado a la muerte a un inocente.»
C. Pero ellos dijeron:
S. «¿A nosotros qué? ¡Allá tú!»
C. Él, arrojando las monedas en el templo, se marchó; y fue y se ahorcó. Los sumos sacerdotes, recogiendo las monedas, dijeron:
S. «No es lícito echarlas en el arca de las ofrendas, porque son precio de sangre.»
C. Y, después de discutirlo, compraron con ellas el Campo del Alfarero para cementerio de forasteros. Por eso aquel campo se llama todavía «Campo de Sangre». Así se cumplió lo escrito por Jeremías, el profeta: «Y tomaron las treinta monedas de plata, el precio de uno que fue tasado, según la tasa de los hijos de Israel, y pagaron con ellas el Campo del Alfarero, como me lo había ordenado el Señor.» Jesús fue llevado ante el gobernador, y el gobernador le preguntó:
S. «¿Eres tú el rey de los judíos?»
C. Jesús respondió:
+ «Tú lo dices.»
C. Y, mientras lo acusaban los sumos sacerdotes y los ancianos, no contestaba nada. Entonces Pilato le preguntó:
S. «¿No oyes cuántos cargos presentan contra ti?»
C. Como no contestaba a ninguna pregunta, el gobernador estaba muy extrañado. Por la fiesta, el gobernador solía soltar un preso, el que la gente quisiera. Había entonces un preso famoso, llamado Barrabás. Cuando la gente acudió, les dijo Pilato:
S. «¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, a quien llaman el Mesías?»
C. Pues sabía que se lo habían entregado por envidia. Y, mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó a decir:
S. «No te metas con ese justo, porque esta noche he sufrido mucho soñando con él.»
C. Pero los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la gente que pidieran el indulto de Barrabás y la muerte de Jesús. El gobernador preguntó:
S. «¿A cuál de los dos queréis que os suelte?»
C. Ellos dijeron:
S. «A Barrabás.»
C. Pilato les preguntó:
S. «¿Y qué hago con Jesús, llamado el Mesías?»
C. Contestaron todos:
S. «Que lo crucifiquen.»
C. Pilato insistió:
S. «Pues, ¿qué mal ha hecho?»
C. Pero ellos gritaban más fuerte:
S. «¡Que lo crucifiquen!»
C. Al ver Pilato que todo era inútil y que, al contrario, se estaba formando un tumulto, tomó agua y se lavó las manos en presencia de la multitud, diciendo:
S. «Soy inocente de esta sangre. ¡Allá vosotros!»
C. Y el pueblo entero contestó:
S. «¡Su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos!»
C. Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran. Los soldados del gobernador se llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la compañía; lo desnudaron y le pusieron un manto de color púrpura y, trenzando una corona de espinas, se la ciñeron a la cabeza y le pusieron una caña en la mano derecha. Y, doblando ante él la rodilla, se burlaban de él, diciendo:
S. «¡Salve, rey de los judíos!»
C. Luego le escupían, le quitaban la caña y le golpeaban con ella la cabeza. Y, terminada la burla, le quitaron el manto, le pusieron su ropa y lo llevaron a crucificar. Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo forzaron a que llevara la cruz. Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota (que quiere decir: «La Calavera»), le dieron a beber vino mezclado con hiel; él lo probó, pero no quiso beberlo. Después de crucificarlo, se repartieron su ropa, echándola a suertes, y luego se sentaron a custodiarlo. Encima de su cabeza colocaron un letrero con la acusación: «Éste es Jesús, el rey de los judíos.» Crucificaron con él a dos bandidos, uno a la derecha y otro a la izquierda. Los que pasaban lo injuriaban y decían, meneando la cabeza:
S. «Tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, baja de la cruz.»
C. Los sumos sacerdotes con los escribas y los ancianos se burlaban también, diciendo:
S. «A otros ha salvado, y él no se puede salvar. ¿No es el rey de Israel? Que baje ahora de la cruz, y le creeremos. ¿No ha confiado en Dios? Si tanto lo quiere Dios, que lo libre ahora. ¿No decía que era Hijo de Dios?»
C. Hasta los bandidos que estaban crucificados con él lo insultaban. Desde el mediodía hasta la media tarde, vinieron tinieblas sobre toda aquella región. A media tarde, Jesús gritó:
+ «Elí, Elí, lamá sabaktaní.»
C. (Es decir:
+ «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»)
C. Al oírlo, algunos de los que estaban por allí dijeron:
S. «A Elías llama éste.»
C. Uno de ellos fue corriendo; en seguida, cogió una esponja empapada en vinagre y, sujetándola en una caña, le dio a beber. Los demás decían:
S. «Déjalo, a ver si viene Elías a salvarlo.»
C. Jesús dio otro grito fuerte y exhaló el espíritu.
Todos se arrodillan, y se hace una pausa
C. Entonces, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; la tierra tembló, las rocas se rajaron. Las tumbas se abrieron, y muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron. Después que él resucitó, salieron de las tumbas, entraron en la Ciudad santa y se aparecieron a muchos. El centurión y sus hombres, que custodiaban a Jesús, el ver el terremoto y lo que pasaba, dijeron aterrorizados:
S. «Realmente éste era Hijo de Dios.»
C. Había allí muchas mujeres que miraban desde lejos, aquellas que habían seguido a Jesús desde Galilea para atenderlo; entre ellas, María Magdalena y María, la madre de Santiago y José, y la madre de los Zebedeos. Al anochecer, llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que era también discípulo de Jesús. Éste acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y Pilato mandó que se lo entregaran. José, tomando el cuerpo de Jesús, lo envolvió en una sábana limpia, lo puso en el sepulcro nuevo que se había excavado en una roca, rodó una piedra grande a la entrada del sepulcro y se marchó. María Magdalena y la otra María se quedaron allí, sentadas enfrente del sepulcro. A la mañana siguiente, pasado el día de la Preparación, acudieron en grupo los sumos sacerdotes y los fariseos a Pilato y le dijeron:
S. «Señor, nos hemos acordado que aquel impostor, estando en vida, anunció: "A los tres días resucitaré." Por eso, da orden de que vigilen el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vayan sus discípulos, roben el cuerpo y digan al pueblo: "Ha resucitado de entre los muertos." La última impostura sería peor que la primera.»
C. Pilato contestó:
S. «Ahí tenéis la guardia. Id vosotros y asegurad la vigilancia como sabéis.»
C. Ellos fueron, sellaron la piedra y con la guardia aseguraron la vigilancia del sepulcro.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
- Lee la Pasión como si presente te hallases en esa tierra y en ese
tiempo, no como un mero espectador; lee con tranquilidad y sosiego, sin
ir a buscar nada en especial, imaginando las escenas, los rostros,
dejando que resuenen en el corazón las palabras y los silencios,
deteniendo la lectura cuando algo te impresione, dándole vueltas en el
corazón.
- En Judas están los celos y la avaricia. En Caifás, la soberbia y el
odio. En Pilato, la cobardía y las medias posturas. En Herodes, la
frivolidad y el cinismo. En la multitud, el borreguismo y la violencia.
Entre todos trenzan este proceso miserable. Cada uno lucha por sus
propios intereses y trata de salvar lo mejor posible las apariencias y
mantenerse dentro de la legalidad. Quieren acabar con un inocente
incómodo, tratando de que los otros asuman la responsabilidad.
Cerca de ellos está Pedro, con su fanfarronería y sus negaciones, y la
ausencia, más que prudente, cobarde, de los que disfrutaron con la
palabra, los milagros y la amistad de Jesús.
Cuando te sientas identificado con estos personajes, pide perdón.
- En la Pasión también encontramos las lágrimas y la piedad de María la
Virgen, la fidelidad y el amor de María Magdalena, la ayuda del Cirineo,
la valentía de la Verónica, la compasión de las mujeres de Jerusalén,
la confianza del buen ladrón, la conversión del centurión romano al ver
cómo muere Jesús... En medio de todos, está Jesús, fiel a la misión
recibida, asumiendo una pasión terrible para traernos a todos la
salvación, la felicidad más grande; perdonando a los que le hacen daño,
confiando en Dios Padre. Da gracias a Dios por las ocasiones en las que
sigues el ejemplo de ellos, por las personas que viven así.
- Y no olvides nunca que Jesús vivió, sufrió y murió por ti, para dar
sentido a tu vida, para que puedas ser feliz, hoy y toda la eternidad.
En esta Semana Santa…
Señor, déjame ir contigo; sólo quiero caminar detrás,
pisar donde tú pisas, hasta llegar a la cruz.
Quiero escuchar tu palabra, simple y preñada de Dios,
que, aunque a muchos incomode, a tanta gente nos sana.
Quiero sentarme a tu mesa, comer del pan compartido
que con tus manos repartes a todos los que se acercan.
Que de tanto ir junto a ti, pueda conocerte más,
tú seas mi único amor y te siga hasta morir.
(Adaptación de una plegaria de Javi Montes SJ)
----------------------
¡Qué tiempo éste en el que nadie
se inmuta ni se sorprende!
Hecho a medida de los que así lo quieren,
atrae, pero ya no clama ni ríe.
Todo se sabe, pero nada parece importante:
las utopías, sólo para debates;
las protestas, sólo en papeles;
el llanto y la ternura, siempre a escondidas;
los compromisos, nunca definitivos;
la paz y la alegría, en píldoras;
la solidaridad, sin menoscabo de nuestro status;
la pobreza –la que arrastramos–, siempre maquillada;
y la otra –la que creamos–, sólo en reportajes...
Y de gestos proféticos nada se sabe.
Necesitaríamos una melodía tan bella y penetrante
que rompiera los cascarones
en los que nos hemos refugiado
eludiendo nuestras propias realidades.
Necesitaríamos una catarata de flores
que nos despertara con su perfume
del sueño en el que estamos dormidos.
Necesitaríamos un viento fuerte
que nos hiciera chocar unos contra otros
hasta que nuestras armaduras se desintegren.
Necesitaríamos una lluvia suave y persistente
que nos empapara con frescor de vida
para volver a renacer con ilusiones.
Pero ya no hay música,
ni flores,
ni viento,
ni lluvia...
¡Estamos huérfanos.!
Necesitamos uno que vaya por delante
abriendo camino,
despertando conciencias,
acercando el horizonte.
¡Hosanna, Señor! ¡Sálvanos, Hosanna!
Sácanos de este círculo asfixiante.
Mándanos a la aldea de enfrente
y haznos partícipes de tus gestos y planes
aunque tengas motivos para no fiarte.
Déjanos aclamarte.
Déjanos que entonemos tu canto.
Deja que nuestras palabras retumben con fuerza
y escandalicen a quienes no se unen.
El Señor rompe horizontes de negrura y tormenta;
el Señor derriba murallas y fronteras;
el Señor quiebra espacios de confusión y trampa;
el Señor se abre paso, como una primavera
que cuelga nuestras vidas de un florecer perpetuo.
¡Hosanna, Señor, Hosanna!
Florentino Ulibarri
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
sábado, 1 de abril de 2023
Sábado, 1 de abril de 2023
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 11,45-57
En aquel tiempo, muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él. Pero algunos acudieron a los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús. Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron el Sanedrín y dijeron: "¿Qué hacemos? Este hombre hace muchos signos. Si lo dejamos seguir, todos creerán en él, y vendrán los romanos y nos destruirán el lugar santo y la nación." Uno de ellos, Caifás, que era sumo sacerdote aquel año, les dijo: "Vosotros no entendéis ni palabra; no comprendéis que os conviene que uno muera por el pueblo, y que no perezca la nación entera." Esto no lo dijo por propio impulso, sino que, por ser sumo sacerdote aquel año, habló proféticamente, anunciando que Jesús iba a morir por la nación; y no sólo por la nación, sino también para reunir a los hijos de Dios dispersos.
Y aquel día decidieron darle muerte. Por eso Jesús ya no andaba públicamente con los judíos, sino que se retiró a la región vecina al desierto, a una ciudad llamada Efraín, y pasaba allí el tiempo con los discípulos. Se acercaba la Pascua de los judíos, y muchos de aquella región subían a Jerusalén, antes de la Pascua, para purificarse. Buscaban a Jesús y, estando en el templo, se preguntaban: "¿Qué os parece? ¿No vendrá a la fiesta?" Los sumos sacerdotes y fariseos habían mandado que el que se enterase de dónde estaba les avisara para prenderlo.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Cada día hay judíos que creen en Jesús, venciendo el miedo por las posibles consecuencias y la presión creciente en torno a Jesús. Los jefes religiosos de Israel están asustados: “Si lo dejamos seguir todos creerán en Él”. El poder de los sumos sacerdotes y de los fariseos se tambalea, su autoridad está en peligro. Y eso ¡no lo pueden consentir!
Hay que buscar razones convincentes que escondan la verdadera razón. El Sumo Sacerdote encontró la solución “Conviene que muera uno por el pueblo”. Hay que matar a Jesús por bien del pueblo, para que no se desvíe... Y aquel día se tomó la decisión más injusta de la historia.
La historia se repite: ¿Qué están dispuestos a hacer muchos poderosos para no perder su influencia, algunos ricos para conservar y aumentar sus posesiones? ¿Qué hacen bastantes países desarrollados para seguir creciendo económicamente? Y los cristianos ¿qué caminos hemos tomado en ocasiones para “defender el nombre de Dios”? Y cada uno de nosotros ¿Qué hacemos cuando vemos amenazado nuestro prestigio, nuestro relevancia social...? Nadie está libre de pecado.
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
Señor, sabemos que la envidia perjudica a todos,
al que es envidiado y al que envidia;
pero, a veces nos cuesta mucho evitarla.
Envidiamos un puesto de trabajo, un coche, una casa,
un buen marido o una buena mujer,
el carisma, el físico, la inteligencia, la fama...
Nos parece que si no poseemos lo que envidiamos
no podemos triunfar ni ser felices del todo.
Haznos comprender los peligros de la envidia.
De la envidia nacen el odio y la calumnia,
la alegría causada por el mal del prójimo
y la tristeza causada por su prosperidad”
La envidia nos arma unos contra otros
y debilita desde dentro a las familias,
a las comunidades y a toda la sociedad.
Danos luz y fuerza para superar la envidia,
para valorar nuestras posibilidades y capacidades;
para dar gracias por las personas que nos quieren,
por los pequeños logros que alcanzamos en la vida,
por las montañas y los ríos, los animales y las plantas,
por las cosas que nos hacen más agradable la vida.
Danos luz y fuerza para superar la envidia,
para ver en cada persona a un hermano,
para no considerarlas competidoras ni enemigas;
para admirar, alegrarnos y dar gracias de corazón
con los talentos y los éxitos de los demás,
para saber pedir con humildad lo que necesitamos
y compartir con generosidad lo que tenemos. Amén.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.