jueves, 28 de febrero de 2019

Jueves 28 de febrero

Jueves de la 7ª semana del t.o.

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 9, 40-49

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: El que os dé a beber un vaso de agua, porque seguís al Mesías, os aseguro que no se quedará sin recompensa.
El que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar.
Si tu mano te hace caer, córtatela: más te vale entrar manco en la vida, que ir con las dos manos al abismo, al fuego que no se apaga.
Y si tu pie te hace caer, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida, que ser echado con los dos pies al abismo.
Y si tu ojo te hace caer, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el Reino de Dios, que ser echado con los dos ojos al abismo, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga.
Todos serán salados a fuego.
Buena es la sal; pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la sazonaréis? Repartíos la sal y vivid en paz unos con otros.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Todas nuestras acciones que hacemos tienen su repercusión en nosotros mismos, en los demás, en el proyecto del Reino de Dios.

Las acciones buenas, por pequeñas e insignificantes que parezcan: dar un vaso de agua, sonreír, guiñar un ojo... Cualquier cosa que hagamos nos engrandece, alegra a quien está a nuestro lado, y hace que el Reino de Dios se haga presente un poco más. Es como una pizca de sal que da buen sabor a la vida.

Y las acciones malas, aunque parezcan intrascendentes, también tienen sus reprecisiones negativas. Por eso, este Evangelio nos llama a evitar cualquier ocasión de pecar, de hacer daño, de escandalizar.

Sin embargo, no solemos valorar las acciones pequeñas, sean buenas o malas. ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

Cenar con los amigos,
abrirles el corazón sin miedo,
lavarles los pies con mimo y respeto,
hacerse pan tierno compartido
y vino nuevo bebido.
Embriagarse de Dios,
e invitar a todos a hacer lo mismo.

Visitar a los enfermos,
cuidar a ancianos y niños,
dar de comer a los hambrientos
y de beber a los sedientos;
liberar a presos y cautivos,
vestir a los desnudos,
acoger a emigrantes y perdidos,
sepultar dignamente a los muertos.
No olvidarse de los vivos,
e invitar a todos a hacer lo mismo.

Enseñar al que no sabe,
dar buen consejo al que necesita,
corregir al que se equivoca,
perdonar injurias y torpezas,
consolar al triste,
tener paciencia con las flaquezas del prójimo.
Pedir a Dios por amigos y enemigos,
e invitar a todos a hacer lo mismo.

Trabajar por la justicia,
empeñarse en una paz duradera,
decir no a las armas,
desvivirse en proyectos solidarios,
reducir nuestras cuentas y carteras,
superar las limosnas.
Amar hasta el extremo,
e invitar a todos a hacer lo mismo.

Ofrecer un vaso de agua,
brindar una palabra de consuelo,
denunciar leyes injustas,
parar el viaje de los negocios propios,
cargar con el herido
aunque no sea de la familia,
salir de mi casa y círculo
–chiringuito, grupo o castillo–.
Construir una ciudad para todos,
e invitar a todos a hacer lo mismo.

Realizar el trabajo debidamente.
No defraudar a Hacienda.
Respetar la dignidad de todos.
Defender los Derechos Humanos.
Romper fronteras y guetos.
Dudar de fortunas y privilegios.
Crear desconcierto evangélico.
Amar como él nos ama,
e invitar a todos a hacer lo mismo.

Etcétera, etcétera, etcétera...

Un gesto sólo, uno sólo
desborda tu amor,
que se nos ofrece como manantial de vida.
Si nos dejamos alcanzar y lavar,
todos quedamos limpios,
como niños recién bañados,
para descansar en tu regazo.
¡Lávame, Señor!
¡Lávanos, Señor!

Florentino Ulibarri

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Arranca la mano de piedra,
que aprieta con saña
y apunta con odio,
cocina maldades
y pone cadenas…
Verás cómo crece
la mano de carne
que acuna y aquieta,
que quita cerrojos,
que escribe poemas

Arranca la pierna de piedra
que al pisar aplasta,
que avanza sin norte,
y, cerril, patea.
Verás cómo crece
la pierna de carne,
que baila ligera,
que te lleva, lejos,
donde Dios te llama,
donde el hombre espera.

José Mª Rodríguez Olaizola, sj

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

miércoles, 27 de febrero de 2019

Miércoles 27 de febrero

Miércoles de la 7ª semana del t.o.

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 9, 38‑40

En aquel tiempo, dijo Juan a Jesús:
—«Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros.»
Jesús respondió:
—«No se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

“No es de los nuestros”. Es una expresión que ponemos muchas veces en la boca demasiado apresuradamente. Nos podríamos preguntar en qué momentos hemos dicho estas palabras u otras semejantes.  ¿Quién no es de los nuestros, el que no forma parte de nuestro grupo, el que no piensa como nosotros, el que tiene la piel de otro color, el que viene de tierras lejanas? ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

Ábreme los ojos para descubrir que hay muchas personas (casi todas) que son de los tuyos, de los nuestros.
Gracias por las maravillas que tu Espíritu realiza en el corazón de las mujeres y los hombres
que, aunque no parezcan de los nuestros, aunque abracen otros credos o no crean en Dios,
aunque voten a otros partidos políticos, canten otras canciones y hablen otros idiomas,
están movidas por tu mismo Espíritu. Gracias, Señor.


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

martes, 26 de febrero de 2019

Martes 26 de febrero

Martes de la 7ª semana del t.o.

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos  9, 29-36

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se marcharon del monte y atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos.
Les decía: El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y después de muerto, a los tres días resucitará.
Pero no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle.
Llegaron a Cafarnaún, y una vez en casa, les preguntó: ¿De qué discutíais por el camino? Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante.
Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.
Y acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Como a los discípulos del Evangelio, a nosotros, discípulos de hoy, Jesús nos instruye sobre el misterio de su presencia en nuestro mundo, el misterio de su Pasión, Muerte y Resurrección.

Discípulo significa seguidor, aprendiz; pero en el Evangelio a menudo los discípulos no entienden nada, y hoy, además tienen miedo a preguntar, les falta una fe sólida, necesitan profundizar más.

No es Jesús el que aleja a los discípulos de la realidad, son ellos los que miran hacia otro lado, los que se preocupan por quien es el más importante. Frente al orgullo y al afán de poder, Jesús nos llama al servicio y nos invita a ser acogedores.
            ¿Experimento cada día que soy importante, en la medida que soy más servicial?
            ¿Descubro la presencia de Dios en los que se acercan a mí, sobre todo en los más indefensos, necesitados y desvalidos?
            ¿Acojo a los demás como si acogiera al Padre?

Para salir de uno mismo
y andar por la vida,
para dejar lo ya conocido
y pasar por Samaría,

para conjugar tolerancia y radicalidad
a lo largo del camino,
para crear espacios evangélicos
y entrar en tu reino...

dame mirada corta, de orfebre,
que descubra, aprecie y ame
lo más diminuto y escondido,

y una mirada larga, de centinela,
para ver el horizonte que me espera
más allá de las montañas y la niebla.

Y esto, Señor, dámelo cada jornada
para poder gozar y recrear
lo que tu Espíritu siembra con mimo
en los espacios que piso y sueño
en este tiempo tan convulso y yermo
y con las utopías por el suelo.

Florentino Ulibarri

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

lunes, 25 de febrero de 2019

Lunes 25 de febrero

Lunes de la 7ª semana del t.o.

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 9, 13-28

En aquel tiempo, cuando Jesús hubo bajado del monte, al llegar adonde estaban los demás discípulos, vieron mucha gente alrededor, y a unos letrados discutiendo con ellos.
Al ver a Jesús, la gente se sorprendió, y corrió a saludarlo.
El les preguntó: ¿De qué discutís? Uno le contestó: Maestro, te he traído a mi hijo; tiene un espíritu que no le deja hablar; y cuando lo agarra, lo tira al suelo, echa espumarajos, rechina los dientes y se queda tieso.
He pedido a tus discípulos que lo echen, y no han sido capaces.
El les contestó: ¡Gente sin fe! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo os tendré que soportar ? Traédmelo.
Se lo llevaron.
El espíritu, en cuanto vio a Jesús, retorció al niño; cayó por tierra y se revolcaba echando espumarajos.
Jesús preguntó al padre: ¿Cuánto tiempo hace que le pasa esto? Contestó él: Desde pequeño.
Y muchas veces hasta lo ha echado al fuego y el agua para acabar con él.
Si algo puedes, ten lástima de nosotros y ayúdanos.
Jesús replicó: ¿Si puedo? Todo es posible al que tiene fe.
Entonces el padre del muchacho gritó: Tengo fe, pero dudo, ayúdame.
Jesús, al ver que acudía gente, increpó al espíritu inmundo, diciendo: Espíritu mudo y sordo, yo te lo mando: Vete y no vuelvas a entrar en él.
Gritando y sacudiéndolo violentamente, salió.
El niño se quedó como un cadáver, de modo que la multitud decía que estaba muerto.
Pero Jesús lo levantó cogiéndolo de la mano, y el niño se puso en pie.
Al entrar en casa, sus discípulos le preguntaron a solas: ¿Por qué no pudimos echarlo nosotros? El les respondió: Esta especie sólo puede salir con oración y ayuno.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Mientras Jesús, Santiago y Juan están en el Tabor, un hombre ha llevado a su hijo enfermo para que Jesús lo curara, los otros discípulos han intentado expulsar el demonio y no lo han conseguido, y discuten con los maestros de la ley. La experiencia de la Transfiguración da paso otra vez a la solicitud pastoral de Jesús, la experiencia profunda de fe que han vivido, al reproche: “¡Generación incrédula!”.

            Jesús se encuentra con la frustración del padre que, tras el fracaso de los discípulos, ve como se escapa la posibilidad de que su hijo sea sanado y que dirige a Jesús una llamada desesperada (otro intento más): “si algo puedes…”; y con la impotencia de los discípulos que han intentado solucionar algo en la ausencia de Jesús y no han sido capaces.

            A veces en nuestra vida también vivimos ese choque entre la experiencia de la oración y los problemas y dificultades de la vida real, y hoy Jesús se nos presenta como ejemplo en los dos aspectos, subrayándonos la necesidad de la oración para ser capaces de actuar y vivir como discípulos suyos: “Esta clase de demonios no puede ser expulsada sino con la oración”. (Reflexiono un poco sobre la relación en mí entre la oración y la vida)

            También nosotros tenemos experiencias similares a la del padre del niño epiléptico: intentos frustrados de solucionar algo importante para nosotros, una necesidad urgente en alguien cercano y querido, y llegamos a Jesús después de haberlo intentado por otros caminos. Y a la de los discípulos: intentar obrar como Jesús, creyéndonos autosuficientes, capaces por nosotros mismos. (Me paro un poco e intento traer alguna, reciente o profunda).

            Desde las experiencias de impotencia y de fracaso, Jesús nos invita hoy:
- A descubrir la necesidad de escucharle y de estar en contacto con Él para poder vivir como seguidores suyos.
- A vivir la fe no como una excusa para la autosuficiencia sino como una apertura incondicional a la acción de Dios.
- A la oración como una llamada humilde y apremiante a la fe: “creo, pero dudo, ayúdame a tener más fe”.

Como los primeros discípulos
nos atrevemos a decir "auméntanos la fe",
pues hoy nos sentimos descolocados
y con las entrañas yermas

Agítanos, como el niño hace con el sonajero,
para que nuestra fe despierte y aflore
y se asemeje a ese pequeño grano de mostaza
que eclosiona, y destaca entre otras plantas;
o disuélvenos, como la sal se disuelve
para sazonar, y así descubre su ser
al darse y desaparecer.

Así arrancaremos de cuajo montañas,
saltaremos los muros que aprisionan,
no podrán atarnos cálculos ni leyes,
descubriremos el valor de las cosas pequeñas,
seguiremos tus pasos y huellas,
conservaremos la esperanza que nos sostiene
y brillará la luz que nos des en el horizonte.

En estos tiempos que corren,
tan marcados por la frivolidad y el poder,
y en los que la palabra ha perdido su sentido,
los hechos su verdad
y muchas personas su dignidad,
haznos servidores de tus anhelos
haciendo lo que tenemos que hacer.

Nosotros, Señor, queremos seguirte,
y siendo conscientes del momento
y aunque no se estilen estas decisiones,
anhelamos una fe adulta
que nos dé alegría y fuerza
para compartir la vida y sus huellas
con actitud evangélica.

¡Danos fe, un poco de fe,
la necesaria para seguirte,
por los caminos de la historia,
que tenemos delante
o que podemos descubrir,
para no perdernos y ser felices
junto a ti y todos los hermanos!

"¡Todo es posible al que cree!"
Graba en nuestro corazón, con tu gubia y sangre,
esta buena y sorprendente noticia.
Que sea llama que nos alumbre y queme,
que en nuestra debilidad nos haga fuertes
y que sepamos anunciarla en tu banquete
y allá por donde nos envíes.

¡Creo, Señor, pero aumenta mi fe!
¡Creemos, Señor, pero aumenta nuestra fe!

Florentino Ulibarri

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

domingo, 24 de febrero de 2019

Domingo 24 de febrero

Domingo de la 7ª semana del t.o. C

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 6, 27‑38

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: —«A los que me escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian.

Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, déjale también la túnica. A quien te pide, dale; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames.

Tratad a los demás como queréis que ellos os traten. Pues, si amáis sólo a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien sólo a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores lo hacen.

Y si prestáis sólo cuando esperáis cobrar, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a otros pecadores, con intención de cobrárselo.

¡No! Amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada; tendréis un gran premio y seréis hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos.

Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante.

La medida que uséis, la usarán con vosotros.»
3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Las palabras de este Evangelio son tan fáciles de entender como difíciles de vivir. Creo que a todos nos parecen preciosas, pero quizá irrealizables. Sin embargo, no las pronunció Jesús para que se escribiera una de las páginas más bonitas del Evangelio. Jesús las predicó y, más aún, las vivió, para que también nosotros las vivamos.

    "Señor, haznos parecidos a ti"
    "Perdona nuestras revanchas y violencias"
    "Danos tu Espíritu de paz"

¿Por qué tenemos que vivir de esta manera? Jesús nos da la razón más profunda: Dios es compasivo con todos, hace salir el sol para buenos y malos. Y nosotros, creados a su imagen, estamos llamados a ser y a vivir de la misma forma. Si Dios te ama cuando te conviertes en su enemigo, si presenta mil veces la mejilla, si te da todo lo suyo... ¿qué motivos tenemos para no hacer lo mismo con los hermanos?

En este domingo, damos gracias por muchas personas que, conociendo o no este evangelio, lo han vivido o  lo viven. De esta manera construyen un mundo más humano, más habitable para todos.


Sobre buenos y malos, Padre,
haces salir el sol y mandas la lluvia.
A todos sostienes,
a todos ofreces tu regazo
y susurras palabras de vida y ternura,
independientemente de sus méritos,
de su dignidad,
de su bondad o malicia,
de su credo,
de su autoestima.

Amas a todos,
mas no eres neutral.
Amas al injusto,
pero detestas la injusticia.
Amas al pobre,
pero aborreces la pobreza.
Amas al engreído,
pero te hastía el orgullo.
Amas al pecador,
pero odias toda maldad.

Graba en nosotros
las claves de tu corazón,
y da a nuestras entrañas
los ritmos de tu querer
para respetar a los que son diferentes,
ser tolerantes con los que no coinciden,
dialogar con los disidentes,
acoger a los extranjeros,
prestar sin esperar recompensa,
defender a los débiles,
saludar a los caminantes,
y amar a todos
por encima de nuestros gustos
y preferencias.

Enséñanos, Padre,
a ser como Tú.
Que todos puedan decir:
Son hijas e hijos dignos de tal Padre.

Florentino Ulibarri


Gracias, Señor, por todas las personas que no apagan su bondad en la noche de la maldad;
que se abrazan con fuerza a la compasión, para no dejarse llevar por el viento del resentimiento;
que no se arrodillan ante el poder y el dinero, ante el chantaje y la comodidad;
Gracias por las personas que siguen teniendo un corazón libre para amar y luchar, aún cuando sus manos y sus pies están encadenados;
que son capaces de dar la vida por los que sufren, sin atentar contra quienes piensan y actúan distinto;
que siguen luchando por la justicia y la verdad,
un día, un año y toda una vida, a pesar de incomprensiones y persecuciones.
Señor, gracias por la luz y fuerza interior que das a estas personas. Ayúdame, también a mi,
a ser el amo de mi destino, el capitán de mi alma.

Inspirada en una oración de Nelson Mandela
 4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

sábado, 23 de febrero de 2019

Sábado 23 de febrero

Sábado de la 6ª semana del t.o.

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 9, 1-12

En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos.
Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo.
Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.
Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús: Maestro ¡Qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.
Estaban asustados y no sabía lo que decía.
Se formó una nube que lo cubrió y salió una voz de la nube: Este es mi Hijo amado; escuchadlo.
De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: No contéis a nadie lo que habéis visto hasta que el Hijo del Hombre resucite de entre los muertos.
Esto se les quedó grabado y discutían qué querría decir aquello de resucitar de entre los muertos.
Le preguntaron: ¿Por qué dicen los letrados que primero tiene que venir Elías ? Les contestó él: Elías vendrá primero y lo restablecerá todo. Ahora, ¿por qué está escrito que el Hijo del Hombre tiene que padecer mucho y ser despreciado? Os digo que Elías ya ha venido y han hecho con él lo que han querido, como estaba escrito.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Jesús es un buen maestro. Enseña con claridad cuál es el camino a seguir: coger la cruz, dar la vida... Pero también muestra el fin del camino: la vida, la felicidad, la alegría; en definitiva: la resurrección.
Si los rechazos sufridos por Jesús son anticipo de su muerte, la transfiguración es un anticipo de la resurrección.
Y con un anticipo de la resurrección, la cruz sigue siendo cruz, pero la podemos abrazar con esperanza.

En la escuela de la vida el Señor nos enseña a precisamente a vivir. Tenemos que estar atentos a lo que hacemos, a lo que sentimos. Si estamos atentos nos daremos cuenta de que la cruz del Señor, a la larga, es la más ligera; y la vida que nos ofrece, la más grande.
    "Señor, levanta nuestra esperanza"
    "Cura nuestra desilusión"
    "Enséñanos en camino de la vida"

Necesitamos buscar "espacios de transfiguración", espacios para estar a gusto con el Señor, para gozar de su presencia. Los podemos encontrar en momentos de oración, en la celebración de los sacramentos, en la gente que nos quiere, en los lugares que nos resultan acogedores. ¿Cómo vas a buscar estos espacios? ¿cómo los vas a ofrecer a los demás? Cuéntaselo a Jesús.

Debajo de la piel,
muy dentro,
en lo profundo,
arde un fuego
poderoso.
La fuerza
de un Dios late, discreta,
en el pozo de los anhelos
y los sueños.

A veces asoma, y es
palabra humilde,
caricia,
gesto de amor,
mirada humana,
alegre bullicio,
silencio reconciliado.
Brillan más los ojos,
un fulgor distinto colorea el rostro,
se entonan
melodías vivaces,
ese canturreo crece,
 contagia a muchos,
y por un instante de comunión
nace un clamor de júbilo.

Se está bien aquí.
Menos uno, y más nosotros.

Luego se impone la vida
con sus rutinas.
Pero sabemos que
debajo de la piel,
muy dentro,
en lo profundo,
late Dios.

José Mª Rodríguez Olaizola, sj

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Ahora que no hay novedad en nuestra vida
ni en los caminos de la historia,
ni en nuestra memoria personal y colectiva,
es tiempo de reflexionar y ahondar
en todo lo que llevamos a cuestas,
y en las zonas yermas del mundo
y de las entrañas nuestras.

Ahora que tu palabra rompe nuestros planes
y el horizonte se nos nubla y cierra,
y en los caminos se mezclan tantas huellas,
es tiempo de hacer silencio,
de olvidar los tristes sentimientos
y acoger tu insólita propuesta
de subir contigo a la montaña.
Y una vez en el monte,
dejar que se enciendan
esas luces que nunca engañan
y que transforman la vida con solo presentirlas:
la luz, el fuego, los profetas,
la palabra, la brisa, la nube de gloria,
y la cercanía de Dios en tu carne humana.

Y después, bajar de nuevo a las sendas
para andar a ras de tierra
y convivir con tanta vida rota
que necesita compañía y misericordia;
y así, llevar en las entrañas
la experiencia de tu amistad y gloria
aunque el horizonte siga a oscuras.
Porque en esta historia Tú siempre estás
rondando nuestra espera
o esperando nuestra llegada
a las zonas marginadas de la vida y de la historia.

¡Qué gran horizonte y tarea, para no aburrirnos
y recrearnos en esta época triste y oscura.
¡Vamos a encontrarnos, Señor, en esta tierra!

Florentino Ulibarri

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

viernes, 22 de febrero de 2019

Viernes 22 de febrero

Cátedra de San Pedro

1. Abro el corazón a Dios
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 16,13-19

En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús
preguntó a sus discípulos:
-«¿Quién dice la gente que es el Hijo del hambre?»
Ellos contestaron:
-«Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías
o uno de los profetas.»
El les preguntó:
-«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»
Simón Pedro tomó la palabra y dijo:
-«Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.»
Jesús le respondió:
-«¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha
revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo.
Ahora te digo yo:
Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder
del infierno no la derrotará.
Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo.»

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

¿Quién es Jesús? ¿Quién es Jesús para ti? ¿un maestro de vida? ¿un amigo al que acudo cuando lo necesito? ¿un hombre excepcional? ¿el Señor que conduce mi vida? ¿el salvador de mis miedos y mis pecados? ¿el Mesías, el Hijo de Dios, que revela el rostro del Padre? ¿el Amado?
No respondas sólo con la cabeza, responde también con la vida.

Piensa también ¿Quién debería ser Jesús en ti? ¿qué pasos tienes que dar para avanzar hacia ese ideal?

Tú eres
la brisa que alienta todas mis horas,
la lluvia que empapa mis células,
la luz que ilumina mi caminar,
el friego que acrisola mi vida entera.
La nube que nos acompaña de día y de noche,
la roca de manantiales de agua limpia y fresca,
el perfume que penetra por todas las rendijas,
el techo que nos cobija de toda inclemencia,
eres Tú.

Tú,
tienda de lona en el desierto;
flor que florece todas las primaveras;
campo de cultivo, tierra mullida;
aljibe comunal a la vera del camino.
La mano que sostiene,
la sonrisa que relaja,
el rostro que serena,
el regazo que acoge,

Tú.
Tú has puesto en lo más íntimo de mi ser
el anhelo de vivir y gozar,
el deseo de abrir mi corazón,
de contemplar la amplitud del mundo,
de conocerte más y más,
de estar en silencio... contigo.

Florentino Ulibarri


 Hoy es la fiesta de la Cátedra de San Pedro, una Cátedra desde la que los sucesores de Pedro presiden a todas las Iglesias para que permanezcan unidas en la misma fe que un día San Pedro confesara en Cesarea de Filipo. Damos gracias a Dios por el Papa, por su magisterio; Rezamos por el Papa y por todos los pastores de la Iglesia, para que sean transparencia de Jesús, el Buen Pastor:

El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas; me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre.

Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan.
Preparas una mesa ante mí, enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa.

Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término.

Salmo 22

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El Señor es mi pastor,
nada me falta.
En verdes prados me apacienta,
me conduce hacia fuentes de descanso
y repara mis fuerzas.

Conoce mi corazón y mis entrañas,
mis proyectos e ilusiones,
me guía por caminos de justicia,
me enseña los tesoros de la vida
y silba canciones de alegría,
por el amor de su nombre.

Aunque pase por cañadas oscuras
no tengo miedo a nada,
pues él está junto a mí
protegiéndome de ideologías
y huecas promesas,
de trampas y enemigos,
Su vara y su cayado me dan seguridad.

Aunque mis trabajos sean duros y urgentes
no me agobio ni pierdo la paz,
pues su compañía procura serenidad a mi obrar,
plenifica mis anhelos y mi ser,
y hace inútil todo febril activismo.

Cada día, con gracia renovada,
pronuncia mi nombre con ternura
y me llama junto a él.
Cada mañana me unge con perfume;
y me permite brindar, cada anochecer,
con la copa rebosante de paz.

El Señor es mi pastor.
Él busca a las que están perdidas,
sana a las enfermas,
enseña a las erradas,
cura a las heridas,
carga con las cansadas,
alimenta a las hambrientas,
mima a las preñadas
y da vida a todas.

¡El Señor es el único líder que no avasalla!
Él hace honor a su nombre
dando a nuestras vidas dignidad y talla.
Nada temo a los profetas de calamidades,
ni a la tiranía de los poderosos,
ni al susurro de los mediocres,
¡porque tú vas conmigo!

Has preparado un banquete de amor fraterno
para celebrar mi caminar por el mundo.
En él me revelas quiénes son tus preferidos
y cuáles han de ser mis sendas del futuro.
¡Gracias al Señor que me crea, sostiene y guía
con su presencia cargada de vida!

Florentino Ulibarri


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.