lunes, 21 de enero de 2019

Lunes 21 de enero

Lunes de la 2ª semana del t.o.

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 2, 18-22

En aquel tiempo, los discípulos de Juan y los fariseos estaban de ayuno.
Vinieron unos y le preguntaron a Jesús.
Los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan.
¿Por qué los tuyos no? Jesús les contestó: ¿Es que pueden ayunar los amigos del novio, mientras el novio está con ellos? Mientras tienen al novio con ellos, no pueden ayunar.
Llegará un día en que se lleven al novio; aquel día sí que ayunarán.
Nadie le echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado; porque la pieza tira del manto, lo nuevo de lo viejo y deja un roto peor.
Nadie echa vino nuevo en odres viejos; porque revienta los odres, y se pierden el vino y los odres; a vino nuevo, odres nuevos

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Los discípulos de Jesús no ayunaban como los de Juan y los de los fariseos. ¡Cuánto cuesta abrirse a la novedad! Somos "animales de costumbres", en una sociedad que cambia mucho por fuera y poco por dentro. Dios nos invita a vivir la novedad de cada día, de cada momento, de cada persona, de cada experiencia...
     "Señor, no nos dejes ser esclavos de la rutina"
     "Ayúdanos a descubrir tu presencia en la vida de cada día"

Jesús es el vino nuevo de Dios. Y necesita odres nuevos, corazones nuevos, vidas nuevas. Es un vino que transforma la cabeza, el corazón, la mirada, la voluntad, el comportamiento... ¿Quiero dejarme cambiar por Jesús? ¿tengo confianza en él? ¿o prefiero seguir con la rutina, los agobios y la insatisfacción de cada día? ¿Estamos dispuestos a reconfigurar la vida?

Reconfigurar la vida:
irse contigo siguiendo tus huellas,
no dar importancia a nuestros proyectos y cosas,
cargar con la cruz que nos venga
sin perder la dignidad y la sonrisa.

Reconfigurar la vida:
ponernos en tus manos humanas y divinas,
o al alcance de tu brisa que va y viene
por esos lugares de la historia
tan poco frecuentados y llenos de sorpresas.

Reconfigurar la vida:
aceptar los golpes, marcas y heridas,
pero no arrugarse ni detener el paso;
vibrar menos sin perder la música
y mantener fresca la memoria.

Reconfigurar la vida:
admirar tus surcos y huellas
en nuestra carne vieja y correosa;
abrirse a tus sugerencias
aunque no lleguemos a entenderlas.

Reconfigurar la vida:
jugar al juego que tú jugaste,
partiéndonos en tiras, esquejes o estrellas,
y compartirse con dignidad
dándose en fraternidad.

Reconfigurar la vida:
aceptar como centro, eje y motor
tu Espíritu en nuestra vida;
poner todas las cruces bajo su presencia
y exponernos con esperanza a su brisa.

Reconfigurar la vida:
descubrirnos como flor florecida
-hermosa, perfumada y distinta-;
acercarnos a los otros dignamente
y hacer un jardín para los caminantes.

Reconfigurar la vida:
vivir siendo plenamente en la tierra
aunque la situación sea pasajera;
admirar a las personas
y agradecer la vida.

Reconfigurar la vida:
no malograrla en tonterías,
no conservarla escondida
sino compartirla, sin medida,
gratis y con alegría.

Florentino Ulibarri


El vino nuevo de Jesús necesita también un mundo nuevo, trae un mundo nuevo, nos da fuerza para trabajar por un mundo nuevo.
Deja por un momento tu mente calculadora e imagina. Imagina como sería un mundo nuevo en Honduras, en Mozambique, en Asia... en tu país, en tu pueblo o ciudad, en tu familia...
Dios quiere un mundo nuevo y para Él nada hay imposible.
    "Señor, enséñanos a llevar el vino nuevo de la justicia y del amor a nuestro mundo"
    "Perdona y cura nuestra falta de compromiso"
    "Gracias por las personas que se dejar transformar por ti y contigo transforman un trocito de mundo".

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

domingo, 20 de enero de 2019

Domingo 20 de enero

Domingo de la 2ª semana del t.o.C
 
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 2, 1‑11

En aquel tiempo, había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda.
Faltó el vino, y la madre de Jesús le dijo:
—«No les queda vino.»
Jesús le contestó:
—«Mujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora.»
Su madre dijo a los sirvientes:
—«Haced lo que él diga.»
Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una.
Jesús les dijo:
—«Llenad las tinajas de agua.»
Y las llenaron hasta arriba.
Entonces les mandó:
—«Sacad ahora y llevádselo al mayordomo.»
Ellos se lo llevaron.
El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llamó al novio y le dijo:
—«Todo el mundo pone primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora.»
Así, en Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria, y creció la fe de sus discípulos en él.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

La Virgen María está atenta, es sensible a los problemas de los demás y busca soluciones desde Dios. Intercede por los jóvenes esposos, adelantándose con delicadeza al contrariedad que se avecina.

María es maestra de vida cristiana, por eso nos muestra el camino correcto: «haced lo que él os diga», cumplir la voluntad de Dios.

Jesús elige la celebración de un matrimonio para convertir el agua en vino y presentarse como el Esposo del nuevo pueblo de Dios, que es la Iglesia, allí representada en María y los doce. El es el Esposo y el Vino mejor, que trae la alegría a la humanidad.

¿Qué vino nos falta en nuestras familias y en nuestra sociedad? ¿El vino de la paz, el de la ternura y el de la verdad; el vino de la fe, de la esperanza y del amor? Si faltan estos vinos, la vida se “avinagra”. ¿Estamos dispuestos a colaborar con Cristo para dar al mundo el vino que necesita?

Tú nos llamas en medio de la vida,
nos llamas en cada circunstancia
en la tristeza de un duelo
y en la alegría de una boda..

Vivimos superficialmente y deprisa,
sometidos por el egoísmo,
ese ladrón que nos roba la alegría
y nos deja sin ánimo para seguir adelante.

Tú nos hablas de estar atentos a la vida,
como María estuvo atenta a la necesidad de los novios,
En la vida te haces presente,
para mostrarnos el camino de la felicidad.

Tú estás en medio de la vida,
como Señor de la Historia,
y vienes en cada acontecimiento.
Ayúdanos a estar despiertos
para reconocerte y recibirte.

Enséñanos a orar,
A presentar a Jesús nuestra plegaría,
como María, con sencillez, con confianza.
Mantén nuestro espíritu firme en Ti,
que eres nuestra Roca firme,
que permaneces fiel
en medio de los avatares de la vida,
que nos salvas en toda situación que nos afecta.

Que nos encontremos contigo
en toda circunstancia y en todo momento
y sepamos disfrutar de tu presencia
y señalarla a cuantos no te encuentran.
Amén.

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Para nuestras reuniones más queridas
donde festejamos lo que Tú nos das;
para los encuentros fraternos
en los que haces crecer nuestros amores,
no tenemos vino.

Para las manifestaciones de protesta
pidiendo paz, trabajo y justicia;
para la fiesta del compromiso humano
donde celebramos triunfos y fracasos,
no tenemos vino.

Para los espacios sacramentales
que reviven y actualizan tu presencia;
para vivir con alegría, cualquier día,
la invitación a tu cena y eucaristía,
no tenemos vino.

Para el anuncio de tu buena noticia
con nuestras torpes palabras humanas;
para testimoniar tu reino fraterno
soñado como un banquete presente,
no tenemos vino.

Para el abrazo solidario con los inmigrantes
que reclaman los derechos más elementales;
para nuestras celebraciones de cada día
sencillas, íntimas, queridas,
no tenemos vino.

Y por eso andamos tristes y apocados,
sin gracia y con la ilusión apagada.
Nos falta la alegría compartida
aunque abunden jarras y tinajas.
¡No tenemos vino!

¡Haced lo que él os diga!

Florentino Ulibarri


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

sábado, 19 de enero de 2019

Sábado 19 de enero

Sábado de la 1ª semana del t.o.

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 2, 13-17

En aquel tiempo, Jesús salió de nuevo a la orilla del lago; la gente acudía a él y les enseñaba.
Al pasar vio a Leví, el de Alfeo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: Sígueme.
Se levantó y lo siguió.
Estando Jesús a la mesa en su casa, de entre los muchos que lo seguían un grupo de recaudadores y otra gente de mala fama se sentaron con Jesús y sus discípulos.
Algunos letrados fariseos, al ver que comía con recaudadores y otra gente de mala fama, les dijeron a los discípulos: ¡De modo que come con recaudadores y pecadores! Jesús lo oyó y les dijo: No necesitan médico los sanos, sino los enfermos.
No he venido a llamar justos, sino pecadores

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

De nuevo Jesús se acerca a nuestra vida y nos dice «sígueme». Hasta el endemoniado de Cafarnaún se preguntaba «¿qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno?». Y tú, ¿te preguntas cada día qué quiere Dios de ti?

Leví (Mateo) era un cobrador de impuestos y un pecador público, un publicano, es decir, un judío puesto al servicio de Roma para extorsionar a su pueblo y ganar dinero usando de la estafa y la usura, prohibida por la Ley. Jesús lo mira lleno de ternura y con su amor lo dignifica. Jesús pone en él su confianza y lo hace un discípulo suyo. Mateo «se levantó», quizás porque Jesús lo sacó de aquella vida arrastrada. Un hombre en pié es alguien con dignidad, o al menos con orgullo. Mateo se alegra de saber que alguien puede amarle a pesar de todo. Así es Jesús y así hemos de ser también nosotros. Aquel feliz encuentro acaba en fiesta, en cena. La comida implica compartir la vida. Nadie sienta a su mesa a alguien con quien no comparte absolutamente nada o a quien desprecia. Mateo y Jesús cenan juntos y, con ellos, los discípulos de Jesús y un buen grupo de pecadores acusados por la ortodoxia judía (fariseos). Los buenos oficiales no entran a cenar con pecadores públicos, sino que se quedan fuera criticando. Dios sí que comparte y prepara su mesa para los pecadores. Jesús viene a curar a los enfermos, no a los sanos, por eso busca a todos los excluidos sociales, también a los pecadores públicos. ¿Y tú, eres de los que entras a cenar con pecadores o te quedas fuera criticando? A los cristianos nos falta con frecuencia abrazar el mundo con sus luces y sus sombras, con su dolor y su pecado, con la misma ternura que lo abrazaba Jesús. ¿Y en tu vida, sobran sentencias y falta misericordia? Pide perdón por tus condenas y críticas. Da gracias porque Jesús nos ama siempre, a pesar de nuestro pecado.

Señor, tú miraste con amor a Mateo y le llamaste.
Era un recaudador, un pecador, un indeseable...
pero su corazón buscaba una vida más auténtica
y te siguió con decisión, cuando pronunciaste su nombre.

Señor, también a mí me miras con amor y me llamas.
Reconozco que no lo merezco, que soy poca cosa,
Sé que sólo tú puedes darme la felicidad que deseo.
Por eso, quiero seguirte siempre y del todo.

Señor, ayúdame a mirar con amor al que se siente sólo,
al que no cuenta, al que cree que no sirve para nada.
Ayúdame a despertar el deseo de felicidad de cada persona
y a mostrarles que Tú eres la fuente de la Vida. Amén

Jesús está cerca de los enfermos, de los marginados, de las mujeres de los niños. Para eso ha venido.

Si me llamas,
te seguiré sin dudar
aunque el camino sea desconocido y duro.

Si me hablas,
callaré y creeré en Ti
aunque tu voz destroce mis planes y sueños.

Si quieres podarme,
me dejaré podar
aunque mi savia se desparrame en tierra sin nombre.

Si me acrisolas al fuego,
me dejaré purificar
aunque pulverices mis deseos y posesiones.

Si me invitas,
entraré en tu casa y en tu corazón
aunque sea pobre y mendigo.

Si me quieres contigo,
iré a donde quieras,
aunque no me gusten leyes y obediencias.

Y si me miras con amor,
intentaré acoger tus anhelos
aunque los mimbres de mi ser no sirvan para ello.

Florentino Ulibarri


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

viernes, 18 de enero de 2019

Viernes 18 de enero

Viernes de la 1ª semana del t.o.

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 2, 1-12

Cuando a los pocos días volvió Jesús a Cafarnaún, se supo que estaba en casa.
Acudieron tantos, que no quedaba sitio ni a la puerta.
El les proponía la Palabra.
Llegaron cuatro llevando un paralítico, y como no podían meterlo por el gentío, levantaron unas tejas encima de donde estaba Jesús, abrieron un boquete y descolgaron la camilla con el paralítico.
Viendo Jesús la fe que tenían, le dijo al paralítico: Hijo, tus pecados quedan perdonados.
Unos letrados, que estaban allí sentados, pensaban para sus adentros: ¿Por qué habla éste así? Blasfema.
¿Quién puede perdonar pecados fuera de Dios? Jesús se dio cuenta de lo que pensaban y les dijo: ¿Por qué pensáis eso? ¿Qué es más fácil: decirle al paralítico «tus pecados quedan perdonados» o decirle «levántate, coge la camilla y echa a andar» ? Pues, para que veáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados... entonces le dijo al paralítico: Contigo hablo: Levántate, coge tu camilla y vete a tu casa.
Se levantó inmediatamente, cogió la camilla y salió a la vista de todos.
Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios diciendo: Nunca hemos visto una cosa igual.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Somos muchos los que buscamos a Jesús, pero Él ¿qué nos propone?: «Él les proponía la Palabra». A veces hacemos de la vida espiritual una estantería en la que colocamos anécdotas, viajes con la parroquia, charlas y retiros. ¿Estamos pasando el tiempo en vano o vivimos un proceso de conocimiento y conversión a la Palabra? La Palabra es Jesús y su anuncio del Reino de Dios, Reino de paz y justicia. Es una auténtica revolución, una inversión de nuestras prioridades: bienaventurados los pobres, los perseguidos, los pacíficos... una revolución social. ¿Vivimos la novedad del Evangelio y sentimos su desafío? ¿Respondemos a su provocación convirtiendo nuestras vidas?

Gracias, Señor y Dios nuestro,
porque en el momento elegido por Ti,
tu Palabra se hizo luz entre nosotros
e iluminó a todos los hombres de buena voluntad.

En el solemne momento de su investidura,
siendo testigo Juan el Bautista,
fue breve y conciso tu discurso:
"Es mi hijo amado, escuchadle".

Y Jesús de Nazaret, ungido por tu espíritu,
proclamó buenas noticias para los pobres.
De tu parte anunció la libertad para los oprimidos,
abrió los ojos a los que no podían ver
y nos comunicó a todos los humanos
un mensaje de vida plena.

Nos habló siempre en tu nombre,
sus palabras eran tus palabras,
por eso sentimos que hablaba con autoridad.
Pero usó siempre palabras sencillas, claras,
apoyadas con parábolas,
para que todos le pudiéramos entender.

Recordamos sus palabras en la cena de despedida,
y sus últimas siete palabras en la cruz,
cuando resumió en ellas
toda su trayectoria de entrega y servicio.
Y nos alegramos al acoger sus palabras,
después de vencer al pecado y a la muerte,
palabras que nos animan y nos envían
a construir tu Reino de justicia y paz.

Gracias, Señor, por ofrecernos tu Palabra.


Hicieron descender un paralítico en su camilla desde el techo hasta los pies de Jesús. Los judíos asociaban la enfermedad al pecado. Jesús mira a aquel hombre y perdona sus pecados. El Hijo de Dios tiene potestad para perdonar pecados, por eso confirma su autoridad haciendo de aquel impedido un hombre que recobra sus capacidades. Cuando pedimos perdón por nuestros pecados recobramos el estado de gracia que nos hace capaces de seguir al Señor. El pecado acaba postrándonos.

Muchos dicen que sólo deben decirle los pecados a Dios, de forma directa. Pero Jesús hace partícipes de su potestad a los apóstoles: «id y perdonad los pecados». No debemos confesar sólo para poder comulgar, sino para reconciliarnos con Dios y con la Iglesia. Cuando pecamos no amamos. Cuando no amamos, estamos perjudicando a los demás y dejando de aportar amor a la comunidad creyente, por eso hay que reconciliarse también con la Iglesia. Dios ha puesto este tesoro en manos de la Iglesia para reconciliar a los hombres con Él y para que así le sigamos con renovadas fuerzas.

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

jueves, 17 de enero de 2019

Jueves 17 de enero

Jueves de la 1ª semana del t. ordinario

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
Marcos 1, 40-45

En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: Si quieres, puedes limpiarme.
Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó diciendo: quiero: queda limpio.
La lepra se le quitó inmediatamente y quedó limpio.
El lo despidió, encargándole severamente: No se lo digas a nadie; pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés.
Pero cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en descampado; y aun así acudían a él de todas partes.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

En tiempos de Jesús, los leprosos eran marginados sociales que debían vivir fuera de lugares habitados y no podían acercarse a los caminos. El contagio acarreaba también la impureza religiosa, por lo que eran excluidos en el sentido pleno de la palabra. Pues bien, un leproso se acercó a Jesús pidiendo su curación con gran fe y confianza: «si quieres, puedes limpiarme». Todo es obra de Dios, nosotros debemos dejarnos hacer por su voluntad: «quiero: queda limpio». ¿Qué sentimiento domina tu relación con Dios? ¿Se dan la confianza, la gratitud, la alabanza, el abandono o tal vez existe aún el miedo, la superstición, la desconfianza, la incredulidad? ¿Es tu oración un poner tu vida confiadamente en manos del Señor?

Jesús amaba también a aquel leproso y lo curó. Hoy sigue habiendo marginados sociales: drogadictos, discapacitados, presidiarios, mendigos, inmigrantes, etc. A veces lo mismos creyentes son/somos ridiculizados. También nosotros podemos excluir a quienes no piensan como nosotros, a los que vemos diferentes. Sin embargo, el amor no margina a nadie: «ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés». Jesús siente lástima y extiende la mano a todos, como a aquel leproso. Cuando nosotros tendemos la mano a los demás ayudamos a que se integren mejor y salgan de su marginación. ¿A quién podría yo tender la mano personalmente? ¿A qué excluidos podríamos dirigir la mirada como parroquia, como comunidad de creyentes?

De rodillas solo ante ti,
Señor de la vida.
No ante fugaces promesas
o imposibles tesoros.
No ante los dioses de barro.

De rodillas,
sin aspavientos
ni exigencias.
No hay mérito
ni medalla
que garantice respuesta.
No hay contrato
o regateo
para atraparte.

Es más fácil.
Pedirte ayuda,
abrir los brazos,
y murmurar, confiado,
“si quieres, puedes…”

José Mª Rodríguez Olaizola, sj

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Señor Jesús, al hacerte humano tocas, abrazas y besas la pobreza de nuestra naturaleza, la debilidad de nuestra carne y de nuestro corazón. Gracias, Jesús, por tocarme, abrazarme y besarme.

En el contacto entre tu mano y la mano del leproso quedó derribada toda barrera entre Dios y la impureza humana, y nos mostraste que tu amor es más fuerte que cualquier mal, incluso más que el más contagioso y horrible. Gracias, Jesús, porque estás siempre de mi parte.


Tú nos muestras, Jesús, que la voluntad de Dios Padre es curarnos, purificarnos del mal que nos desfigura y arruina nuestras relaciones, para que vivamos felices, como buenos hijos de Dios Padre, como hermanos de todas las personas. Gracias, Jesús, por curarme, por purificarme, por perdonarme.


Jesús, tomaste sobre ti nuestras enfermedades, te convertiste en «leproso», para que nosotros fuéramos purificados. Gracias por asumir el dolor y la muerte para darnos la salud.
Señor, que tengamos el corazón siempre abierto, para dejarnos tocar y curar por ti, para abrazar y sanar a cuantos nos necesiten.


Oración inspirada en la audiencia de Benedicto XVI, del 12 de febrero de 2012

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

miércoles, 16 de enero de 2019

Miércoles 16 de enero

Miércoles de la 1ª semana del t.o.

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 1, 29-39

En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés.
La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron.
Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó.
Se le pasó la fiebre y se puso a servirles.
Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y poseídos.
La población entera se agolpaba a la puerta.
Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar.
Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar.
Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron: Todo el mundo te busca.
El les respondió: Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he venido.
Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando los demonios.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Jesús tuvo su residencia en Cafarnaún la mayor parte de su vida pública. Allí tuvo una intensa actividad y, junto al Mar de Galilea, llamó a sus primeros discípulos. Ahora aparece curando a la suegra de Pedro. Es curioso: Jesús nos cura de nuestras dolencias físicas o morales no para adornar nuestras vidas con su gracia, sino para que sirvamos a los demás. Por eso a la suegra de Pedro «se le pasó la fiebre y se puso a servirles», porque amor con amor se paga. ¿Quién no es lo suficientemente agradecido para perdonar a los demás si Dios nos perdona tanto a nosotros? ¿Quién no podría amar a los demás si Jesús mismo se arrodilla y te sirve, sale a tu encuentro cada mañana, se regala en los sacramentos, te infunde fortaleza y confianza, si te muestra tu propia verdad y cura tus heridas con su amor? Ahora pregúntate, ¿respondo yo al amor de Dios como debo o soy descuidado y olvidadizo? ¿Cómo agradecer todo el bien recibido con actos de amor y compromisos concretos?

Te doy gracias de todo corazón,
Señor, Dios mío,
te diré siempre que tú eres amigo fiel.
Me has salvado del abismo profundo,
y he experimentado tu misericordia.
Me has librado de los lazos de la tentación,
y he experimentado tu misericordia.
Me has hecho revivir, volver al camino,
y he experimentado tu misericordia.
Has curado la fiebre que me impide servir a los hermanos.
Has abierto mis ojos y mis oídos para ver y escuchar a quién me necesita.
Sigue protegiendo mi vida. Sálvame. Confío en ti.

Señor, yo me alegro, porque eres un Dios compasivo.
Me alegro porque eres piadoso y paciente.
Me alegro porque eres misericordioso y fiel.
Señor, mírame. Ten compasión de mí. Dame fuerza.
Protege mi vida. Sálvame. Confío en ti.

Tú, Señor, siempre estás pronto a ayudarme
y a animar mi corazón cuando decae.
Tú, Señor, toma mi corazón de barro
y moldéalo según la grandeza de tu misericordia.
Protege mi vida. Sálvame. Confío en ti.


La compasión y la solidaridad ante el dolor de la gente es un distintivo de Jesús. ¡Cuánto sufre la gente! Detrás de cada puerta hay una historia marcada por el dolor, no se salva ninguna casa. Compartir el sufrimiento de los demás pone mucha luz y profundidad en nuestras vidas marcadas por la prisa y la superficialidad. Para ello es necesario vivir en oración. Sólo un corazón apasionado por Dios puede amar con libertad y verdad a los hombres según el mandamiento nuevo. Jesús no se deja absorber por el bullicio ni el activismo, sino que acude a la oración: lo primero es vivirnos desde Dios. San Juan  de Ávila decía que «más imprime una palabra después de haber estado en oración que diez sin ella» y «no hagas cosa que primero no encomiendes a Dios, pues va tanto en ello o acertar o errar». Sin mística no puede haber acción en nombre de Dios. ¿Pongo a Dios en el primer lugar y lo amo sobre todas las cosas? ¿Se nota eso en el tiempo que le dedico a la oración y en el interés que pongo a la hora de cuidar mis encuentros con el Señor en la Misa dominical y en la lectura diaria del Evangelio?

Vámonos a otra parte. Jesús no se deja retener por los éxitos.

No es bueno dormirse en los laureles
ni asentarse allí donde nos reconocen.
No es bueno mantener nuestro puesto y estatus
mientras otros son marginados y expulsados.

Y sucede cada día, Señor,
aquí y en otros lugares de nuestra tierra.

No es bueno ser el centro del encuentro
mientras hay quienes se quedan fuera, al margen.
No es bueno vivir con abundancia y confort
mientras otros carecen de lo básico y necesario.

Y sucede cada día, Señor,
aquí y en otros lugares de nuestra tierra.

No es bueno que a uno le atienda y sirvan
mientras a otros se les esconde y olvida.
No es bueno tener tanta calidad de vida
mientras hay quienes luchan por ella cada día.

Y sucede cada día, Señor,
aquí y en otros lugares de nuestra tierra.

No es bueno creer que estamos en lo cierto
mientras hay tantos hermanos perdidos.
No es bueno quedarse donde hemos llegado
habiendo tantos caminos que no hemos recorrido.

Y sucede cada día, Señor,
aquí y en otros lugares de nuestra tierra.

¡Vámonos a otra parte!

Florentino Ulibarri


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

martes, 15 de enero de 2019

Martes 15 de enero

Martes de la 1ª semana del t.o.

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 1, 21-28

Llegó Jesús a Cafarnaún, y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su enseñanza, porque no enseñaba como los letrados, sino con autoridad.
Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso a gritar: ¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: El Santo de Dios.
Jesús lo increpó: Cállate y sal de él.
El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte salió.
Todos se preguntaron estupefactos: ¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo.
Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen.
Su fama se extendió en seguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Jesús acude a la sinagoga de Cafarnaún, donde enseña. Jesús no es un letrado, ni un sacerdote que oficiaba en el Templo, ni un rabino... Él no tiene poder. Sin embargo, tiene autoridad. El poder brota del dinero, de la posición social, de la fama ganada con las armas o las tretas, por eso no genera respeto, sino miedo. Jesús produce respeto. ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

Señor, Tú hablas con autoridad,
porque has sido enviado por Dios Padre, no eres un entrometido;
porque hablas de lo que sabes, no hablas de oídas;
porque hablas con sencillez, para que te entiendan, no para demostrar lo mucho que sabes;
porque hablas con respeto, nunca con violencia;
porque haces lo que dices, vives lo que hablas;
porque tus palabras buscan nuestro bien, aunque a veces no queramos escuchar lo que me dices;
porque tus palabras reflejan la verdad, sin esconder la luz ni las sombras;
porque tus palabras descubren nuestros fallos para que los superemos, nunca para humillarnos;
porque tus palabras nos recuerdan quiénes somos y lo mucho que valemos para ti;
porque tus palabras, tu mirada, tus gestos y tu vida nos anuncian un mismo mensaje:
que nos amas con todo el corazón y que tu amor nos acompañará siempre.

Señor, ayúdame a hablar como Tú,
a vivir como Tú, a ser como Tú.

Aparece un endemoniado, posiblemente poseído por alguna enfermedad mental como la epilepsia o la esquizofrenia. Entonces Jesús realiza el primer milagro: el poder de Dios reside en Jesús, por eso cura del dominio diabólico. Su autoridad no reside sólo en las palabras, sino en los hechos. No se salvará todo el que dice «Señor, Señor», sino quien cumple la voluntad de Dios. Obras son amores y no buenas razones. La credibilidad de nuestra fe quedará acreditada ante nuestros vecinos sólo si plantamos cara al diablo que atormenta a los hombres con la fascinación consumista, el deseo de poder y aparentar y, como no, con el abandono, la falta de medicamentos, la falta de desarrollo... ¡cuántos niños obligados a trabajar desde pequeños o incluso esclavizados pedirán mañana la curación de sus enfermedades de huesos, de su hambre, de su analfabetismo, de sus heridas de guerra!

Jesús increpa al mal: «cállate». Pero por boca del profeta Isaías sigue preguntándose: «¿a quién enviaré, quién irá por mí?». Pídele al Señor que te mueva siempre a la compasión ante el dolor de cada persona, viva cerca o lejos. Alegra el corazón conmovido de Dios respondiendo: «Aquí estoy, Señor, envíame a mí».

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.