lunes, 11 de septiembre de 2017

Lunes 11 de septiembre

Lunes de la 23ª semana del t.o.

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 6, 6-11

Un sábado, entró Jesús en la sinagoga a enseñar. Había allí un hombre que tenía parálisis en el brazo derecho. Los letrados y los fariseos estaban al acecho para ver si curaba en sábado, y encontrar de qué acusarlo. Pero él, sabiendo lo que pensaban, dijo al hombre del brazo paralítico: "Levántate y ponte ahí en medio". El se levantó y se quedó en pie. Jesús les dijo: "Os voy a hacer una pregunta: ¿Qué está permitido hacer en sábado: hacer el bien o el mal, salvar a uno o dejarlo morir?" Y, echando en torno una mirada a todos, le dijo al hombre: "Extiende el brazo".
El lo hizo, y el brazo quedó restablecido. Ellos se pusieron furiosos y discutían qué había que hacer con Jesús.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Jesús cura a las personas necesitadas de salud, sea lunes o sábado. Los fariseos podrían alegrarse, pero les corroe la envidia, se ponen furiosos y le acusan de no respetar la ley que prohíbe trabajar en sábado. Para Jesús, en cambio, el bien de las personas está por encima de la ley.

También a nosotros nos cuesta valorar lo positivo que hacen nuestros “adversarios”, la competencia... Nos duelen los éxitos de los compañeros si nosotros quedamos por debajo. Pedimos perdón y fuerza para superar la envidia:

Señor, sabemos que la envidia perjudica a todos,
al que es envidiado y al que envidia;
pero, a veces nos cuesta mucho evitarla.

Envidiamos un puesto de trabajo, un coche, una casa,
un buen marido o una buena mujer,
el carisma, el físico, la inteligencia, la fama...
Nos parece que si no poseemos lo que envidiamos
no podemos triunfar ni ser felices del todo.

Haznos comprender los peligros de la envidia.
"De la envidia nacen el odio y la calumnia,
la alegría causada por el mal del prójimo
y la tristeza causada por su prosperidad”
La envidia nos arma unos contra otros
y debilita desde dentro a las familias,
a las comunidades y a toda la sociedad.

Danos luz y fuerza para superar la envidia,
para valorar nuestras posibilidades y capacidades;
para agradecer las personas que nos quieren,
los pequeños logros que alcanzamos en la vida,
las montañas y los ríos, los animales y las plantas,
las cosas que nos hacen más agradable la vida.

Danos luz y fuerza para superar la envidia,
para ver en cada persona a un hermano,
para no considerarlas competidoras ni enemigas;
para admirar, alegrarme y dar gracias de corazón
con los talentos y los éxitos de los demás,
para saber pedir con humildad lo que necesito
y compartir con generosidad lo que tengo. Amén.


Jesús predica y cura. Y así manifiesta a todos el amor misericordioso del Padre, aunque sea criticado, lo amenacen, o su vida corra peligro. ¿Estamos dispuestos sus discípulos a correr estos riesgos, o sólo ayudamos a los demás cuando no vamos a tener ningún problema?

¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

domingo, 10 de septiembre de 2017

Domingo 10 de septiembre

ª semana de tiempo ordinario

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 18, 15-20

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: "Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un pagano o un publicano. Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo. Os aseguro, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos".

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Ante el hermano que se equivoca, los discípulos de Jesús no pueden decir: “allá él”, o “es su libertad”, o “cada uno hace con su vida lo que quiere”. Tampoco cabe: “hay darle un escarmiento”, “no volveremos a darle el saludo”.

El camino que nos muestra el Evangelio es otro, mucho más comprometido y complicado. Jesús nos invita a reprender y a intentarlo no sólo una vez, a contar con otros hermanos y con la comunidad para poder ayudar mejor al que toma un camino erróneo.

Es el camino del amor que respeta la libertad del otro, pero a la vez quiere mostrarle la verdad. La libertad sin la verdad nos destruye. La verdad sin libertad nos esclaviza, en empequeñece.

¿Qué haces cuando algún hermano se equivoca?
¿Cómo reaccionas cuando te intentan corregir?
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

Ojo por ojo,
diente por diente,
golpe por golpe,
insulto por insulto,
ofensa por ofensa,
ultraje por ultraje,
decepción por decepción…

Así se va llenando
la memoria
y el equipaje
de agravios,
de rencor,
de deudas.

Mejor ofrecer,
contra el puño cerrado,
una mano abierta.
Ante el insulto, silencio
o, aún más, palabra de perdón.
Mejor no subirse
al tren del odio.
Mejor bajarse
de la espiral
de la venganza.
Mejor caminar
por la senda
de la concordia.

Amar a amigos y enemigos.
A tu manera, Señor.

José Mª Rodríguez Olaizola, sj (adaptación)

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Señor, no nos dejes caer en el "ojo por ojo" o en el "diente por diente";
no permitas que me deje llevar por la rabia o por los deseos de venganza.
Ayúdame a seguir amando a quién se equivoca, a quien me hace daño;
Dame sabiduría para convertir el dolor en compasión afectiva y efectiva.

Enséñame a rezar por las personas que me han herido con sus palabras y obras;
a corregir sin humillar, por amor, con delicadeza, buscando el bien del otro.

Dame amor para no criticar a la espalda, para corregir a la cara, a solas.
Si no me hace caso, que no me dé por vencido y busque la ayuda de otras personas y de la comunidad.
Y si, ni aún así, no se corrige, dame la paz del que hace todo lo posible para solucionar un problema.

Señor, dame amor para corregir a quién se equivoca
y mucha humildad para dejarme corregir cuando me equivoco yo.

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

sábado, 9 de septiembre de 2017

Sábado 9 de septiembre

Sábado de la 22ª semana del t.o.

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 6, 1-5

Un sábado, Jesús atravesaba un sembrado; sus discípulos arrancaban espigas y, frotándolas con las manos, se comían el grano. Unos fariseos les preguntaron: "¿Por qué hacéis en sábado lo que no está permitido?" Jesús les replicó: "¿No habéis leído lo que hizo David cuando él y sus hombres sintieron hambre? Entró en la casa de Dios, tomó los panes presentados -que sólo pueden comer los sacerdotes-, comió él y les dio a sus compañeros". Y añadió: "El Hijo del hombre es señor del sábado".

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Los fariseos están al acecho. Espían a Jesús y a sus discípulos, para ver de qué los puedes acusar.

Los acusan de incumplimiento de la ley del sábado. Utilizan la ley para atacar, para condenar. Jesús les explica con un ejemplo el verdadero sentido de la ley del sábado y de todas las leyes. Las leyes tienen su sentido, pero están al servicio de las personas. Las personas no pueden convertirse en esclavas de la ley. Además Él está por encima de cualquier ley: es señor del sábado.

¿Estamos al acecho de alguna persona? ¿Utilizamos la ley para condenar? Pedimos perdón.
Damos gracias a Jesús que nos libera del peso de la ley.

Señor, Tú nos ofreces tu palabra y tu ley,
para compartir con nosotros tu sabiduría,
para que conducirnos por el camino de bien,
para buscar la concordia y la paz,
para ayudarnos a encontrarnos contigo.

No permitas que utilicemos la ley para condenar,
para someter a las personas más débiles,
para defender los intereses de los poderosos,
para justificar injusticias y atropellos,
para convertirla en un ídolo sin corazón.

Señor, danos sabiduría para comprender tu ley,
confianza para aceptarla como camino de vida
y acierto para mostrarla en positivo a los demás.


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

viernes, 8 de septiembre de 2017

Viernes 8 de septiembre

Natividad de Santa María

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 1,1-16.18-23

El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: "José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados." Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el Profeta: "Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa "Dios con nosotros"."

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Hoy celebramos el nacimiento de la Virgen María. No podemos leer el Evangelio correspondiente a ese momento de su vida, sencillamente porque no existe. Es significativo: la mujer que Dios eligió y preparó para ser la madre de su Hijo no es una princesa, ni siquiera la hija de un personaje famoso, es una mujer sencilla, desconocida, humilde.

Aprovechamos esta fiesta del cumpleaños de María para felicitarla:

¡Felicidades, Madre! Felicidades por Ti, por tu nacimiento.
Felicidades, Madre, porque creciste en el oscuro camino de la fe.
Felicidades, Virgen peregrina, porque nos enseñas la ruta de la santidad.
Felicidades, Madre, porque un día, un mes, en un lugar, de unos padres...
naciste como cualquiera de nosotros  y sin embargo de Ti nacería el Salvador del mundo.
Felicidades, por estar siempre atenta ala palabra del Señor.
Felicidades porque tu vida fue un Si a la voluntad de Dios.
Felicidades, María, porque eres la Madre de Dios.
Feliz soy yo también por tenerte como madre.
(Adaptación de un texto de iglesia.org)

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Como tú, María, quiero decir "aquí estoy", ante el proyecto de amor,
que Dios me propone en el hoy de mi vida.
Entro en este proyecto unida a tantos hermanos y hermanas
que, con Cristo, tu hijo, luchan por construir fraternidad,
dignidad para todos, unidad entre pueblos, razas, generaciones…

Como tú María, quiero caminar por calles y plazas, montes y llanos
cantando  las maravillas del Señor,
que triunfa en los pobres, sencillos y humildes.
Desde ellos, me pides sencillez, humildad, solidaridad.

Como tú María, quiero profundizar el misterio de Belén,
Palabra hecha carne, Dios entre nosotras, don para el mundo,
compromiso en la causa de una humanidad liberada, según el sueño del Padre.

Como tú, María, quiero gozar con  el que goza,
ser sensible ante la necesidad o dolor, pasar por al vida haciendo el bien, sencillamente,
decididamente asociada a todos los grupos que son testimonio solidario.

Como tú María, quiero estar en pie, unida a tu Hijo, en la cruz concreta de mi vida.
En mi caminar, me uno a todos los sufrientes de la humanidad
y a los que se entregan para que "la justicia y la paz se abracen".

Como tú, María, quiero participar del gozo del Resucitado.
Hoy Cristo resucita en todo lo bello, lo noble, lo auténtico.
Que mi vida sea espejo de la liberación que El ha regalado al mundo.

Como tú, María, quiero orar con mis hermanos y hermanas,
y recibir cada día , en Iglesia, la venida del Espíritu.
El colma los corazones de sus dones, nos renueva, nos sana.
El nos envía a anunciar en el mundo,
la Buena Nueva del Evangelio de tu hijo, Jesús.

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Decir tu nombre, María,
es decir que la Pobreza
compra los ojos de Dios.

Decir tu nombre, María,
es decir que la Promesa
sabe a leche de mujer.

Decir tu nombre, María,
es decir que nuestra carne
viste el silencio del Verbo.

Decir tu nombre, María,
es decir que el Reino viene
caminando con la Historia.

Decir tu nombre, María,
es decir junto a la Cruz
y en las llamas del Espíritu.

Decir tu nombre, María,
es decir que todo nombre
puede estar lleno de Gracia.

Decir tu nombre, María,
es decir que toda suerte
puede ser también Su Pascua.

Decir tu nombre, María,
es decirte toda Suya,
Causa de Nuestra Alegría.

Pedro Casaldáliga


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

jueves, 7 de septiembre de 2017

Jueves 7 de septiembre

Jueves de la 22ª semana del t.o.

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 5, 1-11

En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra de Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret; y vio dos barcas que estaban junto a la orilla; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes. Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.
Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: "Rema mar adentro y echad las redes para pescar". Simón contestó: "Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes". Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande, que reventaba la red. Hicieron señas a los socios de la otra barca para que vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro, se arrojó a los pies de Jesús, diciendo: "Apártate de mí, Señor, que soy un pecador". Y es que el asombro se había apoderado de él y de los que estaban con él al ver la redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: "No temas: desde ahora serás pescador de hombres". Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

“Rema mar adentro” es una invitación a crecer, a ser nosotros mismos, a amar más y mejor…

Gracias, Señor, porque nos llamas a remar mar adentro,
de la orilla del "no hacer mal a nadie" al mar de la santidad,
de la orilla del "compartir unas migajas" al mar de la entrega total,
de la orilla del "rezar por obligación" al mar de la amistad contigo,
de la orilla del “todo está muy mal” al mar del compromiso,
de la orilla del “me da miedo” al mar de la confianza,
de la orilla del "ir tirando" al mar de una vida plena.

No permitas que me quede estancado, en la orilla,
y guíame en la aventura de remar mar adentro,
para encontrarme con mi yo más auténtico,
para descubrir el mar inmenso de tu amor,
para gozar la alegría de la fraternidad más grande.


Cuando nos damos cuenta de la grandeza y la bondad de Dios, reconocemos nuestra pequeñez y de nuestro pecado. Esta es la experiencia de Pedro. Esta es la experiencia que todos estamos invitados a vivir. Sólo cuando tomemos conciencia de quién es Dios y de quiénes somos nosotros, podremos relacionarnos con verdad con Él y con los hermanos.
            “Señor, tu mar es grande, nuestras barcas son pequeñas”
            “Concédenos descubrir y admirar tu grandeza”
            “Concédenos un corazón humilde”

“No temas, desde ahora serás pescador de hombres”. Cuando Pedro reconoce su pecado, Jesús lo llama. Es curioso.
Jesús no se detiene ante nuestra pequeñez, ni siquiera ante nuestro pecado, cuando lo reconocemos con sinceridad. Y cuenta con nosotros, cuenta contigo. Y te llama.

Hay que dejarlo todo
en el seguimiento a Jesús.

Primero se dejan las cosas:
lo que se recibe heredado
y viene grapado al apellido,
lo que es fruto del trabajo
y lleva nuestra huella.

También hay que dejarse a sí mismo:
los propios miedos,
con su parálisis y los propios saberes,
con sus rutas ya trazadas.

Después hay que entregar
las llaves del futuro,
acoger lo que nos ofrece
el Señor de la historia
y avanzar en diálogo
de libertades encontradas
mutuamente para siempre,
que se unifican en un único paso
en la nueva puntada de tejido.

Benjamín González Buelta, sj


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

miércoles, 6 de septiembre de 2017

Miércoles 6 de septiembre

Miércoles de la 22ª semana del t.o.

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 4, 38-44

En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, entró en casa de Simón. La suegra de Simón estaba con fiebre muy alta, y le pidieron que hiciera algo por ella. El, de pie a su lado, increpó a la fiebre, y se le pasó; ella, levantándose en seguida, se puso a servirles.
Al ponerse el sol, los que tenían enfermos con el mal que fuera, se los llevaban; y él, poniendo las manos sobre cada uno, los iba curando. De muchos de ellos salían también demonios, que gritaban: "Tú eres el Hijo de Dios". Los increpaba y no les dejaba hablar, porque sabían que él era el Mesías. Al hacerse de día, salió a un lugar solitario. La gente lo andaba buscando; dieron con él e intentaban retenerlo para que no se les fuese. Pero él les dijo: "También a los otros pueblos tengo que anunciarles el reino de Dios, para eso me han enviado. Y predicaba en las sinagogas de Judea.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Esta página del Evangelio tiene el color del éxito. Jesús cura a la suegra de Pedro e inmediatamente se puso a servirles. El servicio es signo de salud, de salvación. Y el servicio es fuente de alegría. Damos gracias porque hoy sigue curándonos y le pidamos que nos conceda ser más serviciales.

Te doy gracias de todo corazón,
Señor, Dios mío,
te diré siempre que tú eres amigo fiel.
Me has salvado del abismo profundo,
y he experimentado tu misericordia.
Me has librado de los lazos de la tentación,
y he experimentado tu misericordia.
Me has hecho revivir, volver al camino,
y he experimentado tu misericordia.
Has curado la fiebre que me impide servir a los hermanos.
Has abierto mis ojos y mis oídos para ver y escuchar a quién me necesita.
Sigue protegiendo mi vida. Sálvame. Confío en ti.

Señor, yo me alegro, porque eres un Dios compasivo.
Me alegro porque eres piadoso y paciente.
Me alegro porque eres misericordioso y fiel.
Señor, mírame. Ten compasión de mí. Dame fuerza.
Protege mi vida. Sálvame. Confío en ti.

Tú, Señor, siempre estás pronto a ayudarme
y a animar mi corazón cuando decae.
Tú, Señor, toma mi corazón de barro
y moldéalo según la grandeza de tu misericordia.
Protege mi vida. Sálvame. Confío en ti.


Al día siguiente, cuando se hizo de día, salió a un lugar solitario. Jesús necesita de la soledad, del silencio, para encontrarse con su Padre, para ser fiel a su misión. Reza cuando cosecha fracasos y cuando es aclamado por todos, cuando truena y cuando hace sol.
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

Dan con él y quieren retenerlo. Pero Jesús tiene claro que ha de cumplir su misión: tiene que anunciar el Evangelio en los otros pueblos.
Hemos de tener cuidado. Es muy fácil perder el rumbo de la misión que Dios da a cada uno. Si fracasamos, tenemos la tentación de abandonarla. Si tenemos éxitos, podemos modificarla para evitar la dificultad y la cruz.
            “Señor, haznos fieles, frente al éxito y al fracaso”
            “Corrige el rumbo de nuestra misión cuando se desvía”
            “A veces queremos retener a los demás en nuestro favor. Perdona.”

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

martes, 5 de septiembre de 2017

Martes 5 de septiembre

Martes de la 22ª semana del t.o.

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 4,31-37

En aquel tiempo, Jesús bajó a Cafarnaúm, ciudad de la Galilea, y los sábados enseñaba a la gente. Se quedaban asombrados de su enseñanza, porque hablaba con autoridad. Había en la sinagoga un hombre que tenía un demonio inmundo, y se puso a gritar a voces: "¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres: el Santo de Dios". Jesús le intimó: "¡Cierra la boca y sal!" El demonio tiró al hombre por tierra en medio de la gente, pero salió sin hacerle daño. Todos comentaban estupefactos: "¿Qué tiene su palabra? Da órdenes con autoridad y poder a los espíritus inmundos, y salen". Noticias de él iban llegando a todos los lugares de la comarca.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Hay muchas clases de autoridad. Hay personas que tienen autoridad porque saben mucho, otras porque tienen mucho poder y muchas posibilidades para reprimir a los adversarios. La autoridad puede nacer del poder o de la coherencia, de la autenticidad. Ésta es la autoridad de Jesús. Y ésta debería ser nuestra autoridad.

Señor, Tú hablas con autoridad,
porque has sido enviado por Dios Padre, no eres un entrometido;
porque hablas de lo que sabes, no hablas de oídas;
porque hablas con sencillez, para que te entiendan, no para demostrar lo mucho que sabes;
porque hablas con respeto, nunca con violencia;
porque haces lo que dices, vives lo que hablas;
porque tus palabras buscan mi bien, aunque a veces no quiera escuchar lo que me dices;
porque tus palabras reflejan la verdad, sin esconder la luz ni las sombras;
porque tus palabras descubren nuestros fallos para que los superemos, nunca para humillarnos;
porque tus palabras nos recuerdan quiénes somos y lo mucho que valemos para ti;
porque tus palabras, tu mirada, tus gestos y tu vida nos anuncian un mismo mensaje: que nos amas con todo el corazón y que tu amor nos acompañará siempre.
Señor, ayúdame a hablar como Tú, a vivir como Tú, a ser como Tú.


Jesús libera de todo lo que no nos deja crecer como personas y como cristianos. Por eso su lucha se dirige directamente contra el pecado. El pecado es nuestro peor enemigo, un enemigo que se convierte en invencible cuando no reconocemos su peligro.
            “Señor, gracias por desatarnos de las cadenas que nos atan,
             por liberarnos de los espíritus que nos atemorizan.
             Concédenos reconocer el mal que retuerce a nuestros hermanos
             y ayudarles a disfrutar la alegría de una vida libre.”

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.