viernes, 31 de marzo de 2017

Viernes 31 de marzo

Viernes de la 4ª semana de Cuaresma

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 7,1-2.10.25-30

En aquel tiempo, recorría Jesús la Galilea, pues no quería andar por Judea porque los judíos trataban de matarlo. Se acercaba la fiesta judía de las tiendas. Después que sus parientes se marcharon a la fiesta, entonces subió él también, no abiertamente, sino a escondidas.
Entonces algunos que eran de Jerusalén dijeron: "¿No es éste el que intentan matar? Pues mirad cómo habla abiertamente, y no le dicen nada. ¿Será que los jefes se han convencido de que éste es el Mesías? Pero éste sabemos de dónde viene, mientras que el Mesías, cuando llegue, nadie sabrá de dónde viene." Entonces Jesús, mientras enseñaba en el templo, gritó: "A mí me conocéis, y conocéis de dónde vengo. Sin embargo, yo no vengo por mi cuenta, sino enviado por el que es veraz; a ése vosotros no lo conocéis; yo lo conozco, porque procedo de él, y él me ha enviado." Entonces intentaban agarrarlo; pero nadie le pudo echar mano, porque todavía no había llegado su hora.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Jesús sabe que muchos judíos tratan de matarlo en Jerusalén. Por eso anda cauteloso. No quiere provocar la reacción violenta de sus enemigos. Pero la cautela, no le lleva a decir lo contrario de lo que piensa y sigue dando testimonio de aquél que lo ha enviado. No se deja llevar ni siquiera por el miedo a la muerte. Su voluntad es insobornable.

Tampoco los cristianos deberíamos provocar la reacción contraria de nuestros “enemigos”. No podemos provocar, pero tampoco podemos quedarnos callados. No podemos traicionar a Dios. Es difícil este equilibrio, pero es necesario.

Pedimos perdón por las veces en las que provocamos reacciones violentas.
Pedimos perdón porque a veces nos callamos cobardemente o no decimos lo que pensamos por miedo.
Damos gracias porque Dios nos enseña a ser cautelosos y valientes a la vez. Pedimos luz y fuerza.

Dicen que estoy "amenazado de muerte".
Es una advertencia para intimidarme,
meterme miedo en el alma y en el cuerpo
y dejar que todo siga el curso
que beneficia a los de siempre.
Sea lo que fuere, estoy tranquilo
porque, si me matan, no me quitan la vida.
Me sembrarán contigo
y granaré
desbordando sueños.

Los cristianos no estamos
amenazados de muerte.
Estamos "amenazados de vida".
Porque Tú eres la vida,
aunque estés crucificado
en la cumbre del basurero del Mundo,
o enterrado en arrabales, suburbios y favelas.

Ni yo ni nadie estamos amenazados de muerte.
¡Estamos amenazados de vida,
de esperanza, de amor...!
Porque tu hora, Señor, ha llegado,
y recorres nuestro mundo
como río de agua viva.

Florentino Ulibarri

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Padre Celestial, mi vida está en tus manos.
Ayer hoy y por siempre, estoy segura y confiada en ti.
Señor, ayúdame a saber que tú tienes todo el control.
Ayúdame a creer que tú estás trabajando en mi vida ahora mismo,
aunque yo no  lo pueda ver.
Ayúdame a confiar en lo que no puedo ver,
aún cuando lo único que veo es doloroso y está todo tan nublado.

Ayúdame a saber que tú tomas control de todas mis necesidades.
Señor, gracias por escuchar mi súplica de ayuda.
Gracias por amarme tanto.
Ayúdame a creer en todas las promesas que me has dado.
Perdóname cuando dudo de ti y de tu amor.
Yo creo en ti Señor. Perdóname cuando a veces pierdo la fe.

Aumenta en mí la fe en ti.


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

jueves, 30 de marzo de 2017

Jueves 30 de marzo

Jueves de la 4ª semana de Cuaresma

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 5, 31‑47

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos:
—«Si yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio no es válido. Hay otro que da testimonio de mí, y sé que es válido el testimonio que da de mí.
Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él ha dado testimonio de la verdad. No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para que vosotros os salvéis. Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y vosotros quisisteis gozar un instante de su luz.
Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido realizar; esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado.
Y el Padre que me envió, él mismo ha dado testimonio de mí. Nunca habéis escuchado su voz, ni visto su semblante, y su palabra no habita en vosotros, porque al que él envió no le creéis.
Estudiáis las Escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna; pues ellas están dando testimonio de mí, ¡y no queréis venir a mí para tener vida! No recibo gloria de los hombres; además, os conozco y sé que el amor de Dios no está en vosotros.
Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibisteis; si otro viene en nombre propio, a ése si lo recibiréis.
¿Cómo podréis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros y no buscáis la gloria que viene del único Dios? No penséis que yo os voy a acusar ante el Padre, hay uno que os acusa: Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza. Si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. Pero, si no dais fe a sus escritos, ¿cómo daréis fe a mis palabras?»

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Ni siquiera Jesús, el Hijo de Dios, da testimonio de sí mismo. Jesús da testimonio del Padre, realiza las obras del Padre. La Iglesia tampoco debe dar testimonio de sí misma. Los cristianos tampoco debemos dar testimonio de nosotros mismos. Nuestras palabras y nuestras vidas tienen que dar testimonio del amor, de la ternura, de la fuerza de Dios. Lo que dices y lo que haces ¿es para manifestar la gloria de Dios, o para exhibir tus capacidades, buscando el reconocimiento de los demás? ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

A tiempo y a destiempo,
en cualquier lugar,
a cualquier hora,
con el viento de espalda
o un huracán a la contra;
alegre o afligido,
sereno o exaltado,
descansado o exhausto,
lleva el Amor por bandera.

No cejes en el intento
de compartir la justicia.
No acomodes la Palabra
en nombre de la prudencia,
no adulteres la esperanza,
proclama la Vida plena
de quien con su voz nos llama
y con su historia nos llena.

No niegues que eres apóstol,
no olvides que eres profeta,
portador de una noticia
que ha de atravesar la guerra,
que ha de romper las paredes
y ha de fecundar la tierra.

José Mª Rodríguez Olaizola, sj


Sabemos que Jesucristo es el camino, la verdad y la vida. Sabemos que Él es Enviado por el Padre para traernos la paz. Sin embargo, no acabamos ir a Él con decisión, nuestra fe en Él es débil, no lo recibimos en lo más profundo de nuestro corazón. ¿Qué podríamos hacer para seguirle con radicalidad? ¿Qué le dices a Dios? ¿Qué le dices?

Porque Tú lo has querido
estoy aquí, Señor. En Tu nombre.
No he venido yo; me has absorbido
en la espiral de amor,
que eres con todos.

Nadie puede arrimarse a Ti
sin que entero lo abraces,
lo hagas Tuyo.
Sin robarle nada,
dándole todo.

Del suelo a la cabeza
soy regalo tuyo,
espíritu que vuela
y cuerpo que lo apresa.
No puedes ya
salirte de este mundo.
Me inundaste

Y, empapado de Ti, te voy sembrando,
y al tiempo que me siembro,
como grano de trigo,
en mis hermanos.
No quiero quedar solo.

Tu rostro buscaré, Señor.
Hasta decirte ¡Padre!
Pero sólo te encuentro, cuando,
a todo lo que mana de Ti
le digo: ¡hermano!

Ignacio Iglesias, sj


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

miércoles, 29 de marzo de 2017

Miércoles 29 de marzo

Miércoles de la 4ª semana de Cuaresma

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 5,17-30

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: "Mi Padre sigue actuando, y yo también actúo." Por eso los judíos tenían más ganas de matarlo: porque no sólo abolía el sábado, sino también llamaba a Dios Padre suyo, haciéndose igual a Dios. Jesús tomó la palabra y les dijo: "Os lo aseguro: El Hijo no puede hacer por su cuenta nada que no vea hacer al Padre. Lo que hace éste, eso mismo hace también el Hijo, pues el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que él hace, y le mostrará obras mayores que ésta, para vuestro asombro.
Lo mismo que el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a los que quiere. Porque el Padre no juzga a nadie, sino que ha confiado al Hijo el juicio de todos, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo no honra al Padre que lo envió. Os lo aseguro: Quien escucha mi palabra y cree al que me envió posee la vida eterna y no se le llamará a juicio, porque ha pasado ya de la muerte a la vida. Os aseguro que llega la hora, y ya está aquí, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que hayan oído vivirán. Porque, igual que el Padre dispone de la vida, así ha dado también al Hijo el disponer de la vida. Y le ha dado potestad de juzgar, porque es el Hijo del hombre. No os sorprenda, porque viene la hora en que los que están en el sepulcro oirán su voz: los que hayan hecho el bien saldrán a una resurrección de vida; los que hayan hecho el mal, a una resurrección de juicio. Yo no puedo hacer nada por mí mismo; según le oigo, juzgo, y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Jesús nos revela en estas líneas su profunda relación de amor con el Padre. Amor que lo va configurando con el Padre y que es el motor de toda su vida y de toda su acción.
            En Jesús, nosotros hemos sido hechos hijos del Padre. Por medio de la adhesión a Jesús y de la Fe en Dios, ya tenemos vida eterna, hemos pasado ya de la muerte a la vida.
            La confianza en el Padre, el sentirnos amados por el, nos lleva como a Jesús a dejarnos guiar por el Espíritu, a no hacer nada por nuestra cuenta, a no cesar de trabajar en la construcción del Reino.
            ¿Me siento cansado, desanimado de trabajar sin ver los frutos? ¿intento buscar atajos, hacer las cosas por mi cuenta sin fiarme del Padre?

Es el momento, Señor, de orientar mi vida;
es la hora de dar rumbo a mi existencia.
Estoy a punto para descubrir un nuevo camino.
No me sirve, Señor, vivir en eterna encrucijada.
Estoy ante ti abierto como la playa al mar;
estoy en busca de tus pasos, de tus huellas;
quiero hacer realidad lo que tú has soñado para mí..

Aquí estoy, Señor, como Saulo en el camino de Damasco:
y te digo sin rodeos: Señor ¿qué quieres que haga?
Aquí estoy, Señor, como Samuel en la noche
y te digo: Habla, que tu siervo escucha.
Aquí estoy, Señor, como María cuando era joven
y te digo: He aquí la esclava; que haga según tu Palabra.

Señor, ¿qué quieres de mí? ¿Qué me pides?
Señor, ¿cuál es el plan del Padre para mi vida?
Señor, ¿cuál es el proyecto que quieres que realice?
Señor, ¿a qué me llamas? ¿Por dónde quieres que camine?
Señor, ¿cómo estar seguro de tus caminos en la vida?
Señor, ¿cómo sé yo que es eso lo que deseas de mi y no otra cosa?
Señor, ¿seré capaz de ser fiel a la llamada que tu me haces?
Señor, ¿y si me equivoco y tengo que volver atrás?
Señor, ¿Cómo comprometerme si no estoy plenamente seguro?

Preguntas, Señor, siempre preguntas. ¿Cómo saldré de la duda?
Yo quiero tener claro cada paso del camino.
Soy calculador, Señor, y no me gusta arriesgar nada.
Yo quiero tener mis seguridades y tengo miedo a lo imprevisible.
A fin de cuentas: ¿Te busco o me busco, Señor?
¿Pongo mis ojos en mí o te miro a ti?
¿son tus intereses los que busco o sólo los míos?
¿estoy disponible para ti?

Señor, dame luz y fuerza para optar por ti.
Será lo mejor para mi y para todos.
Tú no defraudas nunca.
Hágase. Amén.


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

martes, 28 de marzo de 2017

Martes 28 de marzo

Martes de la 4ª semana de Cuaresma

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 5,1-3.5-16

En aquel tiempo, se celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Hay en Jerusalén, junto a la puerta de las ovejas, una piscina que llaman en hebreo Betesda. Ésta tiene cinco soportales, y allí estaban echados muchos enfermos, ciegos, cojos, paralíticos. Estaba también allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo. Jesús, al verlo echado, y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo, le dice: "¿Quieres quedar sano?" El enfermo le contestó: "Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se remueve el agua; para cuando llego yo, otro se me ha adelantado." Jesús le dice: "Levántate, toma tu camilla y echa a andar." Y al momento el hombre quedó sano, tomó su camilla y echó a andar.
Aquel día era sábado, y los judíos dijeron al hombre que había quedado sano: "Hoy es sábado, y no se puede llevar la camilla." El les contestó: "El que me ha curado es quien me ha dicho: Toma tu camilla y echa a andar." Ellos le preguntaron: "¿Quién es el que te ha dicho que tomes la camilla y eches a andar?" Pero el que había quedado sano no sabía quién era, porque Jesús, aprovechando el barullo de aquel sitio, se había alejado. Más tarde lo encuentra Jesús en el templo y le dice: "Mira, has quedado sano; no peques más, no sea que te ocurra algo peor." Se marchó aquel hombre y dijo a los judíos que era Jesús quien lo había sanado. Por esto los judíos acosaban a Jesús, porque hacía tales cosas en sábado.


3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

“Coge tu camilla y vete”. “Has sido curado, no vuelvas a pecar más, pues podría sucederte algo peor.” También nosotros escucharemos estas palabras de Jesús en estas últimas semanas de Cuaresma, experimentaremos el perdón, la fuerza curativa y vivificadora del amor de Dios realizada en el Sacramento de la Reconciliación. La Cuaresma es tiempo de Gracia, tiempo de Salvación, momento de descubrir qué “enfermedad”, qué pecados nos impiden andar, seguir a Jesús; tiempo para acoger el perdón gratuito de Dios y para comprometernos a serle fiel.

La letra de una canción de Álvaro Fraile nos puede ayudar a escuchar en nuestro corazón la llamada de Jesús: LEVÁNTATE Y ANDA:

No tengas miedo, tú no te rindas, no pierdas la esperanza, no tengas miedo, yo estoy contigo en lo que venga y nada puede ni podrá el desconsuelo retando a la esperanza. Anda… ¡levántate y anda!

No tengas miedo, no desesperes, no pierdas la confianza, no tengas miedo, yo voy contigo siempre y a donde vayas, no dejes que envejezca un solo sueño cosido alguna almohada. Anda… ¡levántate y anda!

No tengas miedo, yo te sujeto solo confía y salta, no tengas miedo, voy a cuidarte, te alzaré cuando caigas; siempre puedes empezar de cero, yo lo hago todo nuevo. Anda… ¡levántate y anda!

Tú eres mi sueño y mi causa no piense que voy a dejarte caer; voy a despertarte y estaré a tu lado para que cada día sea un nuevo renacer, para que tengas vida, anda… ¡levántate!


Damos gracias a Dios, porque la salvación de Jesús también nos ha alcanzado a nosotros…

Gracias, Señor, por tu Palabra
que cae como la lluvia y pone sentido y destino en nuestro camino.

Gracias por el amor, poderoso como un torrente, invencible hasta más allá de la muerte,
que nos eleva y nos llena el corazón de nombres y motivos.

Gracias por tu justicia, que se alza como un grito, como una exigencia, como una llamada
y como el último atisbo de esperanza para quienes sufren lo injusto.

Gracias por hacernos tan de barro, y al tiempo poner tu luz en nuestras grietas.

Gracias por la libertad de quien aprende a caminar sin cadenas
ni más ataduras que la pasión por tu Reino.

Gracias por el pan de cada día, y por poner en nuestra entraña la convicción
de que no podemos estar tranquilos hasta que ese pan llegue a todas las mesas.

Gracias, en fin, por Jesús, camino, verdad y vida.


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

lunes, 27 de marzo de 2017

Lunes 27 de marzo

Lunes de la 4ª semana de Cuaresma

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 4,43-54

En aquel tiempo, salió Jesús de Samaría para Galilea. Jesús mismo había hecho esta afirmación: "Un profeta no es estimado en su propia patria." Cuando llegó a Galilea, los galileos lo recibieron bien, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían ido a la fiesta.
Fue Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había un funcionario real que tenía un hijo enfermo en Cafarnaún. Oyendo que Jesús había llegado de Judea a Galilea, fue a verle, y le pedía que bajase a curar a su hijo que estaba muriéndose. Jesús le dijo: "Como no veáis signos y prodigios, no creéis." El funcionario insiste: "Señor, baja antes de que se muera mi niño." Jesús le contesta: "Anda, tu hijo está curado." El hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino. Iba ya bajando, cuando sus criados vinieron a su encuentro diciéndole que su hijo estaba curado. Él les preguntó a qué hora había empezado la mejoría. Y le contestaron: "Hoy a la una lo dejó la fiebre." El padre cayó en la cuenta de que ésa era la hora cuando Jesús le había dicho: "Tu hijo está curado." Y creyó él con toda su familia. Este segundo signo lo hizo Jesús al llegar de Judea a Galilea.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Tendemos a ser autosuficientes, a arreglárnoslas solos, a engañarnos. Solo desde el conocimiento de nuestra realidad: débil, pecadora, necesitada de los demás y de Dios, podemos llegar a la fe. Hoy, el Evangelio nos invita a sentirnos necesitados de la ayuda de Jesús, como el funcionario real que sabe que no puede curar a su hijo; y a ser, como él, humildes y capaces de pedir ayuda. Este hombre que cree en la palabra de Jesús, comprueba su eficacia y pasa a creer en Jesús, nos muestra el itinerario de la fe: pasar de la fe en la promesa a la adhesión personal a Cristo.
            ¿Cuáles son mis carencias? Pido humildemente la ayuda del Señor.

Sabes, Señor, que soy uno de los tuyos,
que creo en ti y formas parte de mi vida,
pero muchas veces vivo como si no existieras,
porque no termino de fiarme en ti del todo.
Quiero tener la fe del hombre que te buscó
y te insistió para que curases a su hijo enfermo.

Me invitas a levantarme,
a no sestear en la mediocridad,
a vivir una vida apasionante,
a trabajar con la misma hermandad que Tú
y a confiar en ti mientras transcurre mi historia.

Tú me impulsas a levantar todo lo que está en mí dormido.
Tú me enseñas que puedo llegar a mucho más.
Tú me haces creer en el ser humano,
con todo lo que tiene de grandeza y fragilidad.

La fe en ti, Señor, me aparta de fatalismos y desesperanzas,
porque me haces confiar en las personas.
Hay mucho dolor en nuestro mundo,
a algunos les ha tocado una vida muy dura...
Hoy te pido que susurres al oído de cada hermano:
"Tu fe te ha salvado, vete en paz"...

Mari Patxi Ayerra (adaptación)


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

domingo, 26 de marzo de 2017

Domingo 26 de marzo

Domingo de la 4ª semana de Cuaresma A

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 9, 1‑41.

En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento.
Y sus discípulos le preguntaron:
—Maestro, ¿quién pecó: éste o sus padres, para que naciera ciego?
Jesús contestó:
—Ni éste pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios. Mientras es de día tengo que hacer las obras del que me ha enviado: viene la noche y nadie podrá hacerlas. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo.
Dicho esto, escupió en la tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó
en los ojos al ciego, y le dijo:
—Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado).
El fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban:
—¿No es ése el que se sentaba a pedir?
Unos decían:
—El mismo.
Otros decían:
—No es él, pero se le parece.
El respondía:
—Soy yo.
Y le preguntaban:
—¿Y cómo se te han abierto los ojos?
El contestó:
—Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me dijo que fuese a Siloé y que me lavase. Entonces fui, me lavé, y empecé a ver.
Le preguntaron:
—¿Dónde está él?
Contestó:
—No sé.
Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. (Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos.) También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista.
El les contestó:
—Me puso barro en los ojos, me lavé y veo.
Algunos de los fariseos comentaban:
—Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado.
Otros replicaban:
—¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?
Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego:
—Y tú ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?
El contestó:
—Que es un profeta.
Pero los judíos no se creyeron que aquél había sido ciego y había recibido la vista, hasta que llamaron a sus padres y les preguntaron:
—¿Es éste vuestro hijo, de quien decís vosotros que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?
Sus padres contestaron:
—Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego; pero cómo ve ahora, no lo sabemos nosotros, y quién le ha abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos. Preguntádselo a él, que es mayor y puede explicarse.
Sus padres respondieron así porque tenían miedo a los judíos: porque los judíos ya habían acordado excluir de la sinagoga a quien reconociera a Jesús por Mesías. Por eso sus padres dijeron: «Ya es mayor, preguntádselo a él.»
Llamaron por segunda vez al que había sido ciego y le dijeron:
—Confíésalo ante Dios: nosotros sabemos que ese hombre es un pecador.
Contestó él:
—Si es un pecador, no lo sé; sólo sé que yo era ciego y ahora veo:
Le preguntan de nuevo:
—¿Qué te hizo, cómo te abrió los ojos?
Les contestó:
—Os le he dicho ya, y no me habéis hecho caso: ¿para qué queréis
oírlo otra vez?, ¿también vosotros queréis haceros discípulos suyos? Ellos lo llenaron de improperios y le dijeron:
—Discípulo de ése lo serás tú; nosotros somos discípulos de Moisés.
Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios, pero ese no sabemos de dónde viene.
Replicó él:
—Pues eso es lo raro: que vosotros no sabéis de dónde viene, y, sin embargo, me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino al que es religioso y hace su voluntad. Jamás se oyó decir que nadie le abriera los ojos a un ciego de nacimiento, si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder.
Le replicaron:
—Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?
Y lo expulsaron. Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo:
—¿Crees tú en el Hijo del hombre?
El contestó:
—¿Y quién es, Señor, para que crea en él?
Jesús le dijo:
—Lo estás viendo: el que te está hablando ese es.
El dijo:
—Creo, Señor.
Y se postró ante él.
Dijo Jesús:
—Para un juicio he venido yo a este mundo: para que los que no ven, vean, y los que ven, se queden ciegos.
Los fariseos que estaban con él oyeron esto y le preguntaron:
—¿También nosotros estamos ciegos?
Jesús les contestó:
—Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado; pero como decís que veis, vuestro pecado persiste.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

El ciego de nacimiento soy yo y eres tú. Somos ciegos para ver las cosas más hermosas e importantes. No somos capaces de descubrir la presencia de Dios en nosotros mismos, en los hermanos, en la Iglesia, en los sacramentos. Nos quedamos en las apariencias. Y para curarnos lo primero y más importante es reconocer nuestra ceguera. Importa también que no nos acostumbremos a la ceguera.

Cristo toma iniciativa, mira nuestras cegueras, nos pone barro, nos dice que nos lavemos en la piscina del Enviado (en la Iglesia), con el agua del Espíritu.

El ciego se fía de Jesús. Hace lo que le dice. Y finalmente da testimonio de todo lo que Jesucristo ha hecho en su vida, a pesar de la incomprensión, de la “persecución” que los fariseos desatan contra él.

¿A qué te llama Dios? ¿Qué te dice? ¿Qué le dices?

Pon barro y saliva,
y tu mano humana y divina,
en mis ojos para que tengan vista

Pon tu mano en mis ojos miopes,
para que puedan mirar más allá
de la costumbre, la familia y la comunidad,
y ver al hambriento, al sediento, a los siempre pobres.

Pon tu mano en mis ojos endurecidos
por el paso de los años y los fracasos,
para que se transformen
en ojos emocionados, capaces de llorar.

Pon tu mano en mis ojos cansados,
que no alcanzan a distinguir bien cosas y personas,
para que adquieran juventud y claridad
en este mundo convulso y cambiante.

Pon tu mano en mis ojos enfermos,
mal acostumbrados y poco cuidados,
para que recuperen la salud
y puedan ver sin engaño en plenitud.

Pon tu mano en mis ojos heridos
por tantos golpes, luces y fogonazos
que han recibido de la vida
cuando intentaban verla en profundidad.

Pon tu mano en mis ojos vacilantes,
que no saben detenerse y reconocer
lo que ante ellos emerge con novedad
dejándome siempre perplejo y vacilante.

Pon tu mano en mis ojos superficiales,
que pasan rápida y febrilmente
por todo lo que encuentran y se les ofrece,
pero evitan encuentros y compromisos estables.

Pon tu mano en mis ojos ciegos,
clausurados a la vida y a la luz,
para que vuelvan a ver la vida y tus signos
con paz, ilusión y movimiento.

Pon barro y saliva,
y tu mano humana y divina,
en nuestros ojos para que tengan vista.

Florentino Ulibarri

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Eres la luz,
pero no una luz de sol
que baña las criaturas
en las orillas de la piel.
No eres la luz
que deslumbra las miradas,
ni con tu fulgor
diluyes todo lo viviente.

Tú eres la luz
que nos haces visibles
desde dentro,
amaneces cada día
en el interior de los cuerpos
por el oriente infinito
de nuestro deseo,
enciendes toda criatura
y vuelves transparente
el celemín que te encubre
en nuestra noche.

Toda luz crea sombras,
pero tú eres luz que las disipa.
¡Tantas criaturas
beben ansiosas cada noche
su ración de luces pasajeras
en vasos seducidos!
Cuando yo las mire,
¿les brillará en mis ojos
el reflejo amigo
de tu luz, de su luz,
que las habita
y desconocen?

Benjamín González Buelta, sj

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

sábado, 25 de marzo de 2017

Sábado 25 de marzo

Solemnidad de la Encarnación del Señor

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 1,26-38

A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: "Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo." Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo: "No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin." Y María dijo al ángel: "¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?" El ángel le contestó: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible." María contestó: "Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra." Y la dejó el ángel.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

La solemnidad de la Anunciación nos invita a meditar una vez más este pasaje del Evangelio, a llenarnos de alegría con la Buena Noticia de Gabriel.

Dios no nos abandona, no se olvida de nosotros, viene a salvarnos, se encarna, se hace persona humana para que seamos y vivamos como hijos suyos.

Dios no nos salva sin contar con nosotros, con un gesto lejano y frío, sino que se acerca a nuestra realidad hasta asumirla, y esto lo hace contando con nuestra colaboración.

La sencillez, la humildad y la confianza de María, son las actitudes con las que debemos acoger al Dios que se nos acerca, hoy le pedimos que nos enseñe a decir como ella: Aquí está la esclava del Señor, que se cumpla lo que dices.

Vivir
es dejar que la Palabra se haga cuerpo
en nuestro cuerpo humano,
cuerpo de carne y sangre
con espíritu bíblico
y aliento solidario.

Y para ello
se necesita paciencia y tiempo,
cántaros de esperanza compartida
y dejar que la semilla crezca sola
en nuestras entrañas humanas
aunque no sepamos cómo.

Vivir
es gestar en paz y con cuidado al esperado,
que siempre es nuestro hermano,
que viene ilusionado a su casa,
sin ánimo de destronarnos
y sí de enriquecernos y alegrarnos.

Pero para ello
hay que estar embarazados
o dejar al Espíritu que repose,
como él quiera, en nuestro regazo;
y ponerse de parto
para que la Palabra acampe entre nosotros.

Vivir es...
¡Ya estoy, Señor, dándote cuerpo!

Florentino Ulibarri

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A mi medida.
¡Tan débil como yo,
tan pobre y solo!
Tan cansado, Señor, y tan dolido
del dolor de los hombres!
Tan hambriento del querer de tu Padre (Jn 4,34)
y tan sediento, Señor, de que te beban... (Jn 7,37)

Tu, que eres la fuerza y la verdad,
la vida y el camino;
y hablas el lenguaje de todo lo que existe,           
de todos lo que somos.

Sacias la sed, la nuestra y la del campo,
sentado junto al pozo de los hombres.
Arrimas tu hombro cansado a mi cansancio
y me alargas la mano cuando la fe vacila
y siento que me hundo.

Tu, que aprendes lo que sabes,
y aprendes a llorar y a reir como nosotros

Tu, Dios, Tu, hombre,
Tu, mujer, Tu, anciano,
Tu, niño y joven,
Tu, siervo voluntario,
siervo último
siervo de todos...
Tu, nuestro.
Tu, nosotros!

Ignacio Iglesias

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.