martes, 26 de julio de 2016

Martes 26 de julio

Martes de la 17ª semana del t.o.

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 13, 36-43

En aquel tiempo, Jesús dejó a la gente y se fue a casa. Los discípulos se le acercaron a decirle: "Acláranos la parábola de la cizaña en el campo". El les contestó: "El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del Reino; la cizaña son los partidarios del Maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el fin del tiempo, y los segadores los ángeles. Lo mismo que se arranca la cizaña y se quema, así será al fin del tiempo: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y arrancarán de su Reino a todos los corruptores y malvados y los arrojarán al horno encendido; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga".

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

A los discípulos más cercanos les cuesta entender a Jesús. Cuando se van a casa preguntan las dudas y Jesús les explica con paciencia.
Es normal que también nosotros tengamos dudas a la hora de entender algunas páginas del Evangelio y tenemos que buscar los medios para poder aclararlas.

Jesús no mantiene con todos la misma relación. Predica a la gente, a la multitud. Comparte momentos de más intimidad con sus discípulos y ellos le preguntan en privado lo que no han entendido. Es más con Juan, Pedro y Santiago mantiene una amistad especial.
No estamos a ser discípulos del montón. Nuestra relación con Jesús ha de crecer cada día en profundidad.
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

Jesús nos recuerda el efecto del pecado: la tristeza y la muerte (en esta tierra y por toda la eternidad); y el destino de los que cumplen la voluntad de Dios: la vida junto a Dios.
Es una llamada a la conversión para vivir más felices, más plenamente.

Señor, me impresiona la paciencia
que tienes conmigo y con todos tus hijos.

Cuando te acercas y yo me alejo,
Tú esperas y alientas mi regreso.

Cuando me enfado contigo y con los hermanos,
Tú esperas y sigues ofreciéndome tu mejor sonrisa.

Cuando me hablas y no te contesto,
Tú esperas y sigues ofreciéndome tu palabra.

Cuando no me atrevo a elegir y a renunciar,
Tú esperas y sigues dándome luz y valor.

Cuando me cuesta servir y entregarme,
Tú esperas y das tu vida por mi, sin reservarte nada.

Cuando soy egoísta y no doy buenos frutos,
Tú esperas, me riegas y me abonas.

Cuando me amas y yo no correspondo,
Tú esperas y multiplicas tus gestos de cariño.

En tu paciencia se esconden mis posibilidades de mejorar, de crecer,
de ser yo mismo, de cumplir lo que Tú has soñado para mí, de ser plenamente feliz.

Señor, que no me pase la vida sin aprovechar las oportunidades
que tu paciencia me brinda, para ser cada día menos cizaña y más trigo.


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

lunes, 25 de julio de 2016

Lunes 25 de julio

Santiago Apóstol

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 20,20-28

En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los Zebedeos con sus hijos y se postró para hacerle una petición.
Él le preguntó: "¿Qué deseas?"
Ella contestó: "Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda."
Pero Jesús replicó: "No sabéis lo que pedís. ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?"
Contestaron: "Lo somos."
Él les dijo: "Mi cáliz lo beberéis; pero el puesto a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre."
Los otros diez, que lo habían oído, se indignaron contra los dos hermanos.
Pero Jesús, reuniéndolos, les dijo: "Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos."

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Santiago y su hermano se acercan a Jesús acompañados por su madre, buscando honores y privilegios. Sin embargo, el Señor les va cambiando el corazón, poco a poco descubren que ser grande y ser servidor es lo mismo y que el mayor título de un seguidor es dar la vida como el Maestro.
            “Señor, a veces te seguimos buscando sólo ventajas
             cambia nuestro modo de pensar
             y haznos buenos seguidores tuyos.”
            
No sabemos porque se enfadan los otros discípulos. Quizá ellos estén buscando lo mismo que los Zebedeos, aunque no se atrevan a expresarlo. En todo caso, esa no es la actitud adecuada, el que está equivocado necesita comprensión y paciencia. Sólo así podrá cambiar.
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

Santiago, como todos los apóstoles, es mensajero del Evangelio. Según dice la tradición, evangelizó España, en medio de toda clase de dificultades. Hoy es un buen día para dar gracias a Dios por el tesoro del Evangelio, anunciado por Santiago y por los cristianos que tomaron y transmitieron la antorcha de la fe hasta llegar a nosotros, una antorcha que tenemos que seguir transmitiendo. Buenos días!!!! En la fiesta del APÓSTOL SANTIAGO, compartimos esta oración:

Señor Jesús, Tú me llamas, como llamaste a Santiago, cuando estaba en la barca con su padre y su hermano. Y yo quiero responderte como él, sin excusas, sin dejarlo para mañana; quiero responder a tus llamadas, a las llamadas de la conciencia y de los hermanos, con prontitud, inmediatamente.

Señor, tu cercanía, tu amor, tus palabras cambiaron radicalmente la vida del Apóstol. Aquel hombre violento, hijo del trueno, buscador de grandezas, dispuesto a pedir fuego del cielo para consumir una ciudad que no te recibió; no muchos años después, cuando llegó el momento de morir martirizado, no se echó atrás y lo dio todo. Ayúdanos a estar cerca de ti, a acoger tu Palabra y tu amor, para que nuestra vida cambie, como se transforma el barro en manos del alfarero.

Señor, Tú hiciste de Santiago un gran evangelizador. Con la ayuda de la Virgen, tuvo claro que no se podía guardar para sí el tesoro de su fe y la anunció con mucho valor a pesar de dificultades y persecuciones, convencido de que cuantos más reciban la gracia, mayor será el agradecimiento, para gloria de Dios Padre. Qué nuestras palabras y nuestros compromisos, nuestra alegría y nuestra esperanza anuncien a todos que Tú, Jesús, eres el Amor que siempre nos acompaña y nos salva y el Camino que nos conduce a la Felicidad más grande.
          

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

domingo, 24 de julio de 2016

Domingo 24 de julio

Domingo de la 17ª semana del t.o. C

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 11, 1-13

Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: - «Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos.»
Él les dijo: - «Cuando oréis decid: "Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan del mañana, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo, y no nos dejes caer en la tentación."»
Y les dijo: - «Si alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche para decirle: "Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle." Y, desde dentro, el otro le responde: "No me molestes; la puerta está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos." Si el otro insiste llamando, yo os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por la importunidad se levantará y le dará cuanto necesite.
Pues así os digo a vosotros: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca halla, y al que llama se le abre. ¿Qué padre entre vosotros, cuando el hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pez, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión?
Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?»

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Posiblemente, el pecado que más nos separa de Dios es el orgullo, la autosuficiencia, pensar que podemos construir nuestra vida al margen de Dios, aunque de vez en cuando recemos algo. Y el mejor remedio contra este pecado es la oración de petición, continua, insistente... Sólo así nos daremos cuenta de que todo es gracia, todo es don de Dios.

Vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo. El Espíritu Santo es el don más grande, más útil, más hermoso. Y Dios nos lo ofrece continuamente. Sin embargo, no aspiramos a los dones mejores y pedimos muchas veces cosas que no nos convienen, o que no nos darán la felicidad que busca nuestro corazón

Si al pensar en mis hijos
me emociono más de lo que a veces quiero;
si al mirarlos cada día
creo que son joyas inmerecidas;
si al verlos en peligro
corro a socorrerles con el corazón en vilo;
si cuando hacen alguna fechoría
estoy deseoso de perdonarlos;
si cuando desbaratan mis planes
tiendo siempre a justificarlos;
si cuando tengo que corregirlos
sólo sé hacerlo con cariño;
si cuando los castigo aún convencido
me duele en lo más íntimo:
si cuando piden perdón
me derrito aunque vuelvan a hacer lo mismo;
si cuando ríen sus ocurrencias
me parecen pillos en fiesta;
si cuando estoy con ellos
camino lleno de vida y muy erguido...
Y si cuando se me pierden
me encuentro perdido
hasta encontrarlos y recuperarlos
sanos y salvos.

Si esto me pasa a mí,
que no soy bueno,
que a veces desconfío de ellos
y de mí mismo,
que sólo soy un aprendiz de tus deseos...,
¡qué no te pasará a Ti,
que eres bueno,
que tienes un corazón de ensueño
y que no sabes desconfiar de nosotros
aunque nos hayamos ido lejos!

Florentino Ulibarri


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

sábado, 23 de julio de 2016

Sábado 23 de julio

Santa Brígida, patrona de Europa

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 15,1-8

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos."

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Jesús es la Vid, es la Vida. Nosotros somos los sarmientos y por nuestras venas corre la misma Vida de Jesús... si permanecemos unidos a Él.

Permanecer no es estar a ratos, cuando me apetece, cuando lo necesito, cuando no tengo más remedio... El verbo permanecer es amigo del sustantivo fidelidad y del adverbio siempre.

A veces, “permanecer en Jesús” nos suena a castigo, a imposición, a condena. Si lo vivimos así, no conocemos todavía el corazón de Dios. Permanecer es un regalo, un tesoro, el mejor tesoro, que Él nos ofrece incondicionalmente para que demos fruto, para que nuestra vida tenga sentido.

Con toda la buena voluntad del mundo comenzamos compromisos, queremos mejorar nuestro mundo, participamos en grupos de fe, en parroquias y movimientos, tratamos de ser cada día mejores...  Queremos cosas buenas y trabajamos por ellas, pero olvidamos lo fundamental, lo imprescindible: estar unidos a Jesús. Sin Él no podemos hacer nada.

“Santa Brígida, ayúdanos a seguir tu ejemplo, a permanecer siempre unidos a Jesucristo”

¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

Quiero ser verdadero sarmiento, sarmiento que permanece pegado a la parra que lo sostiene, y que, por ella, recibe el alimento para mantenerse vivo y fecundo.

Quiero ser sarmiento que se limpia de todo aquello que le amenaza arrancarlo de la vid, de la vid que le da la savia verdadera para fertilizarse y dar hermosos frutos.

Quiero ser sarmiento que recibe la poda necesaria para quedar siempre bien injertado en la vid, sin peligro de ser arrancado por los temporales, la sequía o las malas hierbas que lo destruyen y alejan de su tronco verdadero.

Quiero ser injerto tuyo, Dios mío, para que nunca tu Amor quede cortado en el camino a mi corazón, y siempre esté regado por tu bendición y tu compasión. Quiero ser sarmiento que vive de su Viña y que da los frutos que la Viña espera. Buenos frutos que sacian el hambre y la sed de los que se acercan a ella. Amén.

------------------

Porque nuestros proyectos se desmoronan y fracasan
y el éxito no nos llena como ansiamos.
Porque el amor más grande deja huecos de soledad,
porque nuestras miradas no rompen barreras,
porque queriendo amar nos herimos,
porque chocamos continuamente con nuestra fragilidad,
porque nuestras utopías son de cartón
y nuestros sueños se evaporan al despertar.
Porque nuestra salud descubre mentiras de omnipotencia
y la muerte es una pregunta que no sabemos responder.
Porque el dolor es un amargo compañero
y la tristeza una sombra en la oscuridad.
Porque esta sed no encuentra fuente
y nos engañamos con tragos de sal.

Al fin, en la raíz, en lo hondo, sólo quedas Tú.
Sólo tu Sueño me deja abrir los ojos,
sólo tu Mirada acaricia mi ser,
sólo tu Amor me deja sereno,
sólo en Ti mi debilidad descansa
y sólo ante Ti la muerte se rinde.
Sólo Tú, mi roca y mi descanso

Javier Montes Maury, sj


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

viernes, 22 de julio de 2016

Viernes 22 de julio

Santa María Magdalena

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 20,1.11-18

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Fuera, junto al sepulcro, estaba María, llorando.
Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús. Ellos le preguntan: "Mujer, ¿por qué lloras?"
Ella les contesta: "Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto."
Dicho esto, da media vuelta y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús.
Jesús le dice: "Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?
Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: "Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré."
Jesús le dice: "¡María!"
Ella se vuelve y le dice: "¡Rabboni!", que significa: "¡Maestro!"
Jesús le dice: "Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Anda, ve a mis hermanos y diles: "Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro."
María Magdalena fue y anunció a los discípulos: "He visto al Señor y ha dicho esto."

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

María Magdalena había sido curada por Jesús. Era una mujer agradecida. Amaba a Jesús con toda la fuerza de su corazón. María sigue a Jesús cuando es abandonado por casi todos. Lo acompaña cuando Jesús sube al Calvario, es testigo de su muerte, está allí cuando es colocado en el sepulcro. Y en la mañana del domingo María la encontramos junto al sepulcro de Jesús, llorando.
            “Señor, dame un corazón agradecido que sepa amarte”
            “Dame la fuerza de tu Espíritu para acompañarte siempre”
            “También a mí me has curado. Te amo, Señor. Gracias”

María ama, pero no cree que Jesús pueda estar vivo. Su pena y sus lágrimas no le dejan ver claro: no se da cuenta de que le hablan dos ángeles, confunde al Señor con el hortelano...
Jesús la llama por su nombre: ¡María! Y aquella mujer se vuelve, clava su mirada en Jesús, su corazón se estremece y las lágrimas de la pena toman el brillo de la alegría: ¡Maestro!
El Señor pronuncia tu nombre. Escúchalo en el silencio del corazón para que tu alegría sea como la de María, y seamos, como ella, testigos de su resurrección.
            “También a mí me llamas por mi nombre. Te escucho, Señor”

Señor, tú expulsaste siete demonios de María Magdalena y, hoy, ahuyentas de mi corazón miedos y desesperanzas, egoísmos y tristezas. Gracias, Señor, por lo que hiciste con Magdalena y por lo que haces por mí.

Señor, María Magdalena fue agradecida, te amaba con todo su corazón de mujer y dedicó toda su vida a seguirte y servirte. Que también yo, Señor, sea agradecido, te ame, te siga con confianza y te sirva con generosidad.

Señor, Magdalena estuvo siempre a tu lado, en tu pasión, muerte y sepultura. Que también yo esté junto a Ti, en los que sufren, cuando no te sienta cerca y cuando la fe me traiga más problemas que satisfacciones.

Señor, tú premiaste la fidelidad de la Magdalena saliendo a su encuentro después de tu resurrección, para convertir su duelo en danzas. Señor, que también yo encuentre en Ti la alegría, la paz y la esperanza.

Señor, tú confiaste a María Magdalena la misión de anunciar tu resurrección y cuentas conmigo para transmitir tu vida nueva. Señor, dame tu Espíritu, para cumplir esta misión con la alegría y la entrega de María Magdalena. Amén.


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

jueves, 21 de julio de 2016

Jueves 21 de julio

Jueves de la 16ª semana del t.o.

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 13, 10-17

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los discípulos y le preguntaron: ¿Por qué les hablas en parábolas? El les contestó: A vosotros se os ha concedido conocer los secretos del Reino de los Cielos y a ellos no.
Porque al que tiene se le dará y tendrá de sobra, y al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene.
Por eso les hablo en parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender.
Así se cumplirá en ellos la profecía de Isaías: «Oiréis con los oídos sin entender; miraréis con los ojos sin ver; porque está embotado el corazón de este pueblo, son duros de oído, han cerrado los ojos; para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni entender con el corazón, ni convertirse para que yo los cure».
Dichosos vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen.
Os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis vosotros y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Damos gracias a Dios porque se nos ha concedido el don de escuchar y comprender poco a poco la Palabra de Dios. No tenemos más méritos que otros. La fe es un don.

Este don no supone para nosotros un privilegio, sino una responsabilidad. El don que hemos recibido no ha de servir sólo para nuestro enriquecimiento personal. Hemos sido agraciados para que la Gracia llegue a otros; hemos sido amados, para que el Amor llegue a otros; hemos sido ungidos, fortalecidos, para que el Espíritu fortalezca a otros.

Pedimos al Señor que nos abra el entendimiento para comprenderle, para acoger su palabra y su amor, como a los discípulos camino de Emaús:

Quédate, Señor, que se hace ya tarde,
que el camino es largo y el cansancio grande.

Quédate a decirnos tus vivas palabras
que aquietan la mente y encienden el alma.

Mantén en ascuas nuestro corazón torpe,
disipa nuestras dudas y temores.

Míranos con tus ojos de luz y vida,
devuélvenos la ilusión perdida.

Lava las heridas de estos pies cansados;
despiértanos vida con gestos humanos.

Quédate y límpianos rostro y entrañas;
quema esta tristeza, danos esperanza.

Quédate, Señor, comparte nuestras viandas
y muéstranos, paciente, tus enseñanzas.

Pártenos el pan de tu compañía;
ábrenos los ojos de la fe dormida.

De tus palabras cuelga lo que buscamos,
lo hemos visto caminando a tu lado.

Quédate y renueva valores y sueños;
danos tu alegría y tu paz de nuevo.

Condúcenos siempre al mundo, a la vida,
para ver tu rostro en rostros cada día.

Quédate, Señor, que se hace ya tarde,
que el camino es largo y el cansancio grande.

Florentino Ulibarri.


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

miércoles, 20 de julio de 2016

Miércoles 20 de julio

Miércoles de la 16ª semana del t.o.

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 13, 1-9

Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó junto al lago. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y la gente se quedó de pie en la orilla.
Les habló mucho rato en parábolas: Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, un poco cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron.
Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y, como la tierra no era profunda, brotó de seguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó.
Otro poco cayó entre zarzas, que crecieron y lo ahogaron.
El resto cayó en tierra buena y dio grano: unos, ciento; otros, sesenta; otros, treinta.
El que tenga oídos que oiga."

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Salió Jesús de su casa, salió de la casa del Padre para encontrarse con la humanidad, con nosotros. En la oración, Dios toma siempre la iniciativa. Podríamos decir que Dios nos reza, nos llama, antes que nosotros le respondamos. La oración es don de Dios.
            “Señor, gracias por acercarte a mí. Gracias por poder orar”

Y la gente acudió. Dios se acerca, pero también nosotros tenemos que acercarnos, tenemos que salir de nuestra casa, de nuestras tareas cotidianas, incluso de los lugares habituales para encontrarnos con Jesús. La oración es tarea nuestra.
            “Señor, perdona y cura nuestra pereza para rezar”
            “Danos fuerza para salir a tu encuentro cada día”

Les hablaba en parábolas, con sencillez, con ejemplos que pudieran entender, acomodándose a su forma de ser... También nosotros estamos llamados a anunciar el evangelio con un lenguaje apropiado, que pueda ser comprendido.
            “Señor danos sabiduría para proclamar el Evangelio”

Siembra,
lo importante es sembrar
-poco, mucho, todo -
el grano de la esperanza.

Siembra tu alegría,
para que resplandezca
a tu alrededor.

Siembra tu energía,
para enfrentar con fortaleza
las batallas de la vida.

Siembra tu coraje,
para alentar el coraje
de los otros.

Siembra tu entusiasmo,
tu fe o tu amor.

Siembra las cosas mínimas,
aquello que parece no contar.

Siembra y ten confianza:
cada grano enriquecerá
un rinconcito de la tierra.


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.