sábado, 19 de marzo de 2016

Sábado 19 de marzo

San José. Día del Seminario

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 1,16.18-21.24a

Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo.
El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: "José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados." Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Hay procesos vocacionales muy sencillos, sencillos, normales, difíciles, muy difíciles y como el de San José. El Evangelio no se recrea contando las dudas, los sufrimientos y las cavilaciones del carpintero. Pero nos podemos imaginar cómo estarían la cabeza y el corazón de este hombre cuando se entera de que María está embarazada.

José no se precipita, no se deja llevar por el "calentón": no denuncia a María, ni siquiera se separa de ella.
José abre su corazón al Señor. Y el Señor lo ilumina, no sabemos cuando, pero si sabemos que el Dios es poco devoto de las prisas.
José se fía. No entiende, no entiende nada. Deshace los proyectos soñados y camina sobre el mar de sus dudas, con la seguridad de la fe.

En esta fiesta de San José celebramos el Día del Seminario. Rezamos por los seminaristas, por los sacerdotes, por todos los cristianos (niños, jóvenes y adultos) para que busquemos siempre conocer y cumplir la voluntad de Dios.

Te damos gracias, Padre nuestro, por San José. Él fue CUSTODIO Y PROTECTOR de María y de Jesús. Él es custodio y protector de la comunidad cristiana. Fue custodio con humildad, en silencio, con una presencia constante y una fidelidad total, tanto en los momentos serenos de la vida como en los difíciles, en el viaje a Belén para el censo y en las horas temblorosas y gozosas del parto; en el momento dramático de la huida a Egipto y en la afanosa búsqueda de su hijo en el Templo; y después en la vida cotidiana en la casa de Nazaret, en el taller donde enseñó su oficio a Jesús. Fue custodio y protector, aún cuando no comprendía muchas cosas, con la atención constante a Ti, abierto a tus signos, disponible a tu proyecto, y no tanto al propio. José es «custodio» porque sabe escucharte, se deja guiar por tu voluntad, y precisamente por eso es más sensible aún a las personas que se le han confiado, sabe cómo leer con realismo los acontecimientos, está atento a lo que le rodea, y sabe tomar las decisiones más sensatas.

Danos, Padre Nuestro, la fuerza y la luz de tu Espíritu, para seguir el ejemplo de San José; para responder a tus llamadas, con disponibilidad, con prontitud; para proteger y guardar a Cristo en nuestra vida, como el mejor tesoro; para proteger y guardar a la gente, a cada persona, con amor, a los más cercanos y a los más frágiles, a los que se quedan en la periferia de nuestro corazón; para cuidar y salvaguardar la belleza de la creación.

Padre Nuestro, para custodiar y proteger también tenemos que cuidar de nosotros mismos. Ayúdanos a vigilar nuestros sentimientos, a estar atentos a nuestro corazón, porque del corazón salen las intenciones buenas y malas: las que construyen y las que destruyen. Danos acierto para limpiar de nuestra vida el odio, la envidia, la soberbia, que ensucian la vida; para cultivar la bondad y la ternura; la esperanza y la entrega. Amén.

Oración inspirada en la homilía del Papa Francisco del 19 de marzo de 2013.


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

viernes, 18 de marzo de 2016

Viernes 18 de marzo

Viernes de la 5ª semana de Cuaresma

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 10,31-42

En aquel tiempo, los judíos agarraron piedras para apedrear a Jesús. Él les replicó: "Os he hecho ver muchas obras buenas por encargo de mi Padre: ¿por cuál de ellas me apedreáis?" Los judíos le contestaron: "No te apedreamos por una obra buena, sino por una blasfemia: porque tú, siendo un hombre, te haces Dios." Jesús les replicó: "¿No está escrito en vuestra ley: "Yo os digo: Sois dioses"? Si la Escritura llama dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios (y no puede fallar la Escritura), a quien el Padre consagró y envió al mundo, ¿decís vosotros que blasfema porque dice que es hijo de Dios? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis, pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre."
Intentaron de nuevo detenerlo, pero se les escabulló de las manos. Se marchó de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde antes había bautizado Juan, y se quedó allí. Muchos acudieron a él y decían: "Juan no hizo ningún signo; pero todo lo que Juan dijo de éste era verdad." Y muchos creyeron en él allí.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

El Evangelio de Juan nos ayuda a comprender el ambiente que respiraron Jesús y sus discípulos antes de aquel primer viernes santo. La hostilidad se podía cortar, el enfrentamiento era cada vez más espeso. Los amigos del Maestro casi no se atreven a hablar, sus miradas no se atreven a levantarse, bajo el peso de la preocupación, la tristeza, el desconcierto...

Jesús se ve obligado a marchar al otro lado del Jordán. Habría podido quedarse Jesús allí, incluso podría haber huido por el desierto. Seguro que no faltó alguien que le aconsejó tomar ese camino.

¡Cuánto pensaría y rezaría Jesús aquellos días! No era fácil creer que el camino de la misión se adentraba en los territorios sombríos de la muerte. No era fácil. Pero Jesús fue fiel. Fiel al Padre, fiel a la humanidad, fiel a ti y a mí, fiel al que le ama y al que le aborrece.


Padre, dame fuerza para ser fiel,
para ser fiel como Jesús, tu hijo,
para amar al que no lo merezca,
para perdonar, aunque parezca inútil,
para decir la verdad, aunque sea peligroso,
para sembrar, aunque la tierra escupa la semilla,
para crecer en bondad, aunque pocas veces lo consiga,
para luchar por la justicia, aunque me critiquen,
para defender la vida de los débiles, aunque nadie lo agradezca,
para rezar cada día, aunque crea que pierdo el tiempo,
para trabajar por la paz, aunque no me comprendan,
para anunciar el Evangelio, aunque se me rían,
para dar la vida de todo, aunque sea una locura.

Gracias, Padre, por ayudarme a ser fiel,
Gracias por convertir "el fracaso" de Jesús,
en fuente de vida nueva para la humanidad.
Gracias porque con nuestros esfuerzos "inútiles"
construyes un mundo más justo y fraterno.
Gracias porque ningún gesto de amor se pierde en tu Reino.


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

jueves, 17 de marzo de 2016

Jueves 17 de marzo

 Jueves de la 5ª semana de Cuaresma

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 8,51-59

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: "Os aseguro: quien guarda mi palabra no sabrá lo que es morir para siempre." Los judíos le dijeron: "Ahora vemos claro que estás endemoniado; Abrahán murió, los profetas también, ¿y tú dices: "Quien guarde mi palabra no conocerá lo que es morir para siempre"? ¿Eres tú más que nuestro padre Abrahán, que murió? También los profetas murieron, ¿por quién te tienes?"
Jesús contestó: "Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada. El que me glorifica es mi Padre, de quien vosotros decís: "Es nuestro Dios", aunque no lo conocéis. Yo sí lo conozco, y si dijera: "No lo conozco" sería, como vosotros, un embustero; pero yo lo conozco y guardo su palabra. Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver mi día; lo vio, y se llenó de alegría." Los judíos le dijeron: "No tienes todavía cincuenta años, ¿y has visto a Abrahán?" Jesús les dijo: "Os aseguro que antes que naciera Abrahán, existo yo." Entonces cogieron piedras para tirárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Las obras de Jesús interesan, pero no todas. El mensaje de Jesús interesaba, pero no todo. Cuando dice “quien guarda mi palabra no morirá para siempre”, los judíos responden “ahora estamos seguros de que tienes un demonio”. Y cuando se declara anterior a Abraham, quieren apedrearlo. Muchas de sus palabras parecen maravillosas, otras escandalosas.

Si Jesús hubiera dicho lo que la gente quería escuchar en cada momento y hubiera hecho lo que se esperaba de un Mesías, no hubiera acabado en la cruz. Pero no hubiera cumplido su misión, no nos habría mostrado el amor infinito del Padre, no nos hubiera enseñado el camino de la vida, no nos hubiera salvado.

Si la Iglesia escondiera la parte del evangelio que molesta, que nos molesta, si no hablara de sacrificio, de fidelidad, de castidad, de obediencia, de martirio, de injusticia, de solidaridad... no tendría tantos detractores, sería mejor vista... pero no cumpliría su misión.

Y lo mismo podemos decir de nuestro testimonio: cuando no queremos acoger todo el evangelio, cuando escondemos una parte...   ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

Dame fe, Señor.
Y que sienta el brotar de una nueva vida,
cuando te palpo por la oración y la Eucaristía.

Dame fe, Señor.
Y elévame cuando, postrado en mil problemas,
tengo la sensación de que se impondrán
a mis posibilidades de hacerles frente.

Dame fe, Señor.
Porque la fe es ver lleno el vacío.
Porque la fe es confiar en lo prometido.
Porque la fe es levantarse aún a riesgo de volver a caer.

Dame fe, Señor.
Y que me levante para siempre escucharte,
y que me levante para nunca perderte.
Porque la fe, es poner a Dios
en el lugar que le corresponde.
Porque la fe, es atisbar luz
donde algunos se empeñan en clavar sombras.

Dame fe, Señor.
Y, cuando algunos me den por muerto o vencido,
grítame a lo más hondo de mi conciencia:
¡A ti te lo digo! ¡Levántate!
¡Gracias, amigo y Señor de la vida!


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

miércoles, 16 de marzo de 2016

Miércoles 16 de marzo

Miércoles de la 5ª semana de Cuaresma

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 8,31-42

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos que habían creído en él: "Si os mantenéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres." Le replicaron: "Somos linaje de Abrahán y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: "Seréis libres"?" Jesús les contestó: "Os aseguro que quien comete pecado es esclavo. El esclavo no se queda en la casa para siempre, el hijo se queda para siempre. Y si el Hijo os hace libres, seréis realmente libres. Ya sé que sois linaje de Abrahán; sin embargo, tratáis de matarme, porque no dais cabida a mis palabras. Yo hablo de lo que he visto junto a mi Padre, pero vosotros hacéis lo que le habéis oído a vuestro padre."
Ellos replicaron: "Nuestro padre es Abrahán." Jesús les dijo: "Si fuerais hijos de Abrahán, haríais lo que hizo Abrahán. Sin embargo, tratáis de matarme a mí, que os he hablado de la verdad que le escuché a Dios, y eso no lo hizo Abrahán. Vosotros hacéis lo que hace vuestro padre." Le replicaron: "Nosotros no somos hijos de prostitutas; tenemos un solo padre: Dios." Jesús les contestó: "Si Dios fuera vuestro padre, me amaríais, porque yo salí de Dios, y aquí estoy. Pues no he venido por mi cuenta, sino que él me envió."

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Jesús se dirige en este Evangelio a los que han creído en Él, se dirige a ti.

Se sorprenden cuando Jesús les dice que serán libres. Ellos se creían libres, porque decía ser hijos de Abraham e hijos de Dios. Se creían libres. Nos creemos libres y sin embargo somos esclavos de tantas cosas, de tantas rutinas, de tantas cosas insignificantes...

¿Por qué nos empeñamos en verte
como antagonista en nuestra vida,
amenaza a nuestra libertad,
juez de nuestros amores,
aguafiestas de nuestras alegrías,
tropiezo de nuestros andares?

¿Por qué estás grabado tan fuerte
como poderoso e invisible vigilante,
ley que nos exige y se impone,
conciencia que nos persigue y roe,
castigo siempre amenazante,
miedo de muerte en nuestros placeres?

¿Por qué jugamos tantas veces
a ponerte a prueba con nuestras tonterías,
a ensuciarte el rostro con el que te nos revelas,
a convertirte en títere de nuestras preguntas,
a atraparte con nuestros torpes saberes,
a hacerte cómplice de nuestras decisiones?

Oh Dios, Tú que eres Dios de vida
y no de muerte ni de suerte,
renuévanos y ponnos en sintonía
con tu Espíritu de siempre
y los signos que te preceden.
Borra nuestras falsas imágenes.
Que tu Espíritu grabe la suya para siempre.

Florentino Ulibarri

          
El pecado nos hace esclavos. El pecado amarra la voluntad y los sentimientos, encadena la libertad y la felicidad, arruga el rostro y el corazón. Y lo hace con tanta maestría, que incluso nos da alguna pequeña satisfacción para poder esclavizarnos mejor.
            “Señor, ayúdanos a descubrir la maldad del pecado”
            “Perdona Señor nuestra convivencia con el pecado”

No basta con saber que somos hijos de Abraham e hijos de Dios, hay que vivir como tales: acogiendo a Jesucristo en el corazón y para que Él transforme nuestra existencia. ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

martes, 15 de marzo de 2016

Martes 15 de marzo

Martes de la 5ª semana de Cuaresma

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 8,21-30

En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos: "Yo me voy y me buscaréis, y moriréis por vuestro pecado. Donde yo voy no podéis venir vosotros." Y los judíos comentaban: "¿Será que va a suicidarse, y por eso dice: "Donde yo voy no podéis venir vosotros"?" Y él continuaba: "Vosotros sois de aquí abajo, yo soy de allá arriba: vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. Con razón os he dicho que moriréis por vuestros pecados: pues, si no creéis que yo soy, moriréis por vuestros pecados."
Ellos le decían: "¿Quién eres tú?" Jesús les contestó: "Ante todo, eso mismo que os estoy diciendo. Podría decir y condenar muchas cosas en vosotros; pero el que me envió es veraz, y yo comunico al mundo lo que he aprendido de él." Ellos no comprendieron que les hablaba del Padre. Y entonces dijo Jesús: "Cuando levantéis al Hijo del hombre, sabréis que yo soy, y que no hago nada por mi cuenta, sino que hablo como el Padre me ha enseñado. El que me envió está conmigo, no me ha dejado solo; porque yo hago siempre lo que le agrada." Cuando les exponía esto, muchos creyeron en él.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Muchos judíos no están abiertos, no creen en Jesús. No pueden disfrutar de su Palabra y de su amor.

Cuando pase el mensajero
que no me encuentre dormido,
afanado en otras metas,
indiferente a su voz.
Que no sea su relato
semilla que el viento barre
o luz que a nadie ilumina.
Cuando pase el mensajero
que no le vuelva la cara
para esquivar su propuesta.

Se presentará en un libro,
en un verso,
o será estrofa de un canto
que me envuelva.
Vendrá, tal vez, en un amigo,
en un hombre roto,
o en el pan partido.
Le abriré la casa,
pondré en juego el corazón
y escucharé, con avidez,
sus palabras.

Y entonces
me cambiará la vida.

José Mª Rodríguez Olaizola, sj


Jesús hace siempre lo que le agrada al Padre. Ni siquiera Jesús, el Hijo de Dios, actúa por su cuenta. Su alimento es hacer la voluntad del Padre. Buscar y cumplir su voluntad, aún en medio de debilidades propias y de las incomprensiones ajenas, alimenta nuestra fe el Dios, da sentido a la vida y, aunque parezca una contradicción, ensancha los límites de la libertad.
   “Danos luz para conocer tu voluntad y fuerza para cumplirla”

Cuando levantéis en alto al Hijo del Hombre, cuando veáis morir al Justo en la cruz más injusta, cuando lo miréis y descubráis que en su mirada sólo brilla la comprensión y en su corazón únicamente late el amor, cuando sientas que Él ha muerto por vosotros, por ti, porque te ama... entonces comprenderéis.

Señor, levantamos los ojos hacia Ti con una mezcla de vergüenza y confianza. Tu mirada nos transforma y nos cura.

Te miramos recién nacido en Belén. Tu pequeñez cura nuestras ambiciones y en nuestro corazón crece la ternura.

Te miramos rodeado de niños, mujeres, publicanos… Tu cercanía a ellos cura nuestros favoritismos y nos ayuda a compartir la vida con los más pequeños.

Te miramos cuando rezas al Padre. Tu rostro transfigurado cura nuestra incredulidad y nos anima a abrir del todo el corazón a Dios.

Te miramos como la mujer acusada de adulterio y en tus ojos sólo brillan el amor y el perdón, el perdón que pacífica y cura el alma.

Te miramos lavando los pies a tus discípulos. Tu humildad cura nuestra vanidad y nos invita a servir a los hermanos.

Te miramos clavado en la cruz más injusta. Tu entrega cura nuestros egoísmos y nos mueve a compartir la vida entera.

Te miramos resucitado y glorioso. Tu vida nueva cura nuestras desesperanzas para que gocemos y compartamos tu alegría.


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

lunes, 14 de marzo de 2016

Lunes 14 de marzo

Lunes de la 5ª semana de Cuaresma C

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
Juan 8,12-20

En aquel tiempo, Jesús volvió a hablar a los fariseos: "Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. Le dijeron los fariseos: "Tú das testimonio de ti mismo, tu testimonio no es válido." Jesús les contestó: "Aunque yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio es válido, porque sé de dónde he venido y adónde voy; en cambio, vosotros no sabéis de dónde vengo ni adónde voy. Vosotros juzgáis según la carne; yo no juzgo a nadie; y, si juzgo yo, mi juicio es legítimo, porque no estoy yo solo, sino que estoy con el que me ha enviado, el Padre; y en vuestra ley está escrito que el testimonio de dos es válido. Yo doy testimonio de mí mismo, y además da testimonio de mí el que me envió, el Padre." Ellos le preguntaban: "¿Dónde está tu Padre?" Jesús contestó: "Ni me conocéis a mí ni a mi Padre; si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre."
Jesús tuvo esta conversación junto al arca de las ofrendas, cuando enseñaba en el templo. Y nadie le echó mano, porque todavía no había llegado su hora

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

 La pasión y la muerte de Jesús esta cerca. En el corazón del sanedrín crecen los latidos del rencor. Si embargo, en el de Jesús resuenan los de la confianza:

- Jesús sabe de dónde viene y a dónde va. Del Padre vino y al Padre vuelve. Nuestra vida tiene el mismo origen y la misma meta: Dios. Y mientras caminamos en esta tierra estamos en sus manos. Esta fe nos da alegría, seguridad, valentía... sobre todo cuando el cielo de la vida se cubre de nubarrones.
- Jesús conoce también cuál es su misión: ser la luz del mundo, llevar la luz de Dios a las personas, también y sobre todo cuando se aproxima la hora definitiva. Si sabemos cuál es nuestra misión, no perdemos el norte, aunque se haga de noche, aunque nos perdamos...

Eres la luz,
pero no una luz de sol
que baña las criaturas
en las orillas de la piel.
No eres la luz
que deslumbra las miradas,
ni con tu fulgor
diluyes todo lo viviente.

Tú eres la luz
que nos haces visibles
desde dentro,
amaneces cada día
en el interior de los cuerpos
por el oriente infinito
de nuestro deseo,
enciendes toda criatura
y vuelves transparente
el celemín que te encubre
en nuestra noche.

Toda luz crea sombras,
pero tú eres luz que las disipa.
¡Tantas criaturas
beben ansiosas cada noche
su ración de luces pasajeras
en vasos seducidos!
Cuando yo las mire,
¿les brillará en mis ojos
el reflejo amigo
de tu luz, de su luz,
que las habita
y desconocen?

Benjamín González Buelta, sj

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Mis ojos, mis pobres ojos
que acaban de despertar
los hiciste para ver,
no sólo para llorar.

Haz que sepa adivinar
entre las sombras la luz,
que nunca me ciegue el mal
ni olvide que existes tú.

Que, cuando llegue el dolor,
que yo sé que llegará,
no se me enturbie el amor,
ni se me nuble la paz.

Sostén ahora mi fe,
pues, cuando llegue a tu hogar,
con mis ojos te veré
y mi llanto cesará. Amén.

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

domingo, 13 de marzo de 2016

Domingo 13 de marzo

Lunes de la 5ª semana de Cuaresma

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 8, 1-11

En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.
Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron: "Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?"
Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo.
Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.
Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: "El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra."
E inclinándose otra vez, siguió escribiendo.
Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos.
Y quedó sólo Jesús, con la mujer, en medio, que seguía allí delante. Jesús se incorporó y le preguntó: "Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?" Ella contestó: "Ninguno, Señor."
Jesús dijo: "Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más."

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

“El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”. Estas palabras de Jesús, suenan como una respuesta a toda la campaña de acoso y derribo que los escribas y los fariseos desarrollan para quitarlo de en medio.

Contemplamos una vez más el saber estar de Jesús, su astucia, su capacidad para hacer presente la justicia de Dios, que es distinta de la humana, que lleva a su plenitud en el amor la ley de Moisés.

Dios no condena, perdona. Jesús no minimiza ni tolera el mal, el pecado: “vete y no peques más”, nos manifiesta la misericordia de Dios que rechaza el pecado y acoge y perdona al pecador.

Quiero tener una mirada como la tuya, Señor
A no dejarme llevar por mis juicios,
interesados, duros y excesivamente crueles.
A observar, no tanto los aspectos negativos,
cuanto la bondad y lo noble de los que me rodean.

Ayúdame a mirar como Tú, Señor.
A no conspirar ni levantar castillos
en las ruinas sufrientes de tantos hermanos.
A no señalar defectos e historias pasadas
que, entre otras cosas,
sólo sirven para causar sensación o daño.

Ayúdame a mirar como Tú, Señor.
A ser prudente, como Tú lo fuiste
con aquella mujer, que adulterada en su vida,
comenzó otra vida nueva
ante tu forma de mirarle y corregirle.

Ayúdame a mirar como Tu, Señor.
A ver el lado bueno de las personas.
A no recrearme con el sufrimiento ajeno.
A no ser altavoz de calumnias y mentiras.
A ser persona y no jugar a ser juez.

Ayúdame a mirar como Tú, Señor.
A no manipular ni airear
las cruces de las personas que las soportan.
A no enjuiciar ni condenar
los defectos de tantos próximos a mi vida.
A no hacer estandarte ni burla
de los que están hundidos en sus miserias.

Ayúdame a mirar como Tú, Señor.
Para que, frente a la mentira, reine la verdad.
Para que, frente a la condena, brille tu misericordia.
Para que, frente a la burla, salga la comprensión.
Para que, frente a la humillación, despunte la bondad.
Amén.

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Señor, sé que me sentiré sola, sin testigos.
Me encontraré aislada, sin puentes.
Me abrumará el silencio, sin palabras.
Me dolerá el olvido, sin aplausos.
Me inquietará la duda, sin respuestas.
Me pesará la carga, sin ayudas.
Me asustará el compromiso, sin seguridades.

Pero no tengo miedo, Señor.
Tú serás mi testigo, mi puente y mi palabra.
Tú serás mi aplauso, mi respuesta y mi apoyo.
Tú serás mi refugio y amarás mi verdad desnuda.
Gracias, Señor, por tu amor, siempre fiel;
gracias por esta esperanza.

JM R. Olaizola sj (adaptación)


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.