1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
Lucas 4,24-30
En aquel tiempo, dijo Jesús al pueblo en la sinagoga de Nazaret: "Os
aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra. Os garantizo que
en Israel había muchas viudas en tiempos de Elías, cuando estuvo
cerrado el cielo tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en todo
el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, más que a
una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había
en Israel en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos
fue curado, más que Naamán, el sirio."
Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose,
lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se
alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso
entre ellos y se alejaba.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Jesús ensalza a dos extranjeros, A los judíos les duele, les duele
mucho, tanto que pretenden despeñarlo. A veces el amor a lo nuestro, a
la raza nos cierra a la verdad.
“Señor, abre nuestros ojos a la verdad, esté donde esté”
“Perdona y cura nuestra ceguera”
La cruz del viernes santo se va preparando con mucho tiempo. Jesús se va
“ganando” el rechazo de las personas que se sienten aludidas por sus
palabras. Ésta es también la historia de los profetas del Antiguo
Testamento y de los cristianos que viven su fe con coherencia.
“Señor, danos una fe a prueba de rechazos”
“Ayúdanos a acoger con humildad la voz de los profetas”
Los paisanos de Jesús están ciegos. No reconocen que Él es el Mesías, el
Hijo de Dios. También nosotros podemos estar ciegos o, al menos, con
problemas de vista.
Señor, cura mi mirada apresurada y superficial y ayúdame a
contemplar con serenidad y a descubrir la profundidad de lo que
acontece.
Transforma mi mirada pesimista y ayúdame a ver signos de bondad y esperanza en mi vida, en mi comunidad, en el mundo.
No dejes que mire por encima del hombro y ayúdame a ver desde abajo, al lado de los más pequeños.
Ensancha mi mirada, tantas veces interesada, y ayúdame a ver el sufrimiento de los hermanos y mis posibilidades de ayudar.
Purifica
mi mirada implacable y ayúdame a mirarme y a mirar con misericordia
cuando me equivoco, cuando alguien no hace lo que debe.
Dame una
mirada creyente, para descubrirte en mí, en la vida de los que me ayudan
y me necesitan, en la belleza de la creación, en los acontecimientos
más grandes y más sencillos, más alegres y más duros de la vida.
En
fin, Jesús, ayúdame a mirarme, a mirar al Padre, a las personas y al
mundo, con el mismo amor con que tú miras a todo y a todos. Amén.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.