I Domingo Adviento
1. Abro el corazón a Dios
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 21, 25‑28. 34‑36
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
—«Habrá
signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de
las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje. Los
hombres quedaran sin aliento por el miedo y la ansiedad ante lo que se
le viene encima al mundo, pues los astros se tambalearán.
Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y majestad.
Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación.
Tened
cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y los agobios
de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como
un lazo sobre todos los habitantes de la tierra.
Estad siempre
despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir y
manteneros en pie ante el Hijo del hombre.»
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Como ya hemos comentado el Evangelio de hoy en fechas recientes, he aquí
algunas pistas para para comenzar el Adviento con buen ánimo:
A.
Adviento siginifica "venida". En el Adviento celebramos que Dios viene.
Dios se hizo carne, se hizo humano, nosotros, hace 2000 años. Dios
vendrá al final de la historia. Y Dios viene en cada momento. En el
Adviento contemplamos a Dios porque se acerca a nosotros, se acerca
tanto para que sintamos su ternura, su caricia, su amor...
Damos gracias a Dios por su cercanía, porque viene.
B.
Y si Dios se acerca, ¿qué hacemos nosotros? Dios pone todos los medios
para encontrarse con cada persona. Y nosotros ¿qué medios ponemos? ¿qué
medios vamos a poner? Sabemos que Dios está en cada persona, en los
sacramentos, en uno mismo, en la realidad que vivimos. Pero muchas veces
no nos damos cuenta. ¿qué está fallando? ¿cómo podemos mejorar?
Es
vital para nosotros encontrarnos con Jesús. San Agustín comenta: "Nos
hiciste Señor para ti, y nuestro corazón no descansará haste que
descanse en ti"
"Tu rostro buscaré, Señor"
"Mi alma te busca a ti, Dios mío"
"Tengo sed de ti, Señor"
C.
Algo nuevo está naciendo ¿no lo notáis? Esta frase de Isaías podría ser
el lema de este Adviento. Podríamos pensar en este tiempo de Adviento
qué semilla del Reino (generosidad, humilidad, gratitud, ofrecimiento,
perdón, fraternidad...) está creciendo en mi interior, en mi grupo de
fe, en mi parroquia, en mi familia, en mi barrio, en mi lugar de estudio
o trabajo, en el mundo.
"Dame Señor un corazón sensible"
"Concédeme Señor unos ojos contemplativos"
"Haz que mis oídos estén siempre abiertos"
Levantaos y alzad la cabeza…
Los que estáis desanimados, porque el desaliento no ha de tener la última palabra.
Los que tenéis miedo, porque hay un Dios de brazos abiertos queriendo acallar vuestras pesadillas.
Los que os sentís solos… no lo estáis, Dios está cerca, aunque a veces no lo sintáis.
Los
que estáis encadenados por memorias hirientes, por estructuras
injustas, por etiquetas que excluyen, por rechazos que duelen… levantaos
y alzad la cabeza.
Mirad al frente con valentía, con coraje, y con esperanza, porque se acerca vuestra liberación.
Una
libertad que romperá cepos y cadenas, que vaciará esas prisiones donde
uno a veces se siente encerrado. Una libertad que nace del amor.
La libertad de quien está dispuesto a poner la vida entera en juego.
Aunque el mundo se vea zarandeado por tormentas, dividido por barreras absurdas, golpeado por una desigualdad terrible…
no os rindáis, no dejéis de soñar, de creer, y de mirar al frente para adivinar caminos nuevos. Yo estoy cerca.
José Mª Rodríguez Olaizola, sj
----------------
Aquí estoy, Señor,
en el umbral de tu tiempo,
entre estremecida, asustada, aturdida,
expectante... enamorada,
percibiendo cómo avivas en mi pobre corazón
los rescoldos del deseo de otros tiempos.
Aquí estoy, Señor,
en el umbral de tu tiempo,
entre estremecida, asustada, aturdida,
expectante... enamorada,
percibiendo cómo avivas en mi pobre corazón
los rescoldos del deseo de otros tiempos.
Aquí estoy, Señor,
en el umbral de tu tiempo,
sintiendo cómo despiertas, con un toque de nostalgia,
mi esperanza que se despereza y abre los ojos,
entre asustada y confiada,
deslumbrada por el agradecimiento.
Aquí estoy, Señor,
en el umbral de tu casa,
enfrentada a las paradojas de esperar lo inesperable,
de amar lo caduco y débil,
de confiar en quien se hace humilde,
de enriquecerse entregándose.
Aquí estoy, Señor,
en el umbral de tu casa,
con la mirada clavada en tus ojos que me miran
con el anhelo encendido y el deseo en ascuas,
luchando contra mis miedos,
queriendo entrar en las estancias.
Aquí estoy, Señor,
en el umbral de tu tiempo y casa,
medio cautiva, medio avergonzada,
a veces pienso que enamorada,
queriendo despojarme de tanto peso, inercia y susto...
para entrar descalza en este espacio y tiempo de gracia.
Aquí estoy, Señor,
¡tú sabes cómo, mejor que nadie!,
intentando traspasar la niebla que nos separa,
rogándote que enjugues tú mis lágrimas,
queriendo responder a tu llamada con alegría
y salir de mí misma hacia el alba.
Aquí estoy, Señor,
orientando cuerpo y alma
hacia el lugar de la promesa que no veo,
aguardando lo que no siempre quiero,
lo que desconozco,
lo que, sin embargo, es mi mayor certeza y anhelo.
Aquí estoy, Señor,
en el umbral de tu tiempo y casa.
¡No te canses de llamar, Señor!
¡No te canses de llegar!
¡No te canses de venir, Señor!
Yo continuaré aquí confiado en tu Palabra.
Florentino Ulibarri
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.