1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 9, 13-28
En aquel tiempo, cuando Jesús hubo bajado del monte, al llegar adonde
estaban los demás discípulos, vieron mucha gente alrededor, y a unos
letrados discutiendo con ellos.
Al ver a Jesús, la gente se sorprendió, y corrió a saludarlo.
El les preguntó: ¿De qué discutís? Uno le contestó: Maestro, te he
traído a mi hijo; tiene un espíritu que no le deja hablar; y cuando lo
agarra, lo tira al suelo, echa espumarajos, rechina los dientes y se
queda tieso.
He pedido a tus discípulos que lo echen, y no han sido capaces.
El les contestó: ¡Gente sin fe! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo os tendré que soportar ? Traédmelo.
Se lo llevaron.
El espíritu, en cuanto vio a Jesús, retorció al niño; cayó por tierra y se revolcaba echando espumarajos.
Jesús preguntó al padre: ¿Cuánto tiempo hace que le pasa esto? Contestó él: Desde pequeño.
Y muchas veces hasta lo ha echado al fuego y el agua para acabar con él.
Si algo puedes, ten lástima de nosotros y ayúdanos.
Jesús replicó: ¿Si puedo? Todo es posible al que tiene fe.
Entonces el padre del muchacho gritó: Tengo fe, pero dudo, ayúdame.
Jesús, al ver que acudía gente, increpó al espíritu inmundo, diciendo:
Espíritu mudo y sordo, yo te lo mando: Vete y no vuelvas a entrar en él.
Gritando y sacudiéndolo violentamente, salió.
El niño se quedó como un cadáver, de modo que la multitud decía que estaba muerto.
Pero Jesús lo levantó cogiéndolo de la mano, y el niño se puso en pie.
Al entrar en casa, sus discípulos le preguntaron a solas: ¿Por qué no
pudimos echarlo nosotros? El les respondió: Esta especie sólo puede
salir con oración y ayuno.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Mientras Jesús, Santiago y Juan están en el Tabor, un hombre ha llevado a
su hijo enfermo para que Jesús lo curara, los otros discípulos han
intentado expulsar el demonio y no lo han conseguido, y discuten con los
maestros de la ley. La experiencia de la Transfiguración da paso otra
vez a la solicitud pastoral de Jesús, la experiencia profunda de fe que
han vivido, al reproche: “¡Generación incrédula!”.
Jesús se encuentra con la frustración del padre que, tras el
fracaso de los discípulos, ve como se escapa la posibilidad de que su
hijo sea sanado y que dirige a Jesús una llamada desesperada (otro
intento más): “si algo puedes…”; y con la impotencia de los discípulos
que han intentado solucionar algo en la ausencia de Jesús y no han sido
capaces.
A veces en nuestra vida también vivimos ese choque entre la
experiencia de la oración y los problemas y dificultades de la vida
real, y hoy Jesús se nos presenta como ejemplo en los dos aspectos,
subrayándonos la necesidad de la oración para ser capaces de actuar y
vivir como discípulos suyos: “Esta clase de demonios no puede ser
expulsada sino con la oración”. (Reflexiono un poco sobre la relación en
mí entre la oración y la vida)
También nosotros tenemos experiencias similares a la del
padre del niño epiléptico: intentos frustrados de solucionar algo
importante para nosotros, una necesidad urgente en alguien cercano y
querido, y llegamos a Jesús después de haberlo intentado por otros
caminos. Y a la de los discípulos: intentar obrar como Jesús,
creyéndonos autosuficientes, capaces por nosotros mismos. (Me paro un
poco e intento traer alguna, reciente o profunda).
Desde las experiencias de impotencia y de fracaso, Jesús nos invita hoy:
- A descubrir la necesidad de escucharle y de estar en contacto con Él para poder vivir como seguidores suyos.
- A vivir la fe no como una excusa para la autosuficiencia sino como una apertura incondicional a la acción de Dios.
- A la oración como una llamada humilde y apremiante a la fe: “creo, pero dudo, ayúdame a tener más fe”.
Como los primeros discípulos
nos atrevemos a decir "auméntanos la fe",
pues hoy nos sentimos descolocados
y con las entrañas yermas
Agítanos, como el niño hace con el sonajero,
para que nuestra fe despierte y aflore
y se asemeje a ese pequeño grano de mostaza
que eclosiona, y destaca entre otras plantas;
o disuélvenos, como la sal se disuelve
para sazonar, y así descubre su ser
al darse y desaparecer.
Así arrancaremos de cuajo montañas,
saltaremos los muros que aprisionan,
no podrán atarnos cálculos ni leyes,
descubriremos el valor de las cosas pequeñas,
seguiremos tus pasos y huellas,
conservaremos la esperanza que nos sostiene
y brillará la luz que nos des en el horizonte.
En estos tiempos que corren,
tan marcados por la frivolidad y el poder,
y en los que la palabra ha perdido su sentido,
los hechos su verdad
y muchas personas su dignidad,
haznos servidores de tus anhelos
haciendo lo que tenemos que hacer.
Nosotros, Señor, queremos seguirte,
y siendo conscientes del momento
y aunque no se estilen estas decisiones,
anhelamos una fe adulta
que nos dé alegría y fuerza
para compartir la vida y sus huellas
con actitud evangélica.
¡Danos fe, un poco de fe,
la necesaria para seguirte,
por los caminos de la historia,
que tenemos delante
o que podemos descubrir,
para no perdernos y ser felices
junto a ti y todos los hermanos!
"¡Todo es posible al que cree!"
Graba en nuestro corazón, con tu gubia y sangre,
esta buena y sorprendente noticia.
Que sea llama que nos alumbre y queme,
que en nuestra debilidad nos haga fuertes
y que sepamos anunciarla en tu banquete
y allá por donde nos envíes.
¡Creo, Señor, pero aumenta mi fe!
¡Creemos, Señor, pero aumenta nuestra fe!
Florentino Ulibarri
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
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