Domingo de la 21ª semana del t.o.B
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
SanJuan 6,60-69
En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron: "Este
modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?" Adivinando Jesús que
sus discípulos lo criticaban, les dijo: "¿Esto os hace vacilar?, ¿y si
vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El Espíritu es
quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho
son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen." Pues
Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a
entregar. Y dijo: "Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el
Padre no se lo concede."
Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a
ir con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce: "¿También vosotros
queréis marcharos?" Simón Pedro le contestó: "Señor, ¿a quién vamos a
acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos
que tú eres el Santo consagrado por Dios."
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
En ocasiones se nos hace inaguantable continuar con un compromiso;
parece que ser cristiano y ser miembro activo de la Iglesia no merece la
pena. A veces hasta creer en Dios nos resulta una ilusión inútil.
Entonces Jesús se acerca a nosotros en la oración, a través de un amigo o
de cualquier otro modo... y nos dice: ¿también vosotros queréis
marcharos? ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
“Señor, sólo Tú tienes palabras de vida eterna”
Jesús nos anima a creer, a amar, a permanecer en su Iglesia. Y nos pide
que también nosotros animemos a los demás: “fortaleced las manos
débiles, robusteced las rodillas vacilantes, decid a los cobardes de
corazón: sed fuertes, no temáis” (Is 35,3-4)
A quién me envías, Señor? Dame delicadeza, respeto y acierto.
Gracias por las personas que alientan la mecha que se apaga”
Cuando tratamos de hacer el bien, trabajando por los demás, por la
sociedad, y recibimos incomprensiones y bofetadas, tenemos la tentación
de echarnos atrás. Y tú, Jesús, nos preguntas: ¿También vosotros queréis
vivir enclaustrados en el palacete de vuestra comodidad?
Cuando
hemos confiado en los amigos y los hermanos y ellos nos olvidan y
traicionan, nos resulta muy difícil abrir el corazón para amar y
compartir. Y tú, Jesús, nos dices: ¿También vosotros queréis vivir
encerrados en la burbuja del individualismo?
Cuando pedimos con
insistencia a Dios que nos conceda algo y parece que Él se hace el
sordo, tenemos la tentación de dejar de rezar, de construir nuestra vida
como si Dios no existiera. Y tú, Jesús, nos dices: ¿también tú quieres
alejarte de la Fuente de la Vida, también tú crees que no necesitas la
luz, el pan, el perdón y el amor de Dios?
Cuando tratamos de
superar un comportamiento o un hábito que nos hace daño o hace daño a
los demás y no lo conseguimos, nos abandonamos, pensamos que somos un
desastre sin remedio. Y tú, Jesús, nos dices: ¿También tú crees que todo
se consigue a la primera, también tú rechazas mi ayuda para hacer
realidad tus mejores sueños?
Cuando desaparece una persona muy
querida, a la que hemos querido, que nos ha querido mucho, no
encontramos energía para seguir adelante y sólo vemos nubarrones en
nuestro horizonte. Y tú, Jesús, nos dices: ¿También vosotros creéis que
la muerte tiene la última palabra? ¿también vosotros creéis que vuestro
dolor es más grande que mi amor?
Señor, ¿a quién vamos a acudir?
Tú tienes palabras de vida eterna. Contigo es posible descubrir y
escoger el camino de la entrega, la fraternidad, la confianza y la
esperanza.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
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