Domingo de la 12ª semana del t.o. B
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 4, 35-40
Aquel día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos: Vamos a la otra orilla.
Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban.
Se levantó un fuerte huracán y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua.
El estaba a popa, dormido sobre un almohadón.
Lo
despertaron, diciéndole: Maestro, ¿no te importa que nos hundamos? Se
puso en pie, increpó al viento y dijo al lago: ¡Silencio, cállate! El
viento cesó y vino una gran calma.
El les dijo: ¿Por qué sois
tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe? Se quedaron espantados y se decían unos
a otros: ¿Pero, quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le
obedecen!
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
El Evangelio de hoy es un reflejo de nuestra propia vida.
¿Cuántas veces hemos sufrido problemas que nos han turbado y quitado la
paz mientras parecía que Dios estaba dormido? No pocas veces hemos
gritado a Dios porque creíamos hundirnos. Pero miremos la reacción de
Jesús: reprocha nuestra falta de fe. Lo contrario de la fe y del amor no
es el odio, sino nuestra cobardía.
“Jesús, tengo fe pero dudo, ayuda a mi pobre fe”
Jesús
no nos deja de la mano, pero a veces parece que está dormido. Esto nos
hace ser más fuertes, nos provoca para que andemos por nosotros mismos a
la luz de la fe. Si no sentimos consuelo en la oración creemos que Dios
está lejos de nosotros y nos echamos atrás. Sin embargo, Jesús es
nuestro tesoro, y los tesoros están ocultos. Hay que pasar por los
desiertos de la sequedad y monotonía en la oración. Hay que ser
valientes en esas noches en las que no vemos ni sentimos nada. Muchos se
desesperan y se cansan. Los valientes llegan hasta el final y Dios
premia sus ansias y su amor, su fidelidad.
¿Me
canso en la oración y creo que en vez de caminar hacia Dios estoy
retrocediendo? Si es así es que vas en la barca con Jesús, que no tenga
que reprochar nuestra cobardía. Da gracias porque viene con nosotros en
medio de la tempestad y de la noche.
Muchos dicen que en esta barca
vamos, más que nunca, a la deriva;
que es muy antigua y nada atractiva,
que ha perdido seguridad y rumbo,
que hace aguas por todas las esquinas
a pesar de los arreglos y proclamas;
y que sus timoneles desconciertan
a quienes se acercan con fe y ganas.
Dicen que sólo ofrece palabras;
que coarta la libertad y la gracia;
que ata, en nombre de Dios, la esperanza
anunciándose servidora humana;
y que se cree tan verdadera y necesaria
que las personas honestas y sanas
acaban dejando que pase,
olvidándola o rechazándola.
Y aunque se pase las noches bregando
ya no pesca nada en las aguas que surca
ni puede compartir con otras barcas
las fatigas y gozos de las grandes redadas.
Antes de quedar varada en la orilla,
todavía puede, siguiendo tu palabra,
remar mar adentro y echar las redes,
pero se halla falta de pericia y confianza.
Y, sin embargo, esta barca,
tan llena de miserias, tan humana,
tan poco atractiva y desfasada,
a la que ya pocos miran
y es objeto de risas y chanzas,
es la que nos llevó por el mar de Galilea
y nos enseñó a no temer tormentas,
y a descubrirte, sereno, en la popa.
Esta barca a la que Tú te subiste,
para hacernos compañía y prometernos
ser pescadores y entrar en tu cuadrilla,
todavía recibe ráfagas de brisa y vida
y es, aunque no lo comprendamos,
nuestra casa, hogar y familia
para andar por los mares de la vida
a ritmo y sin hundirnos, con la esperanza florecida.
Florentino Ulibarri
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.