Lunes de la 4ª semana de Pascua B y C
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San San Juan 10, 1‑10
En aquel tiempo, dijo Jesús:
—«Os
aseguro que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas,
sino que salta por otra parte, ése es ladrón y bandido; pero el que
entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el guarda, y
las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus
ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, camina
delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un
extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz
de los extraños.»
Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús:
—«Os
aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido
antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon.
Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos.
El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante.»
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
“Yo
soy la puerta”. A través de Cristo-puerta, el Dios invisible y
omnipotente, se hace cercano y amoroso par ti. A través de Cristo-puerta
nos encontramos con Dios.
Señor, todos queremos ser felices, plenamente felices.
Tú has puesto en nuestro corazón el deseo de una felicidad infinita.
Pero no siempre acertamos a entrar por la puerta que conduce a esa felicidad, a esa salvación.
Y, a veces, llegamos a pensar que no existe esa puerta,
que nunca podremos disfrutar una felicidad a la medida de nuestro corazón.
Pero tú, Jesús, nos dices que existe una puerta que nos hace entrar en la familia del Padre, en el calor de su casa.
Tú, Jesús, eres la puerta, el paso hacia la salvación, hacia la felicidad que colmará todos nuestros deseos.
Eres la puerta que nunca está cerrada, ni tiene aduanas
que está abierta siempre y a todos, sin exclusiones, sin privilegios;
puerta abierta para entrar y para salir. No quieres que tus hijos te amemos a la fuerza.
Tú eres una puerta abierta, también y de forma especial a los que nos sentimos pecadores.
Tú nos esperas para abrazarnos, para perdonarnos, para curarnos,
para transformar y renovar nuestra vida, para llenarla de alegría plena y duradera.
Entrar
por Cristo-puerta significa hacerse como él, adquirir sus modos de
actuar, sus sentimientos, sus actitudes; es dejarse transformar por
Cristo: cristificarse. San Pablo lo expresó así: “no vivo yo, sino que
es Cristo quien vive en mí” (Gal 2,20). ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le
dices?
Para ser pastor del hermano, hemos de entrar por
la puerta (por Jesús), tenemos que amar con él, con generosidad,
gratuitamente, con cercanía, estando dispuestos a entregar la vida.
Pedimos al Señor por los que de una manera especial están llamados a ser
pastores de los demás, por los gobernantes de todos los pueblos, por
los Obispos y los sacerdotes, pastores del Pueblo de Dios.
Nos llamas por nuestro nombre
y nos reconoces por mil gestos y detalles
que llevas grabados en tus pupilas.
Dispuesto a dar la cara y la vida
por nosotros, a pesar de nuestras tonterías,
tus palabras son nuestra seguridad.
Tú eres el buen pastor.
Pastor enérgico que nos sacas del aprisco
y nos pones en camino contigo
en búsqueda de otros pastos y fuentes.
Nos haces repudiar las doctrinas enlatadas,
los ritos repetidos y sin sentido;
y nos dices: Id donde el corazón os lleve.
Tú eres el buen pastor.
Andábamos despistados por ahí,
cada uno en su casa, para sí y a lo suyo,
cuando Tú nos llamaste a tu comunidad.
En tu compañía, al caminar juntos,
hemos abierto los ojos y el corazón
a nuevos y refrescantes horizontes.
Tú eres el buen pastor.
Contigo pasamos de la sumisión
a la fe gozosa y personal,
del gregarismo a la comunión,
del miedo a la libertad,
del individualismo a la solidaridad,
del temor a la filiación.
Tú eres el buen pastor.
Contigo hemos roto el silencio
y nos atrevemos a levantar la voz,
a la denuncia y a la contestación;
y también al canto y a la alabanza
porque bulle la vida en nuestras entrañas
y late de esperanza nuestro corazón.
Tú eres el buen pastor.
Florentino Ulibarri
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
Páginas
▼