Lunes de la 1ª semana del t. ordinario
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 1, 14-20
Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios.
Decía: Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios: Convertíos y creed la Buena Noticia.
Pasando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban echando el copo en el lago.
Jesús les dijo: Venid conmigo y os haré pescadores de hombres.
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.
Un poco más adelante vio a Santiago, hijo del Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes.
Los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon con él.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Con el Evangelio de hoy comenzamos el Tiempo Ordinario, el
tiempo litúrgico más largo del año (34 semanas) en el que el sacerdote
celebra la Eucaristía con ornamentos verdes. Es una invitación a caminar
con Cristo, a conocer su vida pública y a profundizar en su persona
para mejor amarle.
Por eso, el Evangelio comienza hoy resumiendo la predicación inaugural
de Jesús: «Se ha cumplido el plazo», «el Reino de Dios está cerca»,
«convertíos». Estas palabras se nos proclaman hoy a nosotros: en Jesús,
Dios regala un tiempo de salvación para todos los que acojan su palabra
(el Reino de Dios) y la pongan por obra (conversión). Hoy sabemos que el
dinero no salva al mundo, sino que lo divide injustamente. También
sabemos que la felicidad no nos la da el materialismo ni las palabras
vacías. ¿Qué sientes en tu corazón que te ofrece Jesús? ¿Es algo nuevo?
¿Es una buena noticia para ti? Cuida su amistad con palabras de
agradecimiento y permaneciendo en su amor durante toda la jornada.
En medio de nuestras ocupaciones cotidianas Jesús nos dice «sígueme».
Los primeros discípulos responden generosamente y dejan las redes. Él
mira hoy amorosamente nuestras vidas y nos llama. Él espera tu
respuesta. Dios da una vocación a cada persona. La vocación es cómo Dios
quiere hacerte feliz. Hay que responder para ser feliz. Sólo si
respondes a la llamada de Jesús estarás en diálogo con Él. ¿Cómo saber
lo que Dios quiere de mí? Puede que te llame a la vocación matrimonial, a
la vida religiosa o sacerdotal... ahí no acaba la cosa. En la oración
Dios deja un poso, ahí te dice cómo quiere que le sirvas y te provoca y
da fuerzas para que respondas. En tu vida determinadas personas han sido
luz y te han indicado el camino. Dios también habla en los problemas
que conmueven tus entrañas: el hambre, las familias rotas, los niños
abandonados, los ancianos, los transeúntes... el rostro de Jesús se
manifiesta en los hermanos necesitados y te piden una respuesta. Repasa
lentamente algunos de estos momentos en tu vida. ¿A dónde apuntan? ¿Qué
giro le pide Dios a tu vida? Pide luz para ver y confianza para
responder. Da siempre gracias.
Señor Jesús, Tú me llamas, como llamaste a Simón, Andrés, Santiago y
Juan, cuando estaban trabajando en sus barcas. Y yo quiero responderte
como ellos, sin excusas, sin dejarlo para mañana, con prontitud,
inmediatamente. Quiero responder a tus llamadas, a las llamadas de la
conciencia y del corazón, a las llamadas de los más cercanos y de los
más pobres.
Señor, tu cercanía, tu amor, tus palabras cambiaron
radicalmente la vida de aquellos primeros discípulos. Ayúdame a estar
cerca de ti, a acoger tu Palabra y tu amor, para que mi vida cambie,
como se transforma el barro en manos del alfarero.
Señor, Tú hiciste y haces de tus discípulos pescadores de
hombres. Qué mis palabras y nuestros compromisos, nuestra alegría y
nuestra esperanza anuncien a todos que Tú, Jesús, eres el Amor que
siempre nos acompaña y nos salva y el Camino que nos conduce a la
Felicidad más grande.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
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