Domingo de la 4ª semana de Adviento A
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 1, 18‑24
El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera:
María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos,
resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.
José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió
repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le
apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo:
—«José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer,
porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz
un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo
de los pecados.»
Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el Profeta:
«Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa "Dios‑con‑nosotros".»
Cuando José se despertó, hizo lo que le habla mandado el ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
¡Que grande es José! No podemos imaginar el sufrimiento de su corazón y
la zozobra de su cabeza hasta que aceptó toda aquella realidad! ¡Cuánto
amaba a María! Cambió sus planes de marido y de padre por los planes de
Dios, que ni siquiera conocía con exactitud! ¡Cuánto amaba a Dios! Hizo
lo que le había mandado el ángel del Señor.
¿Qué te dice Dios a través del testimonio de José? ¿Qué le dices a Dios?
Señor, ayúdame a crecer en humildad, a no buscar el protagonismo ni
la oscuridad. Que sólo pretenda cumplir tu voluntad, como San José, para
acoger y hacer presente a tu Hijo Jesús.
Señor, dame la prudencia, la paciencia y la sabiduría de San José,
para no precipitarme, para no dejarme llevar ni por las dificultades ni
por las euforias; para saber esperar y acoger la luz que Tú nos ofreces,
siempre en el momento más oportuno; para saber escuchar tu llamada en
cada contrariedad.
Señor, dame la confianza de San José para seguirte, aunque no
entienda todo, aunque no sepa donde me llevas; para caminar sobre el mar
de las dudas con la seguridad de la fe. Amén.
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Plantó cara a la prudencia
y a los chismes.
Siguió la voz interior
que le instaba: ‘confía’.
Enseñó, al Dios niño,
la mejor imagen de Dios.
Sin pronunciar palabra
labró el ‘hágase’ con
su historia:
Carpintero y emigrante,
peregrino y maestro,
creyente y siervo.
El hombre discreto
sigue siendo, hoy,
testigo humilde
de la entrega callada,
del sacrificio radical,
de la fe capaz de arriesgarlo
todo.
Entre sus manos
encallecidas,
ponemos las nuestras
y tratamos de asomarnos,
en su vida,
a la sabiduría
de los justos.
José Mª Rodríguez Olaizola, sj
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
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