Viernes de la 6ª semana de Pascua
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 16,20-23a
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Os aseguro que lloraréis y
os lamentaréis vosotros, mientras el mundo estará alegre; vosotros
estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría. La
mujer, cuando va a dar a luz, siente tristeza, porque ha llegado su
hora; pero, en cuanto da a luz al niño, ni se acuerda del apuro, por la
alegría de que al mundo le ha nacido un hombre. También vosotros ahora
sentís tristeza; pero volveré a veros, y se alegrará vuestro corazón, y
nadie os quitará vuestra alegría. Ese día no me preguntaréis nada."
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
La separación de Jesús es para los discípulos tan triste como necesaria.
En muchos momentos lo que nos conviene no coincide con lo que nos gusta.
Los verbos apetecer y convenir no siempre van de la mano.
“Señor, enséñanos a hacer tu voluntad
aunque no nos apetezca,
aunque entristezca a algunos.
Danos la fuerza de tu Espíritu”
Vuestra tristeza se convertirá en alegría. Los dolores darán a luz la
vida, la angustia será fuente de paz, de la muerte surgirá la vida más
plena.
Parece imposible, increíble... Pero así es el misterio de la Pascua, el
misterio de la vida; ésta es nuestra fe, la esencia de nuestra fe.
Piensa en tu historia. Recuerda experiencias difíciles que han sido para
ti el origen de una vida más humana, más cristiana, más feliz, más
plena. Y da gracias a Dios, al Dios que te resucita cada día.
Señor, a veces me toca llorar y lamentarme, mientras alrededor me
parece que el mundo se divierte, que todo el mundo tiene motivos para la
alegría.
A veces estoy triste, me pesan tus palabras, me falla
el amor o me falta tu justicia. Pero confío en tu promesa. Sé que mi
tristeza se convertirá en alegría.
Como la mujer que va a dar a
luz y está preocupada antes del parte; cuando ha nacido su bebé ya no se
acuerda del temor, y al tener a su hijo en brazos no puede contener la
alegría.
Como el niño que espera, con desasosiego, un regalo que
no termina de llegar, pero que cuando al fin lo tiene se entrega al
juego con júbilo.
Como el hombre que no encuentra trabajo y pelea
con el desaliento, pero el día que al fin consigue un contrato es el
más feliz del mundo.
Como el enfermo que recibe un diagnóstico
liberador. Como el enamorado que se atreve a declararse, y descubre por
fin que su amor es correspondido. Yo a veces estoy triste, pero luego,
de maneras inesperadas, me vuelves a visitar, y me llenas de una alegría
que nadie me puede quitar.
-----------------------------
Donde menos lo imaginas,
cuando menos lo esperas,
donde todo es gris de tristeza,
cuando la pesadumbre pesa,
donde nadie imagina ni sueña,
cuando el horizonte se nubla...
¡es posible la vida
con la fuerza del Espíritu!
En la tierra callada,
en el surco abierto,
en el bosque perdido,
en el barro del camino,
en las montañas áridas,
en los valles secretos...
¡es posible la vida
con la fuerza del Espíritu!
En los ojos que miran,
en las manos que aprietan,
en las palabras no dichas,
en las entrañas que gimen,
en los regazos que acunan,
en tu corazón cambiante...
¡es posible la vida
con la fuerza del Espíritu!
Florentino Ulibarri
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
Páginas
▼