San Benito, patrón de Europa
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 19, 27-29
Entonces dijo Pedro a Jesús: "Pues nosotros lo hemos dejado todo y te
hemos seguido; ¿qué nos va a tocar?" Jesús les dijo: "Creedme, cuando
llegue la renovación, y el Hijo del hombre se siente en el trono de su
gloria, también vosotros, los que me habéis seguido, os sentaréis en
doce tronos para regir a las doce tribus de Israel. El que por mí deja
casa, hermanos o hermanas, padre y madre, mujer, hijos o tierras,
recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna. Muchos primeros
serán últimos, y muchos últimos serán primeros".
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Dejarlo todo es signo de nuestra entrega al Señor, pero antes que eso es
un don de Dios. Él nos da la posibilidad de dejarlo todo. Es un don que
tenemos que pedir y vivir en lo más pequeño de cada día.
“Señor, danos el don de la pobreza y la disponibilidad”
Dios no se deja ganar en generosidad. ”El que por mí deja casa, hermanos
o hermanas, padre y madre, mujer, hijos o tierras, recibirá cien veces
más, y heredará la vida eterna”.
¿Cuál es tu experiencia? ¿Qué te ha dado Dios cuando has sido generoso con Él? ¿Que te dice Dios? ¿Qué le dices?
San Benito hizo vida este Evangelio. Lo dejó todo para seguir a Jesús.
Hoy rezamos por la familia benedictina, pedimos por Europa, para que
fortalezca sus raíces cristianas.
Señor, ¿merece la pena decir la verdad?
¿trae cuenta renunciar a caprichos?
¿tiene sentido ser generoso y compartir?
¿qué voy a recibir por ser buen cristiano?
¿qué me vas a dar por seguirte?
A veces siento, Señor, que no merece la pena,
que ...es mejor buscar únicamente mi interés
dejar de sentir los problemas de los demás
y vivir la vida alegremente, sin renunciar a nada.
Así lo siento... y no me gusta esta sensación.
Sé qué tú das el ciento o el mil por uno,
incluso el cien por cero o el mil por nada,
que tú pagas sin saber si vas a recibir algo;
pero a veces no lo siento así, Señor,
y te pido que me ayudes a experimentarlo.
Señor, ayúdame a comprender y a sentir
que amar y servir a los demás es un regalo,
que vivir en la verdad es una gracia tuya,
que Tú haces posible mi esfuerzo y mi renuncia,
que seguirte y estar a tu lado es el mejor don.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
jueves, 11 de julio de 2024
Jueves, 11 de julio de 2024. San Benito, patrón de Europa
miércoles, 10 de julio de 2024
Miércoles, 10 de julio de 2024
Miércoles de la 14ª semana del t.o.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 10, 1-7
En aquel tiempo, Jesús llamó a sus doce discípulos y les dio autoridad
para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia.
Estos son los nombres de los doce apóstoles: el primero, Simón, el
llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el Zebedeo, y su hermano
Juan; Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo el publicano; Santiago el Alfeo y
Tadeo; Simón el fanático y Judas Iscariote, el que lo entregó. A estos
doce les envió Jesús con estas instrucciones: "No vayáis a tierra de
paganos ni entréis en las ciudades de Samaria, sino id a las ovejas
descarriadas de Israel. Id y proclamad que el Reino de los cielos está
cerca".
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Los llamó. Y el Evangelio nos da el nombre de los doce. Hoy Jesús te
llama, te llama por el nombre, a ti personalmente. Te llama porque te
ama, porque quiere hacerte feliz, porque confía en ti, porque quiere
llevar su Evangelio, su consuelo a todas las gentes...
“Habla Señor, que tu siervo escucha”
“Señor ¿qué quieres de mí?”
“Hágase en mí según tu palabra”
“Estoy dispuesto. Envíame”
Les dio autoridad. A ti te da su misma fuerza, la fuerza de su Espíritu.
No vamos a convencer con nuestra sabiduría ni a hacer obras
maravillosas con nuestra fuerza. El Señor mostrará su grandeza en la
debilidad de los enviados.
“Señor, gracias por la fuerza de tu Espíritu”
“Señor, en tu nombre y con tu fuerza iré a donde quieras”
“Perdona Señor y cura nuestra prepotencia”
Jesús quiere que comiencen la misión en su propia tierra, y que se
preocupen especialmente de las ovejas descarriadas. Los conoce y nos
conoce bien: a veces nos parece que no se puede hacer nada en nuestra
familia, con nuestro grupo de amigos, en los ambientes más cercanos. Sin
embargo, el que no evangeliza, el que no da testimonio entre los suyos
¡qué difícil será que lo haga entre que están muy lejos!
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
Si nadie acaricia los ojos del paria, ¿cómo dejará de serlo?
Si nadie cura las heridas del hombre quebrado, ¿en qué soledad sanarán?
Si nadie derriba los cimientos de una ley implacable,
¿hasta cuándo seguirá cerrando puertas y poniendo cadenas?
Si nadie profetiza contra los perversos, ¿cuándo cambiará algo?
Si nadie se deja guiar por la sed, ¿quién hallará la fuente de agua viva?
Si nadie se entrega a tumba abierta, ¿cómo saber que es posible el Amor?
Hace falta Alguien, alguien como tú, o tú de nuevo, en espíritu y verdad.
Alguien que acaricie los abandonos; que alivie sufrimientos; que taladre
certidumbres y denuncie inconsistencias.
Alguien que nos ponga en camino hacia un manantial
en el que nuestro deseo de Vida quedará colmado.
José Mª Rodríguez Olaizola, sj
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Como a los apóstoles, Señor,
me has llamado por mi nombre,
conoces mi historia mejor que yo mismo,
me amas más y mejor que nadie.
Y cuentas conmigo, con mi pobreza.
Gracias, Señor, por llamarme.
Como a los apóstoles, Señor,
me has llamado para estar contigo,
para gozar de tu amistad y tu perdón,
para aprender tus secretos,
para hacerme inmensamente feliz.
Gracias, Señor, amarme.
Como a los apóstoles, Señor,
me has llamado para continuar tu misión:
me has dado tu fuerza, tu Espíritu,
para curar a los enfermos y atormentados,
para animar a los que ya no tienen esperanza.
Gracias, Señor, por enviarme.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
martes, 9 de julio de 2024
Martes, 9 de julio de 2024
Martes de la 14ª semana del t.o.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 9, 32-38
En aquel tiempo llevaron a Jesús un
endemoniado mudo. Echó el demonio, y el mudo habló. La gente decía
admirada: "Nunca se había visto en Israel cosa igual". En cambio, los
fariseos decían: "Este echa los demonios con el poder del jefe de los
demonios". Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus
sinagogas, anunciando el evangelio del Reino y curando todas las
enfermedades y todas las dolencias. Al ver a las gentes, se compadecía
de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, "como ovejas que no
tienen pastor". Entonces dijo a sus discípulos: "La mies es abundante,
pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que
mande trabajadores a su mies".
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Jesús tiene un corazón compasivo. Siente en lo más profundo de su ser
los dolores y los sufrimientos de las personas. Por eso se dedica a
anunciar el Evangelio del Reino y a curar toda clase de dolencias.
“Señor, gracias por compadecerte de nosotros”
“Danos un corazón compasivo y misericordioso”
“Gracias por las personas que se compadecen del prójimo”
El
Evangelio es la mejor medicina que podemos ofrecer: si se toma
regularmente templa el espíritu, cura la ira, el egoísmo, la envidia, la
lujuria, el afán de poseer y de mandar... y un sinfín de enfermedades
similares. Produce una gran sensación de bienestar, aún en medio de las
dificultades. No tiene contraindicaciones y si se toma en dosis muy
altas produce vida eterna. Además es gratis. ¿Quién da más?
“Gracias Señor por tu Evangelio y por sus anunciadores”
“Que sepamos acoger tu Evangelio con un corazón abierto”
“Danos sabiduría y generosidad para anunciar tu Evangelio”
Ante Jesús, mucha gente se queda admirada y los fariseos lo acusan de ser el jefe de los demonios. ¡Qué contraste!
“Señor, cambia el corazón de los que no quieren creer”
“Danos un corazón que sepa reconocer y agradecer tu compasión”
Señor Jesús, hermano de los pobres,
frente al turbio resplandor de los poderosos
te hiciste impotencia.
Desde las alturas estelares de la divinidad
bajaste al hombre hasta tocar el fondo.
Siendo riqueza, te hiciste pobreza.
Siendo el eje del mundo
te hiciste periferia, marginación, cautividad.
Dejaste a un lado a los ricos y satisfechos
y tomaste la antorcha
de los oprimidos y olvidados,
y apostaste por ellos.
Llevando en alto la bandera de la misericordia
caminaste por las cumbres y quebradas
detrás de las ovejas heridas.
Dijiste que los ricos ya tenían su dios
y que sólo los pobres ofrecen espacios
libres al asombro;
para ellos será el sol y el Reino,
el trigal y la cosecha.
¡Bienaventurados!
Es hora de alzar las tiendas y ponernos en camino
para detener la desdicha y el sollozo,
el llanto y las lágrimas,
para romper el metal de las cadenas
y sostener la dignidad combatiente,
que viene llegando, implacable, el amanecer
de la liberación
en que las espadas serán enterradas
en la tierra germinadora.
Son muchos los pobres, Jesús; son legión.
Su clamor es sordo, creciente, impetuoso
y, en ocasiones, amenazante
como una tempestad que se acerca.
Danos, Señor Jesús, tu corazón sensible
y arriesgado;
líbranos de la indiferencia y la pasividad;
haznos capaces de comprometernos
y de apostar, también nosotros,
por los pobres y excluidos.
Es hora de recoger los estandartes
de la justicia y de la paz
y meternos hasta el fondo de las muchedumbres
entre tensiones y conflictos,
y desafiar al materialismo con
soluciones alternativas.
Danos, oh Rey de los pobres
la sabiduría para tejer una única guirnalda
con esas dos rojas flores:
contemplación y combate.
y danos la corona de la Bienaventuranza.
Amén.
P. Ignacio Larrañaga
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
lunes, 8 de julio de 2024
Lunes, 8 de julio de 2024
Lunes de la 14ª semana del t.o.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
Mateo 9, 18-26
En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba, se acercó un personaje que se
arrodilló ante él y le dijo: "Mi hija acaba de morir. Pero ven tú, ponle
la mano en la cabeza, y vivirá". Jesús lo siguió con sus discípulos.
Entretanto, una mujer que sufría flujos de sangre desde hacía doce años,
se le acercó por detrás y le tocó el borde del manto, pensando que, con
sólo tocarle el manto, se curaría. Jesús se volvió, y al verla le dijo:
"¡Animo, hija! Tu fe te ha curado. Y en aquel momento quedó curada la
mujer.
Jesús llegó a casa del personaje y, al ver a los flautistas y el
alboroto de la gente, dijo: "¡Fuera! La niña no está muerta, está
dormida". Se reían de él. Cuando echaron a la gente, entró él, cogió la
niña de la mano, y ella se puso en pie. La noticia se divulgó por
aquella comarca.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Sin embargo, normalmente tenemos poca fe en la fe, tenemos poca fe en
Dios. En muchas ocasiones acudimos a Dios, después de haber llamado a
muchas puertas, nos presentamos ante Dios como último recurso... con
poca confianza.
“Señor, creo, pero aumenta mi fe”
“Perdona Señor mi falta de fe”
“Gracias por todas las personas se fían de ti”
Cuando Jesús dice que la niña está viva, se ríen de él. Nos reímos de la
gente cuando se sale de nuestros esquemas, cuando va contracorriente...
“Señor, perdona nuestras risas irónicas”
“Danos fe para creer en lo que parece imposible”
“Espíritu Santo, danos fuerza y coraje
para ser fieles cuando se rían de nosotros”
Que importantes son en el Evangelio los gestos: la mujer con flujos de
sangre toca el manto de Jesús y Jesús toma de la mano a la muchacha.
¿Cómo son tus gestos? ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
Yo creo en Ti, Señor, y te doy gracias de corazón,
pero aumenta mi fe, porque a veces me envuelven las dudas.
Señor, haz que mi fe sea plena,
que sepa abrirte mis pensamientos y sentimientos y acciones,
mi pasado, mi presente y mi futuro, sin reservas.
Señor, haz que mi fe sea coherente,
que acepte las renuncias y los deberes que comporta
y sepa hacerla vida en cada momento de mi vida.
Señor, haz que mi fe sea fuerte,
que madure ante la contradicción de los problemas,
que encuentre cimiento más firme ante quienes la rechazan.
Señor, haz que mi fe sea alegre,
al saber y sentir que tu amor me envuelve,
al descubrir en cada persona la huella de tu gloria.
Señor, haz que mi fe sea activa
que sepa verte en los pobres y en cuantos me necesitan
y sepa avanzar por el camino de servicio y la entrega.
Señor, haz que mi fe sea humilde.
Porque estoy envuelto en debilidades,
que apoye mi fe en la fe de los hermanos, en la fe de la Iglesia.
Señor, haz que mi fe sea contagiosa,
a través de mis palabras, mi sonrisa y mi vida entera.
Que sepa transmitir, Señor, que Tú eres lo mejor que me ha pasado.
Amén.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
domingo, 7 de julio de 2024
Domingo, 7 de julio de 2024
Domingo de la 14ª semana del t.o. B
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 6, 1-6
En aquel tiempo, fue Jesús a su tierra en compañía de sus discípulos.
Cuando
llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo
oía se preguntaba asombrada: ¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es
ésa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es éste el
carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón
? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí ? Y desconfiaban de él.
Jesús les decía: No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa.
No
pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos
imponiéndoles las manos. Y se extrañó de su falta de fe. Y recorría los
pueblos de alrededor enseñando.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Fue en su propio pueblo donde Jesús encontró mayor
incomprensión. Donde más le conocían. Posiblemente, también nosotros
llevamos ya mucho conociendo a Jesús, (bautizados desde pequeños y con
muchas misas oídas): ¿No habremos también nosotros perdido la confianza
en el Señor?
"Si conocieras el don de Dios", le dirá un día a la
Samaritana. Dios mío, permíteme descubrir la novedad de tu persona, de
tu Palabra. !Cómo podría cambiar mi vida si descubriera su verdadero
rostro!
Y no puedo hacer allí milagros. Lógico. Dios necesita
nuestro consentimiento para sacar adelante su relación de amistad con
nosotros. Es la bendita y terrible libertad humana. !Podemos negarnos a
Dios! !Ayúdanos a encontrarte, Señor!
Señor:
Que quienes te buscan a tientas,
te encuentren;
que quienes dudan una y mil veces,
no desistan;
que quienes se extravían en su camino,
vuelvan;
que quienes creen conocerte y poseerte,
sigan buscándote.
Que quienes caminan a tientas y solos,
no se pierdan;
que quienes tienen miedo al futuro,
se abran a la confianza;
que quienes no logran triunfar,
perseveren;
que quienes tienen hambre y sed,
sean saciados.
Que los grandes y poderosos
se sientan vulnerables;
que los amargados de la vida
disfruten de tu presencia y gracia;
que los olvidados de todos
dejen oír su canción;
que tus hijos e hijas
nunca nos saciemos de tus dones.
Que quienes desean y buscan milagros
sepan acogerlos;
que quienes gustan presumir de profetas
acepten a los de su tierra;
que quienes se descubren leprosos
bajen a lavarse a un humilde río;
que quienes tienen pensares ocultos
no se enfurezcan contigo.
Y si tú nos provocas nuevamente
como provocaste
a tus paisanos de Nazaret entonces,
danos la gracia
de entenderte y tolerarte ahora,
y descubrir
quién eres, a pesar de las apariencias
y de tus pobres orígenes.
¡Señor,
ábrete paso entre nosotros
y sigue tu camino
aunque nos escandalicemos!
Florentino Ulibarri.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
sábado, 6 de julio de 2024
Sábado, 6 de julio de 2024
Sábado de la 13ª semana del t.o.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 9, 14-17
En aquel tiempo, los discípulos de Juan se le acercaron a Jesús,
preguntándole: ¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en
cambio, tus discípulos no ayunan? Jesús les dijo: ¿Es que pueden guardar
luto los amigos del novio, mientras el novio está con ellos?
Llegará un día en que se lleven al novio y entonces ayunarán.
Nadie echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado; porque la pieza tira del manto y deja un roto peor.
Tampoco se echa vino nuevo en odres viejos; porque revientan los odres:
se derrama el vino y los odres se estropean; el vino nuevo se echa en
odres nuevos, y así las dos cosas se conservan.
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Los discípulos de Jesús no ayunaban como los de Juan y los de los
fariseos. ¡Cuánto cuesta abrirse a la novedad! Somos "animales de
costumbres", en una sociedad que cambia mucho por fuera y poco por
dentro. Dios nos invita a vivir la novedad de cada día, de cada momento,
de cada persona, de cada experiencia...
"Señor, no nos dejes ser esclavos de la rutina"
"Ayúdanos a descubrir tu presencia en la vida de cada día"
Jesús es el vino nuevo de Dios. Y necesita odres nuevos, corazones
nuevos, vidas nuevas. Es un vino que transforma la cabeza, el corazón,
la mirada, la voluntad, el comportamiento... ¿Quiero dejarme cambiar por
Jesús? ¿tengo confianza en él? ¿o prefiero seguir con la rutina, los
agobios y la insatisfacción de cada día?
"Yo quiero ser, Señor, como el barro en manos del alfarero"
"Toma mi vida, haz de nuevo"
"Perdona y cura mi falta de confianza en ti"
"Señor, ¿qué caminos nuevos abres para mi?
El vino nuevo de Jesús necesita también un mundo nuevo, trae un mundo nuevo, nos da fuerza para trabajar por un mundo nuevo.
Deja por un momento tu mente calculadora e imagina. Imagina como sería
un mundo nuevo en Honduras, en Mozambique, en Asia... en tu país, en tu
pueblo o ciudad, en tu familia...
Dios quiere un mundo nuevo y para Él nada hay imposible.
"Señor, enséñanos a llevar el vino nuevo de la justicia y del amor a nuestro mundo"
"Perdona y cura nuestra falta de compromiso"
"Gracias por las personas que se dejan transformar por ti y contigo transforman un trocito de mundo"
Señor, decimos que nos gustan las novedades, pero nos gusta pensar, decir y hacer siempre lo mismo.
Nos cuesta dejar nuestras rutinas y prejuicios. Nos cuesta cambiar nuestra forma de vernos, de verte, de ver el mundo.
Nos cuesta aceptar la novedad, sobre todo si esa novedad exige un cambio por nuestra parte.
Nos cuesta aceptar la novedad del Evangelio, la novedad de tu Palabra, la novedad de tu vida.
Haznos
odres nuevos, para acoger el vino nuevo de tu amor y tu perdón sin
merecerlo, porque a nosotros nos cuesta amar y perdonar a quien no lo
merece.
Haznos odres nuevos, para dejarnos encontrar por ti, porque a
veces creemos que, cuando te buscamos, tú juegas al escondite con
nosotros.
Haznos odres nuevos, para seguir el camino que nos señalas,
porque no estamos convencidos de que tú nos conduces a la felicidad y a
la libertad más grandes.
Haznos odres nuevos, Señor. Amén.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
viernes, 5 de julio de 2024
Viernes, 5 de julio de 2024
Viernes de la 13ª semana del t.o.
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
"Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
"Ayúdame a sentir tu cercanía",
"Quiero estar contigo, Jesús".
2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 9, 9-13
En aquel tiempo vio Jesús a un hombre llamado Mateo sentado al mostrador
de los impuestos, y le dijo: "Sígueme". El se levantó y lo siguió. Y
estando en la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores, que
habían acudido, se sentaron con Jesús y sus discípulos. Los fariseos, al
verlo, preguntaron a los discípulos: "¿Cómo es que vuestro maestro come
con publicanos y pecadores?" Jesús lo oyó y dijo: "No tienen necesidad
de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa
"misericordia quiero y no sacrificios": que no he venido a llamar a los
justos, sino a los pecadores".
3. Reflexiono y rezo. Respondo.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Dicen los refranes: “El que va con un cojo, cojea” y “Dime con quien vas
y te diré quien eres”. Detrás de estas expresiones hay mucha verdad,
pero también se esconde mucha injusticia: el que va con un cojo, puede
ayudarle a caminar mejor, el que está con “mala gente” puede animarles a
cambiar de vida... En Jesús encontramos el ejemplo más claro. Se acerca
a los pecadores, no por ser pecador, sino para ayudarles a salir del
pecado, para que sean más felices.
“Señor, gracias por acercarte a mí, pobre pecador”
“Perdona mis juicios apresurados e injustos”
Jesús se acercó a los pecadores, a los más pecadores. Y nosotros, como
cristianos, tenemos que seguir su ejemplo. Pero no podemos ser ingenuos;
hay peligros, muchos peligros. ¡Cuantas personas han entrado de buena
fe en ambientes difíciles y, además de no cambiar nada, han cambiado
ellos a peor. Necesitamos conocer los peligros, no para encerrarnos
entre los que se consideran buenos, sino para cumplir la misión de Jesús
con las debidas ayudas: el apoyo de un grupo, el acompañamiento de un
sacerdote o de una persona de confianza...
¿Cómo lo vives? ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
Te doy gracias, Jesús, por tu misericordia.
Porque nos amas, tú el pobre.
Porque nos sanas, tú herido de amor.
Porque nos iluminas, aun oculto,
cuando tu ternura enciende el mundo.
Porque nos guías, siempre delante,
siempre esperando.
Te doy gracias, Jesús, por tu misericordia.
Porque nos miras desde la congoja
y nos sonríes desde la inocencia.
Porque nos ruegas desde la angustia
de tus hijos golpeados,
nos abrazas en el abrazo que damos
y en la vida que compartimos.
Te doy gracias, Jesús, por tu misericordia.
Porque me perdonas más que yo mismo,
porque me llamas, con grito y susurro
y me envías, nunca solo.
Porque confías en mí,
tú que conoces mi debilidad.
Te doy gracias, Jesús, por tu misericordia.
Porque me colmas
y me inquietas.
Porque me abres los ojos
y en mi horizonte pones tu evangelio.
Porque cuando entras en ella, mi vida es plena.
Te doy gracias, Jesús, por tu misericordia.
y te pido que me ayudes a ser misericordioso.
Adaptación de una plegaria de J.M. Olaizola.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.